Miedo a la pol¨ªtica
Es la campa?a del miedo. Y como tal es aburrida y desmovilizadora. ?Miedo a qu¨¦? Miedo a perder lo que ya se tiene. Miedo a la pol¨ªtica.
En la sociedad del riesgo los partidos han apostado por no arriesgar lo m¨¢s m¨ªnimo. Los alcaldes salientes -los que ya tienen el poder y no quieren perderlo- buscan un tono moderado en su expresi¨®n, para que el ciudadano no olvide en ning¨²n momento qui¨¦n es el alcalde; evitan la confrontaci¨®n y dejan las respuestas duras en manos de sus aliados (en este sentido Imma Mayol hace un trabajo impagable para Hereu), e intentan trasmitir que ellos son los portadores de resultados y los otros s¨®lo tienen promesas. El eslogan de Hereu sintetiza de alg¨²n modo su campa?a: "nuevo alcalde". Es cierto, es nuevo, a diferencia de sus contrincantes, que son todos repetidores, y es alcalde, cosa que ninguno de sus rivales ha sido nunca. Con esta doble credencial parece que basta para ganar. Su condici¨®n de novedad como candidato le sirve para ocultar que es el cuarto alcalde de la misma familia. Y su condici¨®n de alcalde le da el marchamo de favorito en un ambiente continuista. Pero lo m¨¢s sorprendente es que los aspirantes practiquen tambi¨¦n la estrategia del miedo. Como si la desconfianza en la victoria fuera tal que estuviesen m¨¢s preocupados por no perder posici¨®n que por desbancar al adversario. Siguiendo con el ejemplo de Barcelona, el caso de Trias es emblem¨¢tico. Trias est¨¢ probablemente ante su ¨²ltima oportunidad y, sin embargo, su campa?a se limita a reiterar la necesidad del cambio despu¨¦s de tantos a?os con la misma mayor¨ªa, a decir que ¨¦l se siente m¨¢s de izquierdas que el que m¨¢s (?por qu¨¦ no se apunta entonces a la mayor¨ªa actual? ?D¨®nde est¨¢ la alternancia?), y a repetir que ¨¦l s¨®lo tiene un objetivo: ganar. Todo ello acompa?ado con un ramillete de medidas concretas en funci¨®n del d¨ªa y el lugar donde el candidato se encuentra.
M¨¢s que nunca, a derecha e izquierda, estas elecciones se han convertido en un cat¨¢logo de promesas. Y esto ocurre porque nuestros pol¨ªticos tienen miedo a la pol¨ªtica. En nombre de cierto pragmatismo y con la coartada de la preocupaci¨®n por los problemas concretos de los ciudadanos, el surtido de regalos que los candidatos prometen es el recurso para disimular la incapacidad de presentar verdaderos proyectos pol¨ªticos, en que las medidas concretas adquieran sentido en funci¨®n de una idea de ciudad, unos objetivos, un calendario, un relato. Hemos sustituido la pol¨ªtica por el juego de qui¨¦n propone m¨¢s, independientemente del c¨®mo se hace y el porqu¨¦. Pero los ciudadanos no son idiotas y no s¨®lo desconf¨ªan de las promesas, sino que saben las carencias que ¨¦stas ocultan. A la pol¨ªtica de listado de propuestas se acostumbra responder con la abstenci¨®n. Me gustar¨ªa pensar que ¨¦sta es la ¨²ltima campa?a guiada por el juego de las promesas. Y que despu¨¦s de ella los pol¨ªticos se den cuenta de que han tocado fondo y pierdan miedo a la pol¨ªtica. Es lo que intentaron hacer Nicolas Sarkozy y S¨¦gol¨¨ne Royal en Francia. Y tuvo premio: 85% de participaci¨®n.
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