Irak: la experiencia mexicana
La analog¨ªa consiste en encontrar similitudes entre cosas diferentes. M¨¦xico en 1862 no es Irak en 2007, pero la analog¨ªa se impone como lecci¨®n y advertencia. En M¨¦xico, la guerra civil entre liberales y conservadores culmin¨® en la victoria de aqu¨¦llos y la inconformidad de ¨¦stos. La raz¨®n hist¨®rica favoreci¨® a los liberales. El desplome de la c¨²pula protectora de Espa?a nos dej¨® desamparados, en busca de f¨®rmulas pol¨ªticas imitativas y formales cuya desorientaci¨®n nos condujeron a las oscilaciones entre la anarqu¨ªa y la dictadura. Crear un orden jur¨ªdico y social post-santanista, post-1848, fue la intenci¨®n de Ju¨¢rez y el liberalismo. Restaurar el orden colonial perdido y mantener los privilegios coloniales en el orden independiente, la consigna de los conservadores. La raz¨®n asisti¨® a los liberales, la sinraz¨®n a los conservadores, quienes, derrotados, acudir¨ªan al expediente de pedir la intervenci¨®n extranjera y, al cabo, la ocupaci¨®n de M¨¦xico por el ej¨¦rcito paneuropeo de Napole¨®n III y del trono por el d¨¦bil y envidioso (de su hermano Francisco Jos¨¦ de Austria) Maximiliano de Habsburgo. (Los Habsburgo han gobernado a M¨¦xico m¨¢s tiempo que el PRI: de 1521 a 1700 y de 1864 a 1867).
El triunfo de Ju¨¢rez y el liberalismo consolid¨® tanto la realidad como la voluntad de la integridad nacional de M¨¦xico. No nos garantiz¨® la ecuaci¨®n independencia con democracia ni con justicia. Buscarla en sus distintas dimensiones: democracia (Madero), justicia (Zapata), legalidad (Carranza), desarrollo (Obreg¨®n, Calles), desarrollo y justicia (C¨¢rdenas), fue el prop¨®sito de los gobiernos y movimientos revolucionarios entre 1911 y 1940. Obtener, as¨ª fuera parcialmente, estas metas cost¨® por lo menos diez a?os de sangre y treinta de consolidaci¨®n.
Fue un proceso confuso, tan confuso como puede serlo una revoluci¨®n cuando se combate a s¨ª misma, y por ello, al cabo, un conflicto de M¨¦xico consigo mismo. Nada peor puede sucederle a un pa¨ªs que lucha por conocerse que la intervenci¨®n extranjera que, por definici¨®n, desconoce el terreno for¨¢neo que pisa. Las intervenciones de los EE UU en los asuntos internos de M¨¦xico fueron fatales para ambas partes, pero sobre todo para los EE UU. El desconocimiento del r¨¦gimen democr¨¢tico de Madero por la conspiraci¨®n del embajador norteamericano Henry Lane Wilson con Victoriano Huerta y los militares de casta, interrumpi¨® brutalmente el proceso democr¨¢tico en M¨¦xico (como el derrocamiento de Salvador Allende por Nixon y Pinochet interrumpi¨® el de Chile). La ceguera del presidente William Howard Taft no le dio visi¨®n a su sucesor, Woodrow Wilson, quien intervino fatalmente en M¨¦xico en dos ocasiones. En 1913, los marines ocuparon Veracruz y el hecho, lejos de da?ar al dictador Huerta, lo fortaleci¨® con el regalo de la unidad frente a una invasi¨®n extranjera. (El mismo error del embajador Spruille Braden contra Per¨®n en 1945: la consigna Braden o Per¨®n uni¨® a los argentinos con Per¨®n). En 1913, Huerta aprovech¨® la invasi¨®n de Veracruz para reclutar tropa en defensa de la patria, pero, en realidad, para combatir a Villa y a Zapata. De nuevo, en 1917, "dej¨® Carranza pasar americanos" buscando infructuosamente a Villa, ¨²nico extranjero en invadir territorio norteamericano desde que los ingleses quemaron la Casa Blanca en 1812. Como dice el corrido, los gringos "se regresaron corriendo a su pa¨ªs": la Gran Guerra concentraba el ¨¢nimo b¨¦lico de Wilson.
Acaso peor que las invasiones armadas fueron las guerras pol¨ªticas libradas por los EE UU contra las reformas revolucionarias en M¨¦xico. En particular, la aplicaci¨®n de los art¨ªculos 27 (reforma agraria y propiedad del subsuelo) y 123 (organizaci¨®n del
trabajo) fueron combatidos con sa?a tanto por los intereses del capital norteamericano como por las presidencias de Warren Harding y Calvin Coolidge. Con particular encono, el senador Albert B. Fall sent¨® a M¨¦xico en el banquillo internacional de los acusados. El ex embajador Lane Wilson volvi¨® a la carga proponiendo la divisi¨®n de M¨¦xico en el paralelo 22 para crear un "Estado colch¨®n" neutral (o sea, sometido a los EE UU). El reconocimiento diplom¨¢tico a cambio de "la protecci¨®n contra la confiscaci¨®n", otorg¨¢ndole al extranjero m¨¢s derechos que al propio mexicano. El env¨ªo por Harding de tropas a la frontera para proteger "vida y propiedad" norteamericanas. El rechazo a la aplicaci¨®n retroactiva del art¨ªculo 27. Las campa?as de prensa y las presiones diplom¨¢ticas, as¨ª como la amenaza del uso de la fuerza: s¨®lo la admirable coincidencia de las presidencias de Franklin D. Roosevelt en los EE UU y de L¨¢zaro C¨¢rdenas en M¨¦xico puso a prueba tanto la voluntad soberana de M¨¦xico como la voluntad negociadora de los EE UU.
La nacionalizaci¨®n del petr¨®leo en 1938 provoc¨® la ruptura de relaciones con Holanda e Inglaterra. Roosevelt resisti¨® las clarinadas b¨¦licas en los EE UU y decidi¨® negociar con C¨¢rdenas. A partir de ese momento, ha habido inevitables fricciones entre los dos pa¨ªses fronterizos. Pero ha privado el ¨¢nimo conciliador y diplom¨¢tico. Los EE UU han convivido durante siete d¨¦cadas con gobiernos mexicanos autoritarios, sin plantear la exigencia democr¨¢tica que hoy esgrimen en Irak. Salimos ganando los dos. Washington no compr¨® pleito en la pol¨ªtica interna de M¨¦xico y los mexicanos, by trial and error, llegamos a nuestro propio, aunque fr¨¢gil, equilibrio democr¨¢tico. Los problemas est¨¢n all¨ª, pero pueden resolverse: migraci¨®n laboral, crimen, seguridad, no son ya problemas que M¨¦xico crea a los EE UU, sino problemas que ambos creamos y ambos podemos resolver.
Evoco esta dif¨ªcil relaci¨®n para ilustrar los graves errores de la actual Administraci¨®n norteamericana en Irak. Guerra ilegal: Sadam Husein no ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva. Guerra mentirosa: derrocar a Sadam no era la raz¨®n de la guerra y en Oriente Medio hay m¨¢s de un tirano. Guerra contraproducente: Sadam y Osama Bin Laden eran enemigos, no aliados. La ocupaci¨®n norteamericana dio a Al Qaeda la entrada a Irak que Sadam le neg¨®. Guerra perdida: el triunfalismo inicial de Bush (disfrazado de Snoopy sobre un portaaviones) ha cedido la plaza a la derrota final de Bush.
Bush no s¨®lo invadi¨® sin causa. Agravi¨®. Cre¨® menos seguridad. Resucit¨® la pl¨¦tora de inquinas religiosas y nacionalistas en Mesopotamia. Hoy, Irak es un campo de batalla incontrolable por la fuerza de ocupaci¨®n norteamericana. Sun¨ªes, chi¨ªes y kurdos combaten por la supremac¨ªa. La balcanizaci¨®n religiosa y regional impide todo intento de unidad nacional. La oposici¨®n a la guerra, mayoritaria en el mundo desde su inicio, hoy se manifiesta en los propios USA. La corona de laureles se convirti¨® en corona de espinas.
La lecci¨®n de M¨¦xico consiste en dejar a los iraqu¨ªes que diriman sus pleitos seculares entre s¨ª. Bush se resiste a abandonar Irak antes del fin de su mandato. No quiere admitir la derrota. Quiere seguir sacrificando vidas norteamericanas e iraqu¨ªes. Quiere pasarle la papa caliente a su sucesor. Quiere aplazar el d¨ªa en que los propios iraqu¨ªes, sin tropas de ocupaci¨®n extranjeras, como M¨¦xico en 1867, como M¨¦xico en 1917, resuelva sus propios problemas -acaso con m¨¢s sangre, pero al cabo con m¨¢s certeza-. S¨®lo los mexicanos, s¨®lo los iraqu¨ªes, conoc¨ªamos y conocemos las profundas ra¨ªces hist¨®ricas, culturales, pol¨ªticas y religiosas de nuestros propios conflictos. Nadie puede resolverlos en nuestro nombre, a partir de la ignorancia y de la fuerza -o de la ignorancia de la fuerza-.
Que salgan los EE UU de Irak. El caos que siga no ser¨¢ mayor que el caos existente, pero tendr¨¢ una virtud: que del caos saldr¨¢ alg¨²n d¨ªa una naci¨®n m¨¢s viable que la actual.
Porque la ocupaci¨®n norteamericana impide la formaci¨®n nacional de Irak.
Porque la ocupaci¨®n norteamericana no es m¨¢s que el cap¨ªtulo final de la larga historia de la herencia colonial en Oriente Medio. Irak marca el ocaso final de una pol¨ªtica insostenible.
Que Irak se ocupe de Irak.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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