Carta de una mujer desesperada
El voto es secreto. Lo triste es que a veces tenga que ser tan, pero que tan secreto. En realidad, los resultados de las elecciones no los deciden los hooligans de los partidos, sino los indecisos, esa masa que piensa, sufre y duda, una inmensa minor¨ªa que m¨¢s que a los fuegos de artificio de estos d¨ªas est¨¢ atenta a una peque?a balanza casera en la que va midiendo la confianza que le merecen unos y otros.
Lo curioso es que ese tipo de votante reflexivo, que no le regala su voto a nadie, es el que m¨¢s dificultades tiene para expresar su opini¨®n. En esta Espa?a, tan vehemente, si no lo tienes claro desde el principio de los tiempos es que eres un mangarranglan y un veleta.
Como la se?ora Francis en sus tiempos recibo cartas de votantes desesperadas. Es el caso de S., que me pide que oculte su identidad, porque no quiere buscarse l¨ªos. Los l¨ªos a los que ella tiene miedo son a los que pueden surgir en su propia casa. La lectora S. es ingeniera de telecomunicaciones y vive con el coraz¨®n partido. Se lo parten a diario, o se lo reparten, su padre y su marido. Seg¨²n la lectora S., su padre votar¨ªa al PP aunque presentaran al t¨ªo Gilito y su marido votar¨ªa al PSOE aunque presentaran al Oso Yogui.
Cuenta la lectora S que cuando le dice a su marido que la se?orita Esperanza ha dotado de algunas infraestructuras interesantes a la Comunidad de Madrid, el marido la mira como Jes¨²s mir¨® a Judas despu¨¦s del beso, y cuando la lectora S. le comenta a su padre la necesidad de un cambio que potencie las mejoras sociales, el padre, un hombre de tensi¨®n descompensada y que cuenta en su haber con dos anginas de pecho, se lleva la mano al coraz¨®n, como advirti¨¦ndola del da?o que puede ocasionar a nivel cardiovascular un voto a Simancas.
No es que la lectora S. sea una mujer sumisa, al contrario, el tono de su carta muestra a una mujer aut¨®noma y con gran sentido del humor, pero el amor puede a la pol¨ªtica as¨ª que, como tantos, ha optado por no pelearse. Cuando llegue el momento de votar ir¨¢ sola, y si va acompa?ada por alguno de estos dos hombres furiosos, se meter¨¢ en el cuartillo de la cortina, como el que se mete al w¨¢ter porque va a hacer esa cosa tan fea que conviene perpetrar en solitario.
Cabe pensar que estas situaciones familiares est¨¢n en parte contagiadas por un ambiente pol¨ªtico en el que no se perdonan las medias tintas. ?Puede una pareja acostarse, hacer el amor, pagar una hipoteca y educar a los ni?os ocult¨¢ndose el uno al otro lo que han votado? Parece ser que s¨ª; de hecho, la lectora S. me repite al final de su carta: "No d¨¦ mi nombre, provocar¨ªa usted una separaci¨®n". Antes me corto la mano.
Elvira Lindo bucear¨¢ en los comentarios de los lectores para su columna. Env¨ªelos a lectores@elpais.es
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