Silencio: hoz y martillo contra esv¨¢sticas
Si se proh¨ªbe el s¨ªmbolo de la esv¨¢stica en la Uni¨®n Europea, tambi¨¦n ha de prohibirse el de la hoz y el martillo, dijeron en los pa¨ªses b¨¢lticos, recordando los veinte millones de cr¨ªmenes, como m¨ªnimo, realizados bajo el yugo de Stalin. El derecho a una convivencia pac¨ªfica y segura se enfrenta al de la libertad de expresi¨®n y el problema no es de f¨¢cil resoluci¨®n pol¨ªtica. El juicio en Par¨ªs por publicar las vi?etas de Mahoma y su sentencia absolutoria relaj¨® un poco la situaci¨®n, dejando al margen las muchas caricaturas hechas sobre Cristo y otros s¨ªmbolos sagrados, pero, sin duda, nos encontramos ante un retorno de la censura expl¨ªcita.
En cualquier taberna del m¨¢s rec¨®ndito de nuestros pueblos podemos encontrar conversaciones incorrectas desde el punto de vista religioso, pol¨ªtico y ¨¦tico. A veces se dicen muchas torpezas, pero parece hermoso vivir en una sociedad libre donde todos pueden opinar sobre el mundo, aun con el riesgo de transmitir serias equivocaciones.
Si las prohibiciones no dan fuerza a los argumentos, merece la pena reconsiderar su coste
Que un ciudadano sea encarcelado por una conversaci¨®n sobre pol¨ªtica o religi¨®n resulta incoherente con nuestra reciente tradici¨®n liberal, constituida frente a otros tiempos en que hab¨ªa muchos temas de los que no se pod¨ªa hablar, porque implicaban denuncias o c¨¢rcel e incluso peligraba la vida. No quedan tan lejos los de Franco o Hitler, persiguiendo tambi¨¦n a quien defendiese a los jud¨ªos, los de Mao o los de Stalin, donde hablar defendiendo el zarismo o el cristianismo pod¨ªa implicar morir en un campo de concentraci¨®n, o de "reeducaci¨®n".
Estos modelos, que hoy nos parecen propios de las dictaduras y nos repugnan, siguen esquemas muy antiguos y utilizan similar argumentaci¨®n. Ya Plat¨®n hablaba en su Rep¨²blica de la conveniencia de la censura para evitar males a la sociedad, para mejorarla moralmente, prohibiendo ciertos tipos de poes¨ªa y m¨²sica, por ejemplo. La Inquisici¨®n quemaba ciertos libros o condenaba a herejes argumentando que era por el bien espiritual de todos. Del mismo modo han actuado talibanes y otros fan¨¢ticos musulmanes destruyendo im¨¢genes o libros: as¨ª cay¨® la m¨ªtica Biblioteca de Alejandr¨ªa. La censura siempre cree tener buenas razones para actuar, supuestamente en beneficio de la sociedad en que se implanta.
Pese a los intensos y complejos debates en c¨ªrculos acad¨¦micos, donde este problema te¨®rico sigue sin resolverse, la presidencia alemana en la Uni¨®n Europea ha presionado para poner como norma para todos la pena por negaci¨®n del Holocausto jud¨ªo. Su pa¨ªs, que sufre la vuelta a la extrema derecha, no apaga sus causas y proh¨ªbe la palabra. Nos lo han reprochado los fan¨¢ticos musulmanes cuando surgi¨® el esc¨¢ndalo de las caricaturas sobre Mahoma y se defend¨ªa la libertad de expresi¨®n: se censuran frases o gestos que pueden entenderse como apolog¨ªa del terrorismo, incitaci¨®n al odio racial o a la xenofobia, negaci¨®n del genocidio armenio en Francia -lo contrario en Turqu¨ªa- o del Holocausto jud¨ªo, discriminaci¨®n de g¨¦nero, etc¨¦tera. En Austria, uno puede ir a la c¨¢rcel durante diez a?os por negar los campos de exterminio de jud¨ªos y tambi¨¦n est¨¢ penado con c¨¢rcel en otros Estados. ?Se extender¨¢n las prohibiciones?
Hay que ser muy inculto o malintencionado para negar las atrocidades que los nazis hicieron contra los jud¨ªos. Tal vez sea la p¨¢gina m¨¢s horrenda de la humanidad, como defiende el embajador de Israel, pero hay por desgracia muchas p¨¢ginas similares: v¨¦anse algunas de Stalin, Mao, Pol Pot, los conquistadores espa?oles, Gengis Kahn, Cal¨ªgula, Tiberio, etc¨¦tera. Prohibir que se nieguen no quitan o a?aden verdad al asunto.
El ambiente que extiende prohibiciones bienintencionadas para defender nuestros valores puede cambiar cuando se transmuten los criterios, no hay m¨¢s que ver el cambio pol¨ªtico en EE UU, donde el puritanismo de un determinado modelo est¨¢ justificando la tortura y persiguiendo las libertades en el mundo en nombre de la seguridad.
Mucha sangre ha corrido en Europa para lograr la cultura de libertad que hoy gozamos. Si hace poco se persegu¨ªan en algunas dictaduras los libros de Dostoievski, Resurrecci¨®n de Tolstoi, Los miserables de Hugo y tantos otros, hoy podr¨ªan algunos perseguir tambi¨¦n en nombre de nobles valores pel¨ªculas cl¨¢sicas como El nacimiento de una naci¨®n de Griffith, por su racismo, en vez de la persecuci¨®n que ha poco ten¨ªa el cine er¨®tico. Tambi¨¦n podr¨ªan prohibir la lectura de M¨ªo Cid o el Taras Bulba de Gogol por antisemita, la de Homero en la Il¨ªada por su apolog¨ªa de la violencia, la de Plat¨®n cuando muestra la excelencia de S¨®crates como "pederasta", Los bandidos de Schiller por su animaci¨®n a la delincuencia, el Busc¨®n de Quevedo o Lazarillo de Tormes por la violencia infantil que muestran, Las preciosas rid¨ªculas de Moli¨¨re por su cr¨ªtica machista a la pedanter¨ªa femenina o su Tartufo por su falta de respeto a ciertas formas de piedad religiosa, las obras de Calder¨®n por su defensa de la monarqu¨ªa absolutista, antidemocr¨¢tica, y tantos otros autores cl¨¢sicos que critican o ridiculizan bien al cristianismo, bien a Mahoma o al islam y, de paso, buena parte de los cl¨¢sicos pol¨ªticos, empezando por Plat¨®n, Maquiavelo, Hobbes, Nietzsche, Marx o Lenin.
Si las prohibiciones no dan fuerza a los argumentos, merece la pena reconsiderar su coste. Los que fueron encarcelados, torturados o muertos por defender esa libertad creyeron que es mejor dejar a cada uno la posibilidad de equivocarse que forzar a confesar una creencia o ciertas ideas. Tal vez, la mejor defensa de la humanidad frente a la barbarie siga siendo una buena educaci¨®n, pues la verdad no se impone, se aprende.
Ilia Gal¨¢n es director de la revista Conde de Aranda (estudios a la luz de la francmasoner¨ªa).
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