Met¨¢stasis urban¨ªstica
Uno de los fen¨®menos urbanos actuales m¨¢s controvertidos y rechazados socialmente junto a la corrupci¨®n y a la especulaci¨®n del suelo, es el desaforado desarrollo urban¨ªstico que viene aconteciendo en Espa?a, sobre todo en la ¨²ltima d¨¦cada. Cierto es que no ocurre con la misma intensidad ni con el mismo modelo en todas las latitudes, pero la imagen social del mismo es la de rechazo generalizado.
Que ese desarrollo se puede valorar, cuando menos como desproporcionado, lo demuestra un expl¨ªcito indicador: la "velocidad" que viene caracterizando la ocupaci¨®n del suelo por la urbanizaci¨®n ocasionar¨ªa, de mantenerse, la duplicaci¨®n en el plazo de 10 a?os de todo el suelo urbanizado "desde los romanos hasta hoy" (datos del Observatorio Nacional de Sostenibilidad de Espa?a).
Pero la gravedad del problema no est¨¢ tanto en la cantidad, que tambi¨¦n, sino y sobre todo, en la "cualidad" del modelo de ocupaci¨®n. La exacerbada demanda ocasionada por la consideraci¨®n del suelo como activo financiero -entre otras razones-, junto a la nefasta concepci¨®n del "todo urbanizable" y la enervada competitividad entre municipios para acoger actuaciones urbanizadoras (cuanto m¨¢s "importantes" mejor) que posibilitaran presumibles generaciones de riqueza y empleo y una subida en el ranking urbano que les permitiera "colocarse en el mapa", ocasionaron la ruptura de las exclusas del planeamiento urban¨ªstico. Y abrieron el territorio a la implantaci¨®n de actuaciones dispersas, normalmente de baja densidad, inconexas con la ciudad preexistente; que, sobre la coartada, en ocasiones, de la defensa de un sedicentemente "moderno" modelo polinuclear pretendidamente compaginador de la antinomia campo-ciudad, emboscan un modelo de citt¨¢ sconfinatta (sin confines) totalmente extra?a a la ciudad compacta mediterr¨¢nea. Es un modelo territorial metast¨¢tico que se desarrolla discontinua y desreguladamente sobre el territorio, que lo hace tributario fundamentalmente del transporte privado y del exacerbado consumo energ¨¦tico; un modelo que invade "tumoralmente" un recurso escaso e insustituible como es el suelo natural, mientras que, parad¨®jicamente, se margina y se abandona la ciudad hist¨®rica preexistente, gener¨¢ndose un doble e irresponsable despilfarro: el del suelo natural y el del urbano existente.
Pues bien, si como responsables inmediatos de esta lamentable situaci¨®n aparecen los Ayuntamientos como receptores y autorizadores de las propuestas urbanizadoras del sector privado, no es menos cierto que los responsables finales del proceso son las Comunidades Aut¨®nomas, competentes exclusivas en la definici¨®n de su modelo territorial y autorizadoras definitivas de las eventuales reclasificaciones de suelo. Parafraseando el conocido aforismo clintoniano, "es la ordenaci¨®n territorial, est¨²pido", el ¨¢mbito sobre el que recae la responsabilidad final del escenario generado. T¨¦ngase en cuenta que nos encontramos en un marco socioecon¨®mico globalizado, en el que la "ciudad real" trasciende los meros l¨ªmites administrativos de la "ciudad municipal", que las demandas urbanas y su eventual satisfacci¨®n se realizan en el escenario de un nuevo sistema urbano que llega a conformar, en ocasiones, espacios conurbanos y en el cual, la toma de decisiones debe adoptarse desde un ¨¢mbito m¨¢s acorde a su dimensi¨®n espacial supramunicipal. Que la frontera entre "urbanismo" y "territorio" se encuentra cada d¨ªa m¨¢s difuminada.
Este espacio decisional debe apoyarse, tal como demanda la funci¨®n p¨²blica de la ordenaci¨®n urban¨ªstica, en la formulaci¨®n de un planeamiento territorial "macro", que analice los problemas desde esa ¨®ptica y plantee las respuestas de manera sim¨¦trica, impulsando la localizaci¨®n de actividades en las nuevas ¨¢reas espaciales de oportunidad y frenando o reconduciendo su ubicaci¨®n en aquellas otras que ya se encontraran saturadas o fuera exigible su conservaci¨®n medioambiental.
Obviamente, la disposici¨®n de este tipo de medidas diferenciadoras, en contraposici¨®n a su c¨®moda aplicabilidad homog¨¦nea, comporta conflictos con las decisiones municipales y suscita el f¨¢cil reclamo a la tan demandada autonom¨ªa local, contraste que, en muchas ocasiones, puede ocasionar problemas pol¨ªticos de gran relevancia social. Estas dificultades, junto a la ausencia de una cultura del territorio, explican la muy escasa existencia de Directrices y Planeamientos Territoriales que dispongan de criterios rigurosos y solventes (Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y ¨²ltimamente Andaluc¨ªa, por ejemplo) que pretenden ordenar con racionalidad, el desarrollo y los l¨ªmites al crecimiento urbano en el ¨¢mbito supramunicipal.
Pero la insatisfactoria situaci¨®n actual no debe llevar a un resignado conformismo por causa de las presumibles dificultades materiales en la aplicaci¨®n de respuestas territoriales adecuadas ante las consecuencias sociopol¨ªticas que las mismas pudieran generar. De hecho, la reflexi¨®n que algunos responsables p¨²blicos y estudiosos del urbanismo vienen haciendo sobre la creaci¨®n de instrumentos de compensaci¨®n intermunicipal para paliar los desequilibrios derivados de desarrollos urban¨ªsticos diferenciados, ponen de manifiesto un camino por el que se puede discurrir. La disposici¨®n de "fondos de solidaridad territorial" entre municipios integrados en una misma ¨¢rea funcional, con la finalidad de redistribuir entre ellos las plusval¨ªas que generen los mayores desarrollos previstos en unos municipios con respecto a otros, son medidas que amparadas en la vieja tradici¨®n equidistributiva del urbanismo espa?ol vendr¨ªan a facilitar la puesta en servicio de la tan necesaria e ineludible planificaci¨®n territorial y el establecimiento de l¨ªmites racionales al crecimiento.
Afortunadamente, se viene produciendo una suave ralentizaci¨®n del proceso urbanizador pero, como en tantas otras ocasiones, se llegar¨¢ tarde y habr¨¢ que asumir, en la medida en que no puedan ser reconducidas, muchas situaciones inadecuadas. Por ello, las responsables decisiones que vienen adoptando algunas Comunidades Aut¨®nomas progresistas junto a las disposiciones sobre sostenibilidad territorial que conlleva el Proyecto de Ley de Suelo Estatal, deben ser bienvenidas, lo que permitir¨¢ consolidar, por un lado, una solvente cultura del territorio y, por otro, anticiparse a nuevos ciclos expansivos que, sin duda, volver¨¢n.
Gerardo Roger Fern¨¢ndez, arquitecto, es profesor y miembro del Instituto Pascual Madoz de la Universidad Carlos III.
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