Encadenada
Lo que me pareci¨® m¨¢s pat¨¦tico, y singular, de la fotograf¨ªa de Carmen Cervera, baronesa Thyssen, atada a un ¨¢rbol del paseo del Prado fue observar a unos guardaespaldas que cuidaban de que no se le acercase la gente. Eso es lo que se ve, que ella est¨¢ encadenada y que la guardan. En un d¨ªa de fiesta, al amparo de los medios, previa convocatoria y con la complicidad muda, e inerme, de los ¨¢rboles, se someti¨® a la fotograf¨ªa como quien se somete a una sesi¨®n de la moda. Es lo que se ve. Lo que no se ve es la historia del museo, de su donaci¨®n, del dinero que se han gastado los espa?oles para tenerlo, y lo que no se ven tampoco son los ¨¢rboles que ya se talaron, con el benepl¨¢cito, entonces, de la que ahora se encadena. La palabra generosidad, que muchas veces se conjuga con la palabra demagogia, es un arma cuyos filos a veces se ven y otras veces no se ven; ahora, en v¨ªsperas de la campa?a electoral, o en medio de ella, la baronesa se encadena a sus razones, que las tendr¨¢, y las hace valer con cadenas de seda, y la sociedad medi¨¢tica -y pol¨ªtica- espa?ola acude a su trono y a su tron¨ªo; que a la de demagogia que subyace en el gesto se haya sumado el aspirante a alcalde de Madrid, Miguel Sebasti¨¢n, alarma casi tanto como este conveniente encadenamiento de la baronesa. La pol¨ªtica crece muchas veces a la sombra de la demagogia, pero una cosa es que la demagogia defienda los intereses particulares de una particular y otra que la pol¨ªtica vaya en su auxilio, como si se quisiera hacer expreso uso del famoso proverbio que atribuye fortuna y cobijo a los que se arriman a determinados ¨¢rboles. Hace mal el Ayuntamiento en no explicar bien lo que est¨¢ pasando, y sin duda el Ministerio de Cultura tendr¨ªa que salir a la palestra para contar las cuentas del museo, de qui¨¦n es y a qui¨¦n responde, y responde a los que lo pagan, los contribuyentes. En Espa?a antes de la demagogia deber¨ªan venir los datos. El dinero del contribuyente es tan sagrado, o m¨¢s, como el dinero que defienden los que se encadenan, cuya generosidad no es un bien que deba dar otra rentabilidad que la gratitud. Y la gratitud no se encadena, se da.
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