Un Milan diab¨®lico devora al Manchester
El cuadro italiano, con Kak¨¢ y Seedorf imparables, reeditar¨¢ la final de 2005 ante el Liverpool
El fundador del Milan, el brit¨¢nico Alfred Ormonde Edwards, eligi¨® como colores el rojo y el negro para que infundieran temor en sus rivales. El club fue apodado El Diablo, en singular y con may¨²sculas. Quiz¨¢ por una simple cuesti¨®n de jerarqu¨ªas infernales, El Diablo devor¨® anoche a los demonios rojos de Manchester. San Siro, empapado de lluvia, fue el m¨¢s ingl¨¦s de los estadios. Y asisti¨® al despliegue furioso de un gran futbolista ingl¨¦s: un tipo moreno, barbudo y nacido en Calabria, llamado Genaro Gattuso. Que al final, como buen ingl¨¦s, salud¨® uno a uno a los vencidos. El Milan fue muy superior. El billete para la final de Atenas y el reencuentro con el Liverpool s¨®lo pod¨ªa ser para El Diablo.
MILAN 3 - MANCHESTER UNITED 0
Milan: Dida; Oddo, Nesta, Kaladze, Jankulovski; Gattuso (Caf¨², m. 84), Pirlo, Ambrosini; Seedorf, Kak¨¢ (Favalli, m. 86); e Inzaghi (Gilardino, m. 66). No utilizados: Kalac; Bonera, Serginho y Brocchi.
Manchester United: Van der Sar; O?Shea (Saha, m. 76), Brown, Vidic, Heinze; Fletcher, Carrick; Ronaldo, Scholes, Giggs; y Rooney. No utilizados: Kuszczak; Ferdinand, Eagles, Solskjaer, Richardson y Smith.
Goles: 1-0. M. 11. Kak¨¢, desde la frontal del ¨¢rea, chuta con la izquierda pegado al palo. 2-0. M. 30. Seedorf engancha una volea con la derecha que bate a Van der Sar. 3-0 M. 78. Gilardino culmina un contraataque.
?rbitro: Frank de Bleeckere (B¨¦lgica). Amonest¨® a Ambrosini y Gattuso.
83.000 espectadores en San Siro. El Milan se clasifica para la final de la Liga de Campeones tras superar al Manchester por 5-3 en la eliminatoria.
El Milan arranc¨® alto de revoluciones, como en Old Trafford. Quer¨ªa marcar pronto para voltear el 3-2 de la ida e introducir la duda en el coraz¨®n del Manchester. Pirlo se coloc¨® unos metros m¨¢s adelante de lo que acostumbra, con las espaldas cubiertas por Gattuso y Ambrosini, y Kak¨¢ asumi¨® el papel de fantasma: atravesaba paredes y aparec¨ªa por el lugar menos previsto, a una velocidad sobrenatural. Seedorf, un superviviente de la generaci¨®n de los Davids y los De Boer, era el encargado de invocar a Kak¨¢.
No hubo que esperar mucho para el gol. Seedorf busc¨® a Kak¨¢ en la frontal del ¨¢rea y Kak¨¢ busc¨® la red inglesa. El Diablo, el menos italiano y m¨¢s europeo de los clubes del calcio, acept¨® dialogar en el idioma del contrario. Lluvia, sudor e intercambio de golpes. En algunos tramos del primer acto contabiliz¨® casi un remate por minuto. Gattuso se comi¨® a Cristiano Ronaldo. Ni ¨¦l ni Rooney, las dos joyas del Manchester, apenas se hicieron notar.
Ocurri¨® lo que parec¨ªa m¨¢s probable. A la media hora, Seedorf recibi¨® justo donde antes hab¨ªa recibido Kak¨¢. Se asom¨® al balc¨®n, mir¨® el paisaje, aguant¨® una entrada que elev¨® el bal¨®n y, con la tranquilidad de quien est¨¢ en su casa, lo remat¨® de volea. Bajo y al ¨¢ngulo izquierdo de Van der Sar. Al Manchester se le escapaba la vida. San Siro entr¨® en delirio.
Los diablos rojos quisieron convertir el segundo tiempo en una de sus remontadas ¨¦picas. Salieron con las mand¨ªbulas apretadas. Lo esencial, sin embargo, no cambi¨®: ni Cristiano Ronaldo, ni Scholes, ni el propio Rooney, referencias manchesterianas, consegu¨ªan abrir la cueva del Diablo. Giggs permanec¨ªa desdibujado, una figura borrosa en un sector perif¨¦rico de la batalla. Fue el Manchester m¨¢s vulgar en mucho tiempo.
El Milan, tan viejo (m¨¢s de 30 a?os de media) y tan sabio como el diablo, mil veces desahuciado y mil veces resucitado, tan discutible en el campeonato italiano como poderoso en Europa, hizo valer su car¨¢cter y su experiencia para deshacerse, sin aparentes dificultades, del equipo de moda en el continente. La comodidad de su victoria permiti¨® a Ancelotti sustituir en los ¨²ltimos minutos a Ringhio Gattuso y a Kak¨¢, los dos h¨¦roes de una noche inolvidable para los milanistas. Gattuso y Kak¨¢ salieron del campo en un ambiente que iba m¨¢s all¨¢ del delirio.
El 3-0, en una escapada de Gilardino, fue m¨¢s que una victoria. Fue la reivindicaci¨®n de un grupo crepuscular, con varios miembros al l¨ªmite de la pensi¨®n. Fue el renacimiento de un equipo que empez¨® la temporada italiana bajo la sombra de la sospecha, con ocho puntos de penalizaci¨®n y sin fichajes de importancia. Supuso, sobre todo, una segunda oportunidad. Dos a?os atr¨¢s, el Liverpool logr¨® ante el Milan una victoria imposible. En la final de Atenas, los de Ben¨ªtez se enfrentar¨¢n a una misi¨®n muy dif¨ªcil: enga?ar al diablo por segunda vez.
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