Pakist¨¢n estalla
No parece que hiciera mucha falta a juzgar por el grav¨ªsimo derramamiento de sangre -varias docenas de manifesta
ntes muertos en s¨®lo dos d¨ªas-
pero el Gobierno paquistan¨ª autoriz¨® ayer a la milicia a hacer fuego contra la protesta popular, que amenaza la estabilidad de un aliado esencial de Estados Unidos en la llamada guerra contra el terrorismo yihadista.
Las manifestaciones, hasta ahora incruentas, comenzaron despu¨¦s de que el 9 de marzo el r¨¦gimen del general golpista Pervez Musharraf ordenara una investigaci¨®n judicial contra el presidente del Supremo, Ifthikar Chaudry, por razones no declaradas. En medios de la oposici¨®n, semitolerada, se cree que el procedimiento, que nadie duda de que deber¨¢ culminar con la separaci¨®n del magistrado de su cargo, se basa en que podr¨ªa oponerse por inconstitucional a la pretensi¨®n del presidente de hacerse reelegir por el Parlamento para otro mandato, as¨ª como de mantenerse como jefe del ej¨¦rcito, cuando al menos en dos ocasiones hab¨ªa prometido que abandonar¨ªa sus filas. Tras ser reelegido, probablemente en septiembre, Musharraf quiere celebrar elecciones legislativas, y Chaudry las habr¨ªa prohibido tambi¨¦n por falta de garant¨ªas.
El enfrentamiento campal de este fin de semana se produc¨ªa porque Chaudry quer¨ªa dirigirse a la oposici¨®n en Karachi, la mayor ciudad del pa¨ªs y feudo del PPP de Benazir Bhutto, que vive exiliada en Londres, pero las autoridades le han impedido el desplazamiento para evitar, dicen, males mayores.
Hasta ahora, Washington ha sostenido al general, porque es el que deber¨ªa dar caza a los terroristas de Al Qaeda y la guerrilla talib¨¢n, de quienes se asegura que se hallan, con o sin Osama Bin Laden, en la zona fronteriza de Pakist¨¢n con Afganist¨¢n. Pero la tibieza con que Musharraf se maneja en esa suerte y su impopularidad creciente deber¨ªan alarmar, ya que al parecer no indignar, a Washington. Ante esta situaci¨®n, s¨®lo cabe pedir que se anulen todas las acciones legales contra Chaudry, para que el Supremo pueda fallar en plena libertad sobre la constitucionalidad de las pretensiones del general-presidente. La celebraci¨®n de elecciones libres s¨®lo tendr¨ªa sentido si Musharraf se hiciera a un lado, dejando que un Gobierno neutral organizara los comicios. Pero el general tiene en la cabeza todo menos eso. Con ello, otra tentativa de institucionalizaci¨®n de un sistema democr¨¢tico a partir de un golpe militar, como el dado por Musharraf en 1999, puede darse por fracasada en Pakist¨¢n.
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