Perder el trazo
Sam Raimi era un maestro en la elocuencia de las formas. Cuando, en Terror¨ªficamente muertos (1986) mezcl¨® el lenguaje del gore con la caligraf¨ªa de los dibujos animados, hizo el mejor comentario cr¨ªtico posible a la cultura de la inmadurez propia del babyboom, al tiempo que forjaba una de sus m¨¢s afortunadas expresiones est¨¦ticas. En sus manos, recursos expresivos tremendamente antiguos -en su mayor parte tomados del cine popular de los a?os treinta y cuarenta- eran sometidos a una aceleraci¨®n casi pospunk.
Para Raimi, la forma era la identidad. No era extra?o que, cuando dirig¨ªa escenas de virtuoso para sus compinches los hermanos Coen, el resultado delatase su evidente autor¨ªa. La identidad -y, en consecuencia, el estilo- es el precio que el cineasta ha tenido que pagar para encontrar su lugar en el sol de la industria de Hollywood: quiz¨¢s el director de las tres entregas de Spiderman sea un competente conductor de aparatosas franquicias sobreproducidas, pero, definitivamente, no es Raimi. O no es el Raimi que era. Usando un pertinente s¨ªmil con el lenguaje del c¨®mic, podr¨ªa decirse que Raimi ha perdido definitivamente su trazo.
SPIDERMAN 3
Direcci¨®n: Sam Raimi. Int¨¦rpretes: Tobey Maguire, Kirsten Dunst, James Franco, Thomas Haden Church. G¨¦nero: Ciencia-ficci¨®n. Estados Unidos, 2007. Duraci¨®n: 140 minutos.
Spiderman 3, superproducci¨®n inmune a cr¨ªticas que caer¨¢ sobre las taquillas con la fuerza de un tsunami, es una pel¨ªcula dise?ada como un atropellado fin de fiesta, una celebraci¨®n de la suma como fin en s¨ª mismo que convoca a tres supervillanos, esboza un discurso sobre la intoxicante cultura de la fama, indaga con sonrojante ingenuidad en la ambig¨¹edad moral del superh¨¦roe y no olvida incorporar algunas curvas a su subtrama sentimental.
Acci¨®n
Hay, por supuesto, algunas escenas de acci¨®n sobresalientes -en esta ocasi¨®n, una gr¨²a fuera de control y el rescate vertiginoso de Gwen Stacy proporcionan los mejores sobresaltos-, pero lo que domina el conjunto es un embarullamiento digital fuera de control que, inevitablemente, hace a?orar a ese maestro del frenes¨ª visual inteligible que fue Raimi.
El cameo de Stan Lee y el peque?o papel c¨®mico reservado a Bruce Campbell, actor fetiche del cineasta, aportan una clave para descifrar la vehemencia acumulativa de la pel¨ªcula: Spiderman 3 funciona como una lista de peticiones del espectador -de los muchos espectadores posibles- hecha realidad... porque s¨ª.
En su primera pel¨ªcula sobre el personaje, Raimi ten¨ªa claro qu¨¦ Spiderman estaba llevando a la pantalla: el Spiderman candoroso, fundacional y casi de l¨ªnea clara de Steve Ditko. El fundamentalista del tebeo pod¨ªa incluso llegar a entender que, por una exigencia de simplicidad, Mary Jane Watson ejerciese de primer inter¨¦s rom¨¢ntico de Peter Parker. Ahora resulta bastante m¨¢s dif¨ªcil comprender por qu¨¦ comparece Gwen Stacy -en el original, parte fundamental del gran mito tr¨¢gico del personaje- para aportar una tensi¨®n sentimental tan rematadamente est¨²pida y, sobre todo, por qu¨¦ el Spiderman de Ditko convive con el de Todd McFarlanne en una aut¨¦ntica apoteosis del todo vale. Quiz¨¢s era mejor el c¨®mic, pero, tal y como est¨¢ el patio, quiz¨¢s sea m¨¢s razonable esperar que, por lo menos, el videojuego est¨¦ a la altura de una campa?a promocional tan avasalladora.
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