Mi Europa
Nuestra tierra com¨²n est¨¢ llena de contradicciones. Los europeos hemos escalado las cimas m¨¢s sublimes del conocimiento y de la sensibilidad: Cervantes, Beethoven, la Ilustraci¨®n, los derechos humanos, la pasi¨®n por la igualdad o el Estado del Bienestar. Pero hemos descendido tambi¨¦n a los abismos m¨¢s profundos del dolor que un ser humano pueda causar a otro. En muchos momentos no ha resultado ser descabellada la frase del escritor Amos Oz: "Europa, ese continente maravilloso y asesino".
Y es tambi¨¦n muy ilustrativo del ser europeo que fueran los horrores de las Guerras Mundiales los que inspiraran una idea nueva y radical para la unificaci¨®n del continente. Intentos hab¨ªa habido desde largo tiempo, pero el proyecto alumbrado tras la tragedia es decididamente nuevo y genial: la unidad en libertad; la paz a trav¨¦s de la apertura y la integraci¨®n. La semilla dio un hermoso fruto. Ha creado una comunidad de Derecho, lo que considero nuestro mayor logro. Hace ya m¨¢s de medio siglo que la paz y la estabilidad son realidades cotidianas de nuestro continente. Y no son fruto del equilibrio de poderes como anta?o, sino consecuencia de normas e instituciones s¨®lidas que se mantienen m¨¢s all¨¢ de los avatares de la lucha pol¨ªtica.
Pero eso es s¨®lo una parte de lo que hace a la Uni¨®n Europea tan especial. La otra es los valores sobre los que se funda. La esencia de la Uni¨®n es el compromiso con un conjunto de valores compartidos. Democracia, tolerancia, derechos humanos, solidaridad y justicia social. Son esos valores los que sustentan nuestras leyes y nuestras instituciones y las hacen s¨®lidas. Son los que nos convierten en una Uni¨®n pol¨ªtica, m¨¢s all¨¢ del v¨ªnculo econ¨®mico. Es un logro, de proporciones hist¨®ricas, basar un proceso de integraci¨®n en un conjunto de valores. Por eso tuvo y tiene pleno sentido condicionar la entrada en la Uni¨®n a la aplicaci¨®n real de esos valores y al compromiso de defenderlos. El genio de los padres fundadores fue dejar abierta, sin respuesta, la pregunta sobre el destino final de este proyecto. Pol¨ªticamente esa actitud era la ¨²nica posible ya que no pod¨ªa haber acuerdo sobre ese estadio final. Ni ten¨ªa sentido tratar de adivinar el futuro.
Esta reflexi¨®n me lleva de los valores de Europa a Europa como valor; de su esencia a su prop¨®sito. No es dif¨ªcil enunciar este prop¨®sito: si compartimos nuestros recursos y trabajamos juntos podremos moldear nuestro futuro de manera m¨¢s brillante y prometedora de lo que ninguno de nosotros podr¨ªa hacerlo actuando solo. Esto es a¨²n m¨¢s importante en un mundo en el que se han desencadenado fuerzas y movimientos que ning¨²n gobierno puede controlar o detener. En el que seguimos conviviendo con la violencia, la opresi¨®n y la pobreza extrema. Un mundo en el que muchos no comparten nuestro compromiso con el multilateralismo y el Imperio de la Ley.
Estoy convencido de que debemos continuar por la senda de la construcci¨®n europea. En el pasado nos hemos apoyado en un tr¨ªptico muy particular: ampliar, profundizar, reformar. Cada uno de estos elementos ha dependido del otro para tener ¨¦xito; incluso para tener sentido. Con la ampliaci¨®n hemos reunificado Europa sin imponer nada a nadie, simplemente por la enorme atracci¨®n que ha ejercido la Uni¨®n sobre el resto de los Estados europeos. Es un ¨¦xito hist¨®rico.
Pero la Uni¨®n es un proceso, una labor continua. Y precisamente por ello, albergo la convicci¨®n de que necesitamos cambios. En diversos campos: en qu¨¦ cosas hacemos y en c¨®mo las hacemos; en c¨®mo nos comunicamos con los ciudadanos, en c¨®mo gastamos su dinero, en c¨®mo nos relacionamos con el mundo.
Pero por encima de todo, necesitamos salvaguardar la capacidad de Europa para actuar. El mundo est¨¢ cambiando muy r¨¢pidamente. Nuevos actores se incorporan a los centros de poder y decisi¨®n; cambian tambi¨¦n los grandes flujos econ¨®micos; las tendencias del pensamiento se alejan en muchos casos de nuestro modelo humanista; la innovaci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica se extiende a regiones del mundo donde hubiera sido impensable encontrar ese tipo de conocimiento hace s¨®lo unas d¨¦cadas. Ante esos cambios profundos, ante esos retos de alcance impredecible, lamento tener que constatar que nuestra Uni¨®n est¨¢ reaccionado con una paralizante estrechez de miras. Cuando m¨¢s alerta debemos estar, cuando m¨¢s demanda de Europa hay en el mundo, la Uni¨®n se ha replegado sobre s¨ª misma en una est¨¦ril crisis institucional. No podemos continuar as¨ª. Debemos resolver esto cuanto antes, en este a?o 2007. Deseo por ello apoyar sin la menor reserva los esfuerzos de la canciller doctora Merkel para poner fin al par¨¦ntesis en el que nos encontramos y volver a situar a Europa sobre bases s¨®lidas para afrontar el futuro.
Y debemos abordarlo con decisi¨®n porque Europa significa no s¨®lo grandes ideas, sino tambi¨¦n realizaciones concretas. Ha habido muchas, y de gran importancia: el mercado ¨²nico, el euro, la ampliaci¨®n, el desarrollo de capacidades para llevar a cabo operaciones militares y civiles de gesti¨®n de crisis. Pero nuestros ciudadanos quieren algo m¨¢s que un mercado y un proyecto de estabilizaci¨®n regional. Tambi¨¦n quieren que la Uni¨®n sea un actor global. Y quieren que, al actuar globalmente, sea un factor de paz.
La pol¨ªtica internacional s¨®lo se puede hacer hoy en d¨ªa desde plataformas continentales. Europa tiene intereses que preservar, amenazas a las que hacer frente, problemas que le afectan y debe resolver. Para cumplir estos objetivos tenemos que desarrollar una aut¨¦ntica pol¨ªtica exterior y una pol¨ªtica de defensa y seguridad. En los ¨²ltimos a?os hemos avanzado mucho por este camino, pero lo hemos hecho gracias a la convicci¨®n y al trabajo duro, a la buena voluntad de muchos, llegado el caso, improvisando soluciones seg¨²n aparec¨ªan los problemas. Y estamos muy cerca del
l¨ªmite de lo que se puede conseguir por ese camino. Nadie mejor que nosotros los europeos sabe que si se quiere que las pol¨ªticas duren deben sustentarse en instituciones. S¨®lo podremos desarrollar una aut¨¦ntica pol¨ªtica exterior si nos dotamos de las estructuras necesarias.
Hay una relaci¨®n muy especial entre pol¨ªtica exterior y construcci¨®n europea. Como ya he se?alado, es evidente el inter¨¦s en actuar juntos en un mundo en el que Europa s¨®lo puede influir si act¨²a colectivamente. Pero ¨¦sa es s¨®lo una parte de c¨®mo la pol¨ªtica exterior contribuye al proyecto europeo. La otra aparece cuando se reflexiona sobre el v¨ªnculo, sutil y fruct¨ªfero, entre identidad y pol¨ªtica exterior. Estoy profundamente convencido de la causalidad inmediata entre c¨®mo nos definimos y c¨®mo actuamos en el exterior. Lo que hacemos en el mundo es fiel reflejo de lo que somos. Hay una forma europea de hacer las cosas en el mundo, de abordar los problemas internacionales: dialogar, cooperar, tender puentes, y tambi¨¦n proteger al vulnerable, hablar en nombre de aquel al que obligan a callar.
Pero la relaci¨®n entre identidad y pol¨ªtica exterior se manifiesta en los dos sentidos. Actuamos reflejando lo que somos, pero tambi¨¦n ese "somos", ese proyecto europeo, se va moldeando seg¨²n actuamos juntos. Nuestras experiencias conforman lo que queremos ser. Tenemos que actuar en un mundo cada d¨ªa m¨¢s complejo, y en algunos aspectos, m¨¢s peligroso. Un mundo en el que asistimos a un renacimiento de pol¨ªticas excluyentes, que se definen muchas veces por simple oposici¨®n al otro. Pero, y quiero subrayarlo, ninguna de esas pol¨ªticas se define frente a Europa: somos vistos como parte activa pero no como factor de amenaza. Y es as¨ª por el legado de la idea inicial sobre la que nos fundamos: leyes e instituciones s¨®lidas; b¨²squeda sin descanso del consenso, esp¨ªritu de compromiso. Ello nos permite jugar un papel ¨²nico en la soluci¨®n de muchos problemas.
Tomemos la cuesti¨®n de las armas nucleares y del desarme. El sistema instaurado para evitar la proliferaci¨®n de este tipo de armas est¨¢ hoy sometido a serias tensiones. Este sistema se basa en un delicado equilibrio entre tres pilares que deben progresar en paralelo: la no-proliferaci¨®n, el desarme y la transferencia de tecnolog¨ªa. El problema es que, en estos momentos, un n¨²mero importante de pa¨ªses, en particular entre los no alineados, consideran que hay un desequilibrio creciente entre esos tres pilares. Por esta raz¨®n, existe un riesgo cierto de que terminen abandonando este marco multilateral, como respuesta a una situaci¨®n que perciben como injusta y perjudicial para su desarrollo energ¨¦tico. O la situaci¨®n de muchos pa¨ªses africanos, con raz¨®n m¨¢s preocupados por la proliferaci¨®n de las armas ligeras que causan la muerte de miles de personas cada a?o y son un factor de inestabilidad permanente.
Pues bien, puedo asegurarles que la Uni¨®n Europea es, seguramente, el actor mejor situado, con el necesario capital pol¨ªtico y acreedor de confianza entre todas las partes implicadas, para iniciar un proceso de di¨¢logo que pueda resolver esta grave situaci¨®n.
La construcci¨®n europea arranca con la voluntad de sellar la paz entre Alemania y Francia. Cuarenta a?os despu¨¦s ha sido la clave en la reunificaci¨®n pac¨ªfica del continente. En Europa hemos sido capaces de abandonar el viejo y est¨¦ril concepto de basar nuestra seguridad en la debilidad del otro. Ahora sabemos que seremos fuertes y pr¨®speros si nuestros vecinos lo son. Y debemos dar el siguiente paso: ser factor de paz en la Comunidad Internacional. La juventud europea es generosa. Participa masivamente en multitud de acciones destinadas a paliar la situaci¨®n de los que m¨¢s sufren. He recorrido tres continentes visitando las misiones de la Uni¨®n en las que polic¨ªas, soldados, jueces, j¨®venes europeos de todo origen luchan por la paz. Lo que empez¨® como un proyecto de paz europeo debe en el siglo XXI ser un factor de paz en el mundo. Nuestros j¨®venes estar¨¢n sin dudar tras un proyecto de esta naturaleza. Porque son los principales portadores de un sue?o, el sue?o de un mundo as¨ª. Nuestros ciudadanos lo demandan. Es lo que se espera de nosotros fuera de Europa. Tenemos los medios: somos 500 millones, generamos un cuarto del producto bruto mundial, la primera potencia comercial, representamos la mitad de la ayuda al desarrollo. Con estos materiales se debe construir mucho y muy alto.
Europa, un actor global. Hablando con una sola voz. Factor decisivo en la paz y la estabilidad mundiales. Elemento insoslayable en la soluci¨®n de cualquier conflicto o crisis internacional. Punto de referencia para un mundo basado en normas e instituciones s¨®lidas y respetadas. ?sa es mi Europa. Y creo de todo coraz¨®n, que ese puede y debe ser el pr¨®ximo logro del gran proyecto europeo. Tenemos la capacidad. Pongamos la voluntad pol¨ªtica. Y hag¨¢moslo realidad.
Javier Solana es Alto Representante de la Uni¨®n Europea para la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n. Este texto es la parte central del discurso que pronunci¨® ayer en Aquisgr¨¢n con motivo de la recepci¨®n del Premio Carlomagno.
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