Tiempos nuevos, m¨¢s dif¨ªciles
Confieso que me gustan las elecciones, especialmente las locales. Quiz¨¢ porque me traen el recuerdo de las fiestas del pueblo en el que nac¨ª y me cri¨¦. Hay tambi¨¦n algo festivo en las elecciones, con las banderolas de los candidatos por las calles, coches con altavoces ambulantes, tenderetes donde los partidos te ofrecen sus productos, discursos en los que los candidatos airean todo tipo de promesas para acabar con nuestros males y alegrarnos la vida, especialmente si eres joven o mayor -viviendas asequibles para j¨®venes, viagra y empastes para los mayores-. Y todo ello, aparentemente, a un precio bastante razonable: nuestro voto. De impuestos no nos hablan.
Si por mi fuese, dictar¨ªa una ley que convocara elecciones cada a?o. Extraigo esta propuesta no de un sesudo manual de ciencia pol¨ªtica, sino como constataci¨®n de la vida diaria del barrio en que vivo, en Esplugues. Despu¨¦s de a?os en mal estado, estos d¨ªas nos han asfaltado la calle. Mi vecino est¨¢ enfadado porque s¨®lo se interesan cuando hay elecciones. Intento convencerle de que bendita sea, porque as¨ª, al menos, se acuerdan de nosotros cada cuatro a?os. Si fuesen cada a?o, quiz¨¢ el pr¨®ximo nos arreglasen las maltrechas aceras.
Mi vecino tambi¨¦n odia las promesas electorales. Pero si no hay promesas, ?c¨®mo vamos a afrontar las realidades cotidianas? A diferencia de los economistas, personajes generalmente l¨²gubres que nos recuerdan continuamente que si algo puede ir mal acabar¨¢ yendo mal, los pol¨ªticos saben que las promesas son como la literatura de ficci¨®n, nos ayudan a sobrellevar las realidades cotidianas. "No queremos realidades, queremos promesas", ven¨ªa a decir un eslogan de los j¨®venes del sesenta y ocho, una ¨¦poca ahora vilipendiada por Sarkozy como el origen de todos los males actuales.
Quiz¨¢ la promesa m¨¢s com¨²n en estas elecciones es la de la vivienda asequible para j¨®venes y personas de escasos ingresos. Despu¨¦s de 12 a?os creyendo que todo el mundo pod¨ªa pedir una hipoteca para comprar una vivienda, y que los ayuntamientos no ten¨ªan responsabilidad en vivienda social, ahora han ca¨ªdo en la cuenta de que muchos j¨®venes no se pueden emancipar y que muchas familias no pueden acceder a una vivienda digna.
Bienvenida sea la promesa de vivienda social asequible. Pero debe venir acompa?ada de la idea de que los tiempos nuevos ser¨¢n m¨¢s dif¨ªciles. Se acab¨® la org¨ªa de los a?os de vino y rosas que ha permitido a nuestros ayuntamientos llevar una vida f¨¢cil, financi¨¢ndose con las plusval¨ªas del urbanismo salvaje. Ahora los costes de haber banalizado el urbanismo y olvidado la vivienda social comenzar¨¢n a pasar factura. Y los fondos europeos se acaban.
Tiempos nuevos, m¨¢s dif¨ªciles.
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