Entre el cinco y el seis
Los juanpedros de Guadalix consiguieron en Las Ventas la mezcla m¨¢gica. Lo de Victoriano del R¨ªo sali¨® bravo y noble, algunos justos de fuerzas, pero la m¨¢s completa de la feria.
El Juli ten¨ªa algo pendiente con Madrid. Sali¨® Cantap¨¢jaros, algo flojito. Prob¨® Juli¨¢n dos ver¨®nicas, lo vio r¨¢pido y le levant¨® el capote. Le gustaba. Con poca pica le encaden¨® chicuelina, tafallera, revolera y, con recorte, al caballo. Tantas ganas le sacaban en banderillas de las tablas, resoplaba, devolv¨ªa la toalla sin usar, y, a paso en¨¦rgico, retiraba a la cuadrilla con se?as de la montera. Quieto en el 5, lo recibi¨® alternando pases por alto, se lo ech¨® a la izquierda, dando medio pecho y arrastrando lo justo, templando a la velocidad precisa, sin curvar la trayectoria, tiraba de ¨¦l como de un juguete. Con la diestra, adelantando bien para embarcar, m¨¢s volcado, cargando, lo llevaba a ritmo dormido y cambi¨® la mano como en un sue?o. El toro estaba en el canasto y El Juli en la gloria; ya todo sal¨ªa como imaginado y oy¨® ese murmullo sideral de Las Ventas que esperaba hac¨ªa tanto. Borracho, alargaba las series entre ol¨¦s, hasta que puso en pie la plaza. La estocada fue la que toro y torero merec¨ªan, pero alguna dolencia vesicular del presidente le hurt¨® la segunda oreja. Oreja que no estaba dispuesto a ceder en el quinto. ?A por la Puerta Grande! Dos delantales y una media lo recibieron buscando reposo. Bien al caballo, como todos; bien a por los buenos pares de Carretero; bien El Juli, que se lo llev¨® andando, jugando con la franela como quien pasa las p¨¢ginas de un libro, entre el 5 y el 6. Luego empez¨® a arquearse -demasiado- y el toro se cay¨®. Cuando restablec¨ªa las normas cl¨¢sicas y la naturalidad era distinto, pero el toro tambi¨¦n era distinto y se paraba o se echaba al piso desbaratando la unidad de conmoci¨®n. Aun as¨ª, la potencia y seguridad del diestro inventaron redondos imposibles y entre los pitones exprim¨ªa las suertes por encima de la voluntad del toro. Pinch¨® sin soltar, y, de puro coraje, le tumb¨® de una estocada. Mientras se abrazaba a Carretero, se hab¨ªa cumplido el sue?o.
Del R¨ªo / Leal, Juli, Manzanares
Toros de Victoriano del R¨ªo. Bravos y nobles. Flojearon 3? y 5?, justos 2? y 4?. Uceda Leal: estocada algo ca¨ªda (oreja); gran estocada (saludos). Juli¨¢n L¨®pez El Juli: gran estocada (oreja con dos vueltas clamorosas); pinchazo sin soltar y estocada (oreja). Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: buena estocada (palmas); estocada algo ca¨ªda (oreja). Plaza de Las Ventas, 23 de mayo. 13? corrida de abono. Lleno. El Juli sali¨® por la puerta grande.
Uceda tuvo un primero extraordinario que sali¨® disparado al caballo, lo volte¨®, par¨® en el peto y volvi¨® a por hierro sin hacer ascos. Todo iba bien -hasta los pares de Campano- y Uceda brind¨®. Lo cogi¨® suave en tablas, entre el 5 y el 6, y desde la distancia mir¨® la muleta ansioso. Ansiedad y nobleza con que le segu¨ªa la tela, lisa y cl¨¢sica, a buen ritmo, que remat¨® con largo trincherazo y se hizo muy lenta en un natural y en un genuino de pecho. Dos derechazos girando, soberbio cambio de manos y trincheras de av¨ªo cuadraron al noble, que recibi¨®, algo ca¨ªda, una estocada de buena ejecuci¨®n. Gaditano, el cuarto, entre el 5 y el 6, meti¨® la cabeza; tambi¨¦n la meti¨® sin condiciones en el peto. Aplausos. Lo llam¨® De Pedro con la vara, y all¨¢ fue. M¨¢s aplausos. Para ambos. Uceda lo quer¨ªa hacer todo bien, y con tanto celo iba el toro que le costaba no perder los pasos, pero bajaba la tela con suerte irregular, uno engrasado, otro con roce. Cuando tarde¨® los enganchones nos avisaron de la promesa incumplida. Una pena, pues la estocada fue de matador.
Manzanares no se acopl¨® en el flojo que sali¨® en tercer lugar. Dej¨® en la muleta un lent¨ªsimo pase de pecho, pero el toro, dulce, no llegaba al remate, y los esfuerzos del diestro se frustraron entre el 5 y el 6, en el metro cuadrado donde empez¨® y acab¨® matando a ley. De entre el 5 y el 6 se fue al caballo el sexto. Sali¨® y Trujillo lo pare¨® excelente. Entre el 5 y el 6 lo recibi¨® Manzanares arrastrando los doblones, y la plaza, excitada, estall¨®. Con mando, se lo llev¨® y empez¨® a templar; con la diestra baja dibujaba arcos, la cintura al comp¨¢s, y conmovi¨® las piedras. As¨ª con la izquierda. No pensaba el torero abandonar en esta lucha, y con ¨¦l llegaron los naturales m¨¢s hondos de la tarde, el toreo m¨¢s rotundo, derechazos ang¨¦licos, la est¨¦tica m¨¢s rota... retumbaban los ol¨¦s en esta final de la Copa de Europa del toreo, y cuando la estocada qued¨® un poco ca¨ªda, ten¨ªa el trofeo en la mano.
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