Socialismo y modernidad
Soplan vientos de cambio que corren desde Am¨¦rica hasta Europa. La tragedia de Oriente Medio, el agravamiento irracional del conflicto palestino-israel¨ª, el caos en Irak y en Afganist¨¢n, y la desestabilizaci¨®n de los pa¨ªses de Oriente Medio, casi sin excepci¨®n, hacen m¨¢s fr¨¢gil la Administraci¨®n de Bush, desacreditan a los neocons y suscitan reacciones en cadena que barren el mundo entero, empezando por los pa¨ªses emergentes... China y Rusia, la Uni¨®n Europea y Jap¨®n, Brasil y Sur¨¢frica comprendieron hace ya tiempo el sentido de ese viento y de los inevitables cambios que implica. Son conscientes de que Bush ha entrado en la ¨²ltima fase de su segundo mandato -y que est¨¢ en las ¨²ltimas, sin autoridad pol¨ªtica ni moral y sin fuerza-. Y que son necesarias nuevas ideas, nuevas estrategias y nuevas concertaciones, si el objetivo ha de ser asegurar la paz e impedir, de forma eficaz, algunos desastres anunciados, tanto en el plano social como en el ecol¨®gico, o incluso en el pol¨ªtico, para retomar un ciclo de progreso, a pesar de todas las contradicciones que marcaron, en Occidente, los ¨²ltimos treinta o cuarenta a?os del siglo pasado.
Obviamente, existe hoy un fen¨®meno nuevo que amenaza al mundo y que est¨¢ lejos de su resoluci¨®n: el terrorismo global. Muy al contrario, cada vez est¨¢ m¨¢s fuerte. Se nos presenta d¨ªa tras d¨ªa, desde el Magreb hasta Arabia Saud¨ª, en ?frica, en la propia Europa, donde las oleadas de inmigraci¨®n isl¨¢mica constituyen una amenaza real. La estrategia propuesta para combatir el terrorismo se ha traducido en una larga sucesi¨®n de errores, algunos, colosales e incre¨ªbles. Lo m¨¢s importante ahora es corregir tal estrategia, cuanto m¨¢s deprisa, mejor.
En el plano econ¨®mico, el desastre no es menor, desde el punto de vista de los pobres, tanto en lo que se refiere a pa¨ªses como a individuos. La globalizaci¨®n econ¨®mica neoliberal s¨®lo ha resultado ¨²til para los ricos. Las desigualdades han aumentado y, con ellas, las tensiones sociales y los conflictos, abiertos o potenciales. La corrupci¨®n y la irresponsabilidad de los dirigentes pol¨ªticos y econ¨®micos han crecido como la espuma. El capitalismo, en su fase especulativo-financiera, ha perdido su contenido ¨¦tico, corrompiendo la autoridad de los Estados nacionales, estimulando la criminalidad internacional organizada, principalmente la llamada de cuello blanco. Un s¨ªmbolo de todo esto -escandaloso e intolerable- es Paul Wolfowitz, actual presidente del Banco Mundial, impuesto por Bush, de quien fue antiguo consejero, y te¨®rico de los neocons, ?denunciado con pruebas p¨²blicas por descarados y escandalosos actos de corrupci¨®n!
Hay un clima de malestar, de falta de confianza, de desesperaci¨®n e incluso de revueltas que se arrastra por todos los continentes. El terrorismo global ha sabido aprovecharse de semejante clima delet¨¦reo. Por eso, entre otras razones, la estrategia de la lucha contra el terrorismo debe cambiar radicalmente. Y este cambio no puede dejar de tener en cuenta la ofensiva contra la pobreza, la reducci¨®n de las desigualdades, el respeto por la dignidad de las personas -en el frente social- y el combate en favor de los imperativos ecol¨®gicos (los acuerdos de Kioto han de ser respetados y amplificados) -en el frente ambiental-.
Todo ello, en los Estados desarrollados, pasa por amplias reformas progresistas que nada tienen que ver con las contrarreformas pregonadas por el neoliberalismo, como menos Estado, menos impuestos, para regresar al Estado inoperante, m¨¢s privatizaciones y m¨¢s concentraci¨®n de capital en las multinacionales. Las reformas que hacen falta en el mundo no son ¨¦sas, como se ha visto claramente. Tienen que ver con el bienestar de las personas, han de ser sociales y ambientales, tienen que ver con la reducci¨®n dr¨¢stica de las desigualdades y con la inclusi¨®n social, la cohesi¨®n nacional y con la solidaridad. S¨®lo reformas as¨ª har¨¢n que disminuyan los conflictos y las revueltas, tanto en los Estados desarrollados como en los Estados pobres del sur. S¨®lo reformas as¨ª podr¨¢n crear climas propicios para el di¨¢logo, para la concertaci¨®n, y lograr¨¢n reducir los conflictos pol¨ªticos, religiosos, econ¨®micos y sociales y, sobre todo, las causas de queja y de humillaci¨®n de los pueblos e, indirectamente, socavar¨¢n el terrorismo y sus bases de reclutamiento.
Los neocons -y no solamente ellos- sostienen que el socialismo democr¨¢tico, que acepta el mercado pero pretende reglamentarlo con reglas ¨¦ticas, pertenece al pasado y que la modernidad consiste en la teologizaci¨®n del mercado, en la competitividad y en el ¨¦xito por el ¨¦xito, a cualquier precio. Con el furor economicista de estos ¨²ltimos a?os, s¨®lo se ha conseguido crear sociedades deshumanizadas, enormemente injustas, con los ricos protegidos en barrios ultravigilados y los pobres entregados a su suerte. Sociedades dualistas, sin solidaridad, donde las democracias tienden a transformarse en plutocracias. Es el regreso a la ley de la selva. Curiosamente, sin embargo, los Estados m¨¢s competitivos son aquellos con poblaciones de menor desigualdad y mayor cohesi¨®n, donde se cuida la calidad de vida y el bienestar de las personas, y las sociedades son m¨¢s justas y menos desiguales. ?sa es la modernidad que el socialismo democr¨¢tico propone. Ha dado grandes pruebas de ello en un pasado reciente, y no s¨®lo en Europa. Y las dar¨¢ en el futuro. As¨ª lo espero.
M¨¢rio Soares es ex presidente y ex primer ministro de Portugal. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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