El Louvre del desierto
"?Estar¨¢ el museo protegido de los ataques de los extremistas isl¨¢micos?". "?C¨®mo se proteger¨¢ a los visitantes de la pornograf¨ªa expuesta en el museo?". El cruce de preguntas de reporteros extranjeros y locales resume la incredulidad y la desconfianza con la que se present¨® en Abu Dhabi el proyecto para el futuro Museo del Louvre en la ciudad. Su autor, el arquitecto Jean Nouvel, conoce el terreno. No es la primera vez que el arquitecto franc¨¦s m¨¢s famoso del mundo trabaja para los Emiratos. En el vecino y hoy independiente Qatar levanta la torre Doha, que comenz¨® a construir a finales de 2006. Y ya el invierno anterior present¨® una monumental maqueta para la ?pera de Dubai, "un nuevo emblema planetario", seg¨²n Nouvel. Con todo, ese auditorio, como el 90% de los edificios que se publicitan para Dubai, todav¨ªa no se ha empezado a construir. Pero el Louvre tiene prisa. Estar¨¢ listo en cinco a?os. Cuando el jeque sult¨¢n Bin Tahnun al Nahyan anunci¨® el acuerdo con el Ministerio de Cultura franc¨¦s, en Francia se destap¨® una pol¨¦mica que viene de lejos: la decisi¨®n de Henri Loyrette, el director del museo parisiense, de ceder temporalmente algunas de las obras al High Museum of Art de Atlanta durante tres a?os, a cambio de 5,5 millones de euros. Con lienzos como el Retrato de Baltasar Castiglione, de Rafael, o Et in Arcadia ego, de Poussin, ya en camino, llega ahora el anuncio de un nuevo acuerdo, y de una nueva sede del Louvre en el desierto.
La nueva sede del museo franc¨¦s ser¨¢ la guinda de un barrio cultural que contar¨¢ con otro Guggenheim de Frank Gehry; con un teatro de artes esc¨¦nicas que firmar¨¢ la arquitecta m¨¢s famosa del mundo, la iraqu¨ª Zaha Hadid; con un museo mar¨ªtimo de otro premio Pritzker, el japon¨¦s Tadao Ando; y con un parque, llamado de la Biennale, en el que 19 arquitectos emergentes construir¨¢n pabellones singulares. As¨ª, cuando Jean Nouvel termine de levantar el nuevo Louvre, en 2012, la hoy isla desierta de Saadiyat ser¨¢ todo menos un desierto. Y har¨¢ honor a su nombre (Felicidad) para los ricos turistas que se acerquen a visitarla. A 500 metros de la costa de Abu Dhabi, la capital de los Emiratos ?rabes Unidos, la isla quiere convertirse en el mejor destino cultural del mundo jam¨¢s so?ado por potentados: playas paradis¨ªacas, obras maestras del arte occidental y hoteles de siete estrellas. ?Por qu¨¦? Abu Dhabi es un emirato rico. Su renta per c¨¢pita es de 30.000 d¨®lares y concentra casi el 10% de la producci¨®n petrol¨ªfera del mundo y el 4% de la de gas natural. Pero sabe que esos recursos son limitados y ha decidido actuar. Invertir. Diversificar la econom¨ªa, apostar por una nueva fuente de inversi¨®n: el turismo de altos vuelos. ?Por qu¨¦ arte y arquitectura? En esa elecci¨®n podr¨ªa haber tenido algo que ver el hecho de que, en los ¨²ltimos a?os, el jeque califa Bin Zayed al Nahyan, de Abu Dhabi, haya visto c¨®mo uno de sus vecinos, Dubai, pasaba de ser arena del desierto a convertirse en un sorprendente destino tur¨ªstico glamouroso y millonario.
Genial o maquiav¨¦lica, que la idea de transformar una isla desierta en nuevo destino de turismo cultural iba en serio se empez¨® a ver cuando el pasado junio, el director de la Fundaci¨®n Guggenheim, Thomas Krens, y el arquitecto Frank Gehry presentaron el que ser¨¢ el mayor museo Guggenheim de la historia. Y desvelaron las cifras del acuerdo: 400 millones de d¨®lares a cambio de la marca Guggenheim. Krens anunci¨® que el de los Emiratos ?rabes ser¨ªa el mayor de todos los Guggenheim construidos hasta la fecha. Aunque el proyecto para ese gran museo se conoci¨® hace ya casi un a?o, lo cierto es que una nueva sede de una instituci¨®n que cuenta ya con franquicias en Nueva York, Venecia, Bilbao, Las Vegas y Berl¨ªn, y que ha contemplado proyectos en R¨ªo de Janeiro o M¨¦xico, es cada vez menos noticia. As¨ª, la informaci¨®n de un Guggenheim en el desierto pas¨® directamente a las hemerotecas. Sin apenas comentarios. Y sin pol¨¦mica alguna. S¨®lo ha revivido ahora, al rebufo de un anuncio m¨¢s sorprendente, el del Louvre de Abu Dhabi.
"No estamos aqu¨ª para transformar la cultura en un producto de consumo. No vamos a vender el legado cultural franc¨¦s. Al rev¨¦s. Estamos aqu¨ª para llevar nuestra cultura a los lugares del mundo donde la valoran", dijo el ministro de Cultura de Francia, Renaud Donnedieu de Vabres, mientras Jacques Chirac aseguraba que el nuevo Louvre de Abu Dhabi era "un s¨ªmbolo de un mundo que considera que la lucha entre civilizaciones es la trampa m¨¢s peligrosa de nuestro tiempo". Chirac se enfrentaba a un p¨²blico internacional conociendo las reticencias y la oposici¨®n de buena parte de los historiadores y directores de los museos franceses, pero a sabiendas tambi¨¦n de la precariedad de las finanzas del museo m¨¢s famoso del mundo. Se aprecia en el reducido n¨²mero de empleados, para tan magna pinacoteca, y hasta en las desgastadas capas de pintura de las salas. Por eso, cuando el 13 de diciembre de 2006 apareci¨® en Le Monde un art¨ªculo titulado "Los museos franceses est¨¢n en venta", en el que el ex director del Museo Picasso de Par¨ªs Jean Clair, la antigua directora de los museos franceses Fran?oise Cachin y el historiador Roland Recht aseguraban que los museos franceses eran la envidia del mundo por sus fondos p¨²blicos, otros historiadores entraron en el debate. "Seguramente en el pasado reciente ha sido as¨ª. Pero hoy el Louvre necesita dinero si quiere seguir siendo un servicio p¨²blico", replic¨® la antigua comisaria del Victoria & Albert de Londres, Anna Sommers Cocks, en The Art Newspaper. La historiadora inglesa, que invit¨® a artistas como Chuck Close, Shirin Neshat o Frank Gehry a escribir en su peri¨®dico contra la guerra de Irak, declar¨®: "Que Abu Dhabi, Qatar y Dubai empiecen a pedir museos y bibliotecas es una oportunidad para ejercer el poder blando en contraposici¨®n con el poder duro que tan desastrosamente se ha ejercido en Irak".
Las criticadas nueve exposiciones prestadas al High Museum de Atlanta a cambio de 5,5 millones de euros aportan parte del presupuesto que el Louvre necesitaba. El acuerdo de intercambio entre museos establec¨ªa que las obras cedidas no estuvieran ausentes m¨¢s tiempo del plazo habitual de una exposici¨®n. Pero aun as¨ª, el pacto con Atlanta provoc¨® la protesta de un sector de la cultura francesa. Si alquilar los cuadros de Vel¨¢zquez (La infanta Margarita), Rembrandt (San Mateo con el ¨¢ngel) o Guido Reni (Uni¨®n del dibujo y el color) a la "ciudad de la Coca-Cola" les parec¨ªa dinero f¨¢cil, llevar el Louvre al desierto ha sido a¨²n m¨¢s controvertido. Pero no es la primera vez que la pinacoteca cede sus cuadros. Ni siquiera la primera vez que el museo cede su nombre. El director del Louvre, Henri Loyrette, ha declarado que su museo presta para exposiciones itinerantes unas 1.500 obras al a?o. En el pasado ha cedido lienzos de la relevancia de la Mona Lisa, una de sus obras estelares. Y existe tambi¨¦n un precedente de una gran cesi¨®n sin beneficio econ¨®mico: los pr¨¦stamos del Louvre a la ciudad de Lens, en el sur de Francia.
El Louvre de Abu Dhabi se inaugurar¨¢ con 300 obras. Las expondr¨¢ el primer a?o. Y el n¨²mero de piezas cedidas disminuir¨¢ a medida que el centro ¨¢rabe vaya formando su propia colecci¨®n, presumiblemente, de arte isl¨¢mico. Aunque eso est¨¢ por ver. No est¨¢ escrito en ning¨²n sitio. Lo que s¨ª figura son m¨¢s n¨²meros: s¨®lo por la cesi¨®n del nombre, la marca Louvre, el museo parisiense percibir¨¢ 400 millones de euros. Al margen se negocian las obras –un 0,1% de la colecci¨®n del Louvre, que tiene 380.000 piezas, de las que s¨®lo puede exponer el 10%, o sea, 35.000–. Esas obras ser¨¢n cedidas por breves periodos durante un plazo de 30 a?os, siguiendo el modelo del Louvre Atlanta, donde pueden verse lienzos, esculturas y piezas de mobiliario durante tres meses y en un ciclo de exposiciones que durar¨¢ tres a?os.
En ese mar de cifras, el director del centro, Henri Loyrette, ha salido al paso de la pol¨¦mica alegando que el dinero es importante, pero no fundamental. "El Louvre no puede permitirse permanecer ausente de una tendencia en el mundo muse¨ªstico que ha permitido renovar instituciones como el Guggenheim de Nueva York, con filiales en Bilbao, en Berl¨ªn y en Las Vegas". La franquicia es para la marca Guggenheim una forma de vida. Y un modelo. Otra galer¨ªa parisiense de referencia mundial, el Centro Pompidou, inaugurar¨¢ el a?o que viene una nueva sede en Metz, al norte de Francia, que ha dise?ado el japon¨¦s Shigeru Ban, y la instituci¨®n ya ha anunciado su voluntad de negociar una futura sede en Shanghai. Un museo de la era victoriana, el Victoria & Albert de Londres, negocia tambi¨¦n un acuerdo para desplazar parte de su obra a Hong Kong. El British y el Hermitage de San Petersburgo comparten esa voluntad de "internacionalizar los museos", y hasta el Rodin de Par¨ªs ha anunciado que abrir¨¢ sede brasile?a en Salvador de Bah¨ªa. ?Ser¨¢ la franquicia la tendencia muse¨ªstica del siglo XXI? Puesta en t¨¦rminos econ¨®micos, la cuesti¨®n adquiere una nueva luz. Es decir, a la pregunta "?Qu¨¦ opinar¨ªa usted de que el Prado abriera una sucursal en Pek¨ªn?" se obtendr¨ªa una respuesta que posiblemente ser¨ªa distinta a la pregunta "?Le interesar¨ªa que en lugar de dedicar el dinero de sus impuestos a los museos p¨²blicos se dedicara a acortar la lista de espera en los hospitales o a asegurar plazas de guarder¨ªa a todos los ni?os menores de tres a?os?".
Las cartas de los Emiratos est¨¢n sobre la mesa. Se trata de tener previsto un nuevo motor para cuando el petr¨®leo y el gas natural flaqueen. Las de los franceses andan m¨¢s confundidas. De un lado, y a la estela del Gran Louvre que quiso hacer Mitterrand en los a?os setenta, cuando se ampli¨® subterr¨¢neamente con servicios para los visitantes, al museo m¨¢s famoso del mundo le quedaban pocas maneras de crecer. Escaso de presupuesto y algo falto de mantenimiento, simplemente envejec¨ªa. Por otra parte, ?por qu¨¦ habr¨ªa de sacar a pasear por el mundo obras maestras por las que la gente ha peregrinado durante siglos para ver en Francia? En sus poco m¨¢s de dos siglos de historia, los museos han tratado de ponerse al d¨ªa con sucesivas transformaciones. Abri¨¦ndose al p¨²blico. Aceptando ser m¨¢s sede social que cultural, sufragados con actos de presentaci¨®n de libros, licores o colecciones de moda; alimentados por las crecientes ventas de las tiendas de souvenirs o recibiendo donaciones.
Superada la ¨¦poca de las pinacotecas, al museo-centro comercial le sigui¨® el modelo museo-espect¨¢culo, en el que el edificio pasaba a un primer plano y se convert¨ªa en reclamo. Este modelo tambi¨¦n entr¨® en crisis cuando casi cualquier aldea del mundo ha llegado a tener un edificio m¨¢s o menos grandilocuente pero estrepitosamente vac¨ªo de contenido. As¨ª las cosas, la franquicia podr¨ªa ser para los museos un asunto de futuro. Hace veinte a?os, los museos espa?oles apenas ten¨ªan cafeter¨ªa y tienda de recuerdos. Hoy, las tiendas, los bares y los restaurantes ocupan en los museos mucho m¨¢s que el departamento de educaci¨®n.
Los museos son elitistas s¨®lo ciertos d¨ªas al a?o. El resto se deben al p¨²blico y cumplen. Nos ofrecen pan, circo, cultura y grandes colas.
M¨¢s all¨¢ de la pol¨¦mica sobre los intercambios comerciales o culturales, el historiador Didier Rykner, que hoy lidera la oposici¨®n al Louvre de Abu Dhabi desde su web en La Tribune de l'Art, ha conseguido reunir las firmas de m¨¢s de 5.000 profesores, historiadores y trabajadores de museos en contra del proyecto. Tras el anuncio oficial del acuerdo, declar¨® que hab¨ªa perdido la batalla, pero que la guerra continuaba. Con todo, una de las batallas que siguen generando m¨¢s preguntas no podr¨¢ comenzar hasta que est¨¦ el escenario preparado y se cuelguen las exposiciones. ?Qu¨¦ tratamiento recibir¨¢ la figura humana en un ¨¢mbito isl¨¢mico tan conservador como el de Abu Dhabi? La respuesta del ministerio franc¨¦s fue escueta: "El comit¨¦ que seleccionar¨¢ las obras expuestas incluir¨¢ un representante de Abu Dhabi conocedor de la cultura, las costumbres y la sensibilidad locales". La poblaci¨®n del emirato es fundamentalmente isl¨¢mica y, a pesar de ser una de las ciudades m¨¢s liberales en el ¨¢mbito conservador del golfo P¨¦rsico, no deja de ser un lugar en el que buena parte de las mujeres contin¨²an cubri¨¦ndose la cabeza con una shayla.
Hace d¨ªas, el autor del Guggenheim de Bilbao, Frank Gehry, ha declarado que su nuevo museo ser¨¢ una aventura. "Acabo de cumplir 78 a?os, pero no me considero acabado", dec¨ªa en un art¨ªculo publicado en el diario brit¨¢nico The Guardian titulado, precisamente, "Mi aventura en Abu Dhabi". Gehry demostraba ser consciente de la importancia de sus decisiones: "Tengo un equipo de 170 personas y, m¨¢s que marcar un camino, lo que me gusta es experimentar. Y eso es lo que vamos a hacer", anunciaba. El arquitecto ha dejado claro que Abu Dhabi no ser¨¢ un Bilbao 2. Y lo cierto es que la maqueta presentada el verano pasado es muy diferente del museo vasco. Lejos de ser un cuerpo escult¨®rico, es un espacio fragmentado, una manzana con calles y plazas: la suma de varios edificios. "Ser¨¢ m¨¢s org¨¢nico. Mi interpretaci¨®n de un pueblo ¨¢rabe: con callejas, sombras y sol. El mayor Guggenheim de la historia tendr¨¢ sol y aire fresco", dijo Gehry en la presentaci¨®n. El frescor de la sombra de su proyecto jugar¨¢ una baza importante, aunque el arquitecto ya ha admitido que el museo deber¨¢ contar tambi¨¦n con aire acondicionado. Como el futuro Louvre, el nuevo Guggenheim tardar¨¢ cuatro a?os en construirse. "Lo terminar¨¦ con 82 a?os, y lo que s¨ª puedo adelantar es que no se parecer¨¢ en nada a la ampliaci¨®n del MOMA de Nueva York, que tanto empe?o ha puesto en recordar a unos grandes almacenes", dijo un Gehry beligerante.
Con todo, y a pesar de sumarse a la moda de los edificios espect¨¢culo, la ciudad de Abu Dhabi no pod¨ªa apostar una parte tan importante de su dinero a una sola carta. Ni el mayor Guggenheim ni el primer Louvre franquiciado estar¨¢n solos en el desierto. La isla de Saadiyat contar¨¢ tambi¨¦n con un teatro de la iraqu¨ª Zaha Hadid de aires biom¨®rficos con grandes cristaleras en forma de hoja, un proyecto que, como es habitual en los trabajos de Hadid, genera pol¨¦mica. Desde numerosos foros de Internet se preguntan ya c¨®mo piensa hacer un teatro con tanta luz artificial. Es como si no hubiera ca¨ªdo en que ning¨²n auditorio ni teatro puede tener vistas, que en su edificio son, naturalmente, al mar. "Lo que los pol¨ªticos quieren de nosotros es un collar de perlas", ha resumido Frank Gehry aludiendo a la ristra de edificios singulares que ha encargado el jeque califa Bin Zayed al Nahyan.
Curtido y generoso, Gehry ha alabado los trabajos de sus colegas en el futuro distrito cultural de la isla, y, con una vitalidad que hace olvidar que es casi octogenario, se ha ofrecido para trabajar en su urbanismo. "Lo que me entusiasma del proyecto de Abu Dhabi es el cambio que supone. Se ha puesto de moda recibir encargos para levantar edificios bonitos pero vac¨ªos. En Abu Dhabi se han preocupado de los contenidos. Y eso ya indica un cambio". C¨®mo y qu¨¦ se mostrar¨¢ promete ser la nueva pol¨¦mica del traslado de un coloso de la cultura occidental al desierto. ?Di¨¢logo entre culturas? ?Transacci¨®n comercial? ?Gueto cultural? Sea como sea, convertir una isla desierta en un para¨ªso rentable en el escaso margen de una d¨¦cada tal vez refleje, como pocos otros proyectos, la urgencia y la huida hacia delante en la que, definitiva y globalmente, estamos todos inmersos.
Un centro de artes esc¨¦nicas
Con cinco teatros –una sala de conciertos, una ¨®pera, un teatro flexible, un auditorio y una escuela de artes esc¨¦nicas– y capacidad para 6.300 espectadores, el edificio que la ¨²nica arquitecta del mundo premiada con el Pritzker levantar¨¢ en Abu Dhabi ser¨¢ su mayor proyecto hasta la fecha. Con forma biom¨®rfica y enormes ventanales vertebrados como hojas de ¨¢rbol, el centro explotar¨¢ la luz natural. Y su rotunda forma l¨ªquida dejar¨¢ atr¨¢s los trabajos angulosos de su autora. No en vano, Zaha Hadid (Bagdad, 1950) lo ha definido como una "forma escultural compleja que cambia de altura y profundidad para acoger las diversas instalaciones". No es ¨¦ste el primer proyecto que Hadid firma para Abu Dhabi; su puente Sheik Zayed ya est¨¢ en construcci¨®n.
El mayor de todos los Guggenheim
El m¨¢s joven de los museos Guggenheim ser¨¢ tambi¨¦n el de mayor tama?o. Y tal vez el menos ic¨®nico. Su arquitecto, Frank Gehry, ha optado por reproducir, con su lenguaje pl¨¢stico ondulante de geometr¨ªas trapezoidales, la escala y la organizaci¨®n de un poblado ¨¢rabe. As¨ª, el GAC (Guggenheim Abu Dhabi) se asemeja a una monta?a de peque?os edificios inclinados. Tendr¨¢ plazas y calles, sombras y luces. Gehry ha repartido salas e instalaciones entre los muchos edificios que compondr¨¢n el museo. Y de acuerdo con la voluntad ecologista de la isla de Saadiyat, donde se levantar¨¢, el arquitecto californiano ha recurrido a ventilaciones cruzadas, p¨¦rgolas y zonas de sombra. El resultado, un museo-ciudad para una ciudad-museo, un lugar que, como dice el proyectista, ser¨¢ tan Gehry como Abu Dhabi. Este a?o empiezan las obras. Y cuentan con que est¨¦ listo en 2011.
Una c¨²pula a la orilla del mar
El Instituto del Mundo ?rabe de Par¨ªs fue el proyecto que lanz¨® a Jean Nouvel al estrellato internacional. Tras aquel logro de los ochenta llegaron algunos museos en los noventa, y la ampliaci¨®n del Reina Sof¨ªa de Madrid en 2004. Pero despu¨¦s de fallar en un intento de dise?ar un Guggenheim para R¨ªo de Janeiro en 2002, a Nouvel le faltaba un gran museo cosmopolita. En Abu Dhabi ha encontrado esa oportunidad. El Louvre del Golfo vivir¨¢ protegido por una gran c¨²pula perforada por tragaluces que filtrar¨¢n el sol y la luz. El proyecto del franc¨¦s comparte con el de Frank Gehry la idea del museo-ciudad en una ciudad-museo, pero con una diferencia: Nouvel apuesta por un gigantesco reclamo, la c¨²pula junto al agua. ?sa ser¨¢ la imagen del nuevo Louvre que abrir¨¢ sus puertas en el a?o 2012.
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