?Es el momento de ponerse en¨¦rgicos?
Ganador Sarkozy
Este hombre tiene mucha prisa, y nada en su biograf¨ªa autoriza a pensar que se detendr¨¢ una vez alcanzado su objetivo. Otra cosa es distinguir hacia d¨®nde se dirige. Parece que a rescatar las esencias de la naci¨®n, abjurando de un rosario de desdichas que ¨¦l sit¨²a en la estela de los blandos desmanes del Mayo del 68. Pero ?qui¨¦n se acuerda ya de eso? Es el mito de referencia a batir, ya que tumb¨® al gaullismo. Viendo a Sarkozy salir a toda prisa de no s¨¦ d¨®nde para dirigirse velozmente hacia otro sitio, m¨®vil pegado a la oreja, braceando en un mar de saludos irresueltos, sonriente y muy fibroso, se ve que lo suyo es el apego a la energ¨ªa, un tanto a la manera de los futuristas italianos que adoraban las primeras locomotoras. ?Tanta energ¨ªa dom¨¦stica tras el fracaso del Concorde? Por eso mismo. ?l pondr¨¢ a Francia en su sitio, dej¨¢ndose de mariconadas y de toques femeninos. Y a volar, que son dos d¨ªas.
Desnudos para la foto
Hay dos tipos de, digamos, arte contempor¨¢neo que resultan sim¨¦tricamente irritantes. Uno es el de ese tal Christo, obsesionado con el embalaje de monumentos emblem¨¢ticos a fin de tenerlos listos para remitirlos a donde sea, y otro es ese fot¨®grafo neoyorkino, Spencer Tunick, empe?ado en reunir a miles de personas desnudas en lugares no menos emblem¨¢ticos a fin de echarles una foto de conjunto en posici¨®n fetal. Los dos apelan a la desnudez de origen, pues un monumento est¨¢ m¨¢s desnudo cuando lo vistes que cuando puedes observar los detalles de sus historiadas rugosidades, mientras que los cuerpos an¨®nimos -y, por lo general, amontonados: parece que no es la individualidad lo que fascina a este mago de la c¨¢mara- muestran esa clase de desnudez que caracteriza al silencio de los corderos. Si algo hay de tr¨¢gico en todo ello, es que funde la disponibilidad al bienestar con los iconos del universo concentracionario. Aunque tampoco esa observaci¨®n es exacta.
La alcaldesa tranquila
Todas las elecciones felices se parecen, pero las desdichadas lo son cada una a su manera. Si Francia ha votado firmeza, tal vez incluso en mayor proporci¨®n que energ¨ªa, se debe sin duda a un cierto intento de liquidar un pasado usurpando el oficio de sepulturero. La radiograf¨ªa es inquietante porque revela un pulm¨®n enfisematoso que ning¨²n broncodilatador podr¨¢ remediar. S¨¦gol¨¨ne Royal ha apostado por los damnificados de su tierra, y ha perdido frente a un rival muy preparado (aunque parezca un extra de pel¨ªcula de Alain Delon del cine negro franc¨¦s) que aspira a reconducir la deriva del presente echando mano del pasado. Carmen Alborch apuesta por esa ciudadan¨ªa que se dir¨ªa feliz en los fines de semana mientras sufre toda clase de carencias en los d¨ªas de a diario. Es una alcaldesa firme, pero tambi¨¦n tranquila, en¨¦rgica y festiva, que sin duda completar¨¢ los tit¨¢nicos -y fracasados- esfuerzos de su benem¨¦rita antecesora por hacer de Valencia una ciudad risue?a, culta y habitable.
Las corrupciones
Antes de entregarse a la melancol¨ªa del desaliento conviene se?alar que la corrupci¨®n hunde sus ra¨ªces en la humana codicia humana, pero tambi¨¦n en las urgencias log¨ªsticas de unos partidos que no consiguen llegar a fin de mes con las cuotas de sus afiliados y otras donaciones aleatorias, porque cualquier partido es ruinoso si no obtiene el respaldo necesario para tocar presupuesto p¨²blico, y es en ese bello instante donde se caga todo casi siempre, cuando concejales de una legislatura y diputados de ocasi¨®n reciben ofertas que no pueden rechazar porque les arreglan la vida por varias generaciones y hay que tener las ideas muy bien puestas para mantenerse firme y pasar por idiota para negarse a legitimar una recalificaci¨®n de nada que igual se har¨¢ de todos modos en un paraje donde el kilo de honestidad anda por los suelos, nunca mejor dicho.
Agresivos
Dos de los colectivos de tradici¨®n m¨¢s respetable y respetada, el de los ense?antes y el de los m¨¦dicos, figuran a la cabeza de agresiones sufridas a manos de sus clientes, los ense?ados y los pacientes. Nada menos que un 60 % de los m¨¦dicos que trabajan en Espa?a ha sufrido amenazas, mientras que los profesores de secundaria terminan la jornada agradecidos si no han recibido indicios de que van a hostiarles. Parece que no son relevantes las agresiones en los servicios pedi¨¢tricos, en la escolaridad infantil o en las universidades, donde los servicios no son mejores pero atienden a otro segmento de clientela. A este paso, habr¨¢ que colocar a personal sanitario y profesores de ense?anzas medias entre las profesiones m¨¢s peligrosas, junto a la de periodistas y chivatos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.