Un hotel de Montevideo
1 En unas instrucciones de Julio Cort¨¢zar para tener miedo, doy con un p¨¢rrafo que habla de un pueblo de Escocia donde venden libros con una p¨¢gina en blanco perdida en alg¨²n lugar del volumen. "Si un lector desemboca en esa p¨¢gina al dar las tres de la tarde, muere".
He mirado el reloj. Eran las 15.10 horas. Hac¨ªa a?os que no cre¨ªa tan literalmente en lo que le¨ªa. De hecho, me ha parecido que segu¨ªa vivo de puro milagro, al estilo Maradona, cuya genial capacidad camale¨®nica no deja de fascinarme, hasta el punto de que me qued¨¦ de piedra el otro d¨ªa cuando le vi reaparecer en Show Match, tan aseado y tan distanciado de sus episodios toxic¨®manos. Qu¨¦ b¨¢rbaro.
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De Maradona he regresado a Cort¨¢zar en un viaje argentino improvisado y me he acordado de La puerta condenada, un relato de 1956 donde en un hotel de Montevideo un comerciante oye en la noche el misterioso llanto de un ni?o tras el armario que tapa una puerta cerrada. El relato de Cort¨¢zar comienza as¨ª: "A Petrone le gust¨® el Hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombr¨ªo, tranquilo, casi desierto. Un conocido del momento se lo recomend¨® cuando cruzaba el r¨ªo en el Vapor de la carrera, dici¨¦ndole que estaba en la zona c¨¦ntrica de Montevideo. Petrone acept¨® una habitaci¨®n con ba?o en el segundo piso, que daba directamente a la sala de recepci¨®n".
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He recordado que mi amiga argentina Vlady Kociancich escribi¨® un ensayo sobre una casualidad de tipo fant¨¢stico entre La puerta condenada y Un viaje o El mago inmortal, un relato escrito por Bioy Casares en aquellos mismos d¨ªas y de trama id¨¦ntica a la de Cort¨¢zar. Dec¨ªa Kociancich que si ya la casualidad argumental era rara, la presencia de otras muchas coincidencias lo enrarec¨ªa todo a¨²n mucho m¨¢s. Petrone, el personaje de Cort¨¢zar, y el narrador de Bioy tienen la misma profesi¨®n y viajan a la misma ciudad, Montevideo (en el Vapor de la carrera, un barco que sal¨ªa de Buenos Aires a las diez de la noche y llegaba la ma?ana siguiente a su destino), y est¨¢n a punto de registrarse en el mismo hotel sombr¨ªo y tranquilo. "A Petrone le gust¨® el Hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros", dice Cort¨¢zar. "Jurar¨ªa que al chofer del tax¨ªmetro le orden¨¦ que fuera al Hotel Cervantes", se asombra el personaje de Bioy con inquietante perplejidad cuando el taxi se detiene frente al Hotel La Alhambra.
Y a¨²n hay m¨¢s. Una vista melanc¨®lica desde el cuarto de ba?o aparece casi id¨¦ntica en el comienzo de los dos relatos. Y la coincidencia est¨¢ tambi¨¦n en las voces nocturnas de los vecinos de cuarto que despiertan a los personajes: mientras que el llanto enigm¨¢tico de un ni?o tras el armario que tapa una puerta condenada impide dormir a Petrone, al don Juan fracasado de Bioy le toca el castigo de una pareja que hace el amor atronadoramente.
4Bioy Casares, en unas declaraciones de los a?os ochenta: "Sobre Cort¨¢zar le voy a contar que estando ¨¦l en Francia y yo en Buenos Aires escribimos un cuento id¨¦ntico. Empezaba la acci¨®n en el Vapor de la carrera, como se llamaba entonces. El protagonista iba al Hotel Cervantes de Montevideo, un hotel que casi nadie conoce. Y as¨ª, paso a paso, todo era similar, lo que nos alegr¨® a los dos".
Y Cort¨¢zar, que siempre habl¨® del poder m¨¢gico de los hoteles montevideanos, dec¨ªa en una entrevista: "Yo quer¨ªa que en el cuento quedara la atm¨®sfera del Hotel Cervantes, porque tipificaba un poco muchas cosas de Montevideo para m¨ª. Hab¨ªa el personaje del Gerente, la estatua esa que hay (o hab¨ªa) en el hall, una r¨¦plica de Venus y el clima general del hotel. No s¨¦ qui¨¦n me recomend¨® el Cervantes, donde en efecto hab¨ªa una piecita chiquita. Entre la cama, una mesa y un gran armario que tapaba una puerta condenada, el espacio que quedaba para moverme era el m¨ªnimo".
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El Hotel Cervantes, en la calle de Soriano entre Convenci¨®n y Andes, contin¨²a en pie. As¨ª que, si alg¨²n d¨ªa voy a Montevideo, ir¨¦ a verlo y tratar¨¦ de alojarme en el segundo piso, en una "pieza chiquita", donde tal vez siga estando ese gran armario que tapa la misteriosa puerta condenada. He mirado en Internet y parece que el hotel no ha cambiado mucho, contin¨²a sombr¨ªo y tranquilo, aunque mejor ser¨¢ decir relativamente tranquilo. En el viejo garaje del antiguo teatro de al lado han montado un centro cultural, y hace unos a?os el hotel (se ha sabido que Gardel y Borges fueron sus ocasionales clientes) fue declarado monumento hist¨®rico. Por lo visto, el Gran Oriente de la Francmasoner¨ªa Mixta Universal realiz¨® los d¨ªas 12 y 13 de diciembre de 2003, en las instalaciones del hotel uruguayo, su VI Gran Asamblea: "La misma se desarroll¨® en un ambiente de trabajo intenso, donde rein¨® la fraternidad, la serenidad, la tolerancia y el respeto mutuo".
Como puede intuirse, el hotel no se ha modernizado nada. Ignoro si contin¨²a ah¨ª la m¨ªtica estatua del vest¨ªbulo, la r¨¦plica de Venus, pero lo que es seguro es que los viernes y s¨¢bados hay "intercambios de parejas"; acuden los llamados swingers, que "andan ganando espacio en la sociedad montevideana, pero lo pierden en materia jur¨ªdica". Es como si el intercambio de parejas quisiera recordarnos el intercambio de tramas en los cuentos de Bioy y Cortazar. Cosas que pasan.
En el blog de una muchachita uruguaya, sin duda completamente ajena al cuento de Cort¨¢zar, puede leerse acerca del Hotel Cervantes: "Su tel¨¦fono es el 900-7991 y tiene un lugar ganado en el tema swinger. Es un hotel viejo y venido a menos, del que me ha dicho mi prima que una vez fue con el novio y vio una cucaracha, y bueno, entonces fue a la recepci¨®n a exigir que le devolvieran el dinero". La verdad es que tanto desastre y cucaracha me permiten albergar esperanzas de que hayan dejado intacta la enigm¨¢tica y condenada puerta, de tal modo que tal vez un d¨ªa pueda verla y qui¨¦n sabe si abrirla, aunque sin resolver el misterio nunca.
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