Esto se acaba (afortunadamente)
Se acaba la campa?a. Afortunadamente. Empez¨® mal y no ha terminado mejor. Han sido quince d¨ªas plomizos, y no s¨®lo en lo climatol¨®gico. Y tengo para m¨ª que si alg¨²n efecto han tenido, no ha sido precisamente el de animar al personal a acercarse a las urnas, sino m¨¢s bien todo lo contrario. Los previos no auguraban nada bueno. Tras la presentaci¨®n de las listas electorales, este mismo peri¨®dico llamaba la atenci¨®n el pasado 5 de mayo sobre el decepcionante ejemplo mostrado por unos partidos que inclu¨ªan en las mismas a decenas de cargos p¨²blicos implicados en causas judiciales. Semejante falta de respeto a los potenciales votantes constitu¨ªa todo un s¨ªntoma de lo que se avecinaba.
Una vez lanzada la campa?a, los desprop¨®sitos se han ido sucediendo unos a otros: una ministra flanqueada por candidatos de su partido anticip¨¢ndose a la inauguraci¨®n de una estaci¨®n de metro porque la hab¨ªan pagado ellos y no la Comunidad de Madrid; la presidenta de esta ¨²ltima inaugurando por su parte un hospital a¨²n sin terminar, al que tuvieron que llevar unas incubadoras para la foto; el jerifalte m¨¢ximo de la F¨®rmula 1 premiando o castigando con o sin carreras en funci¨®n de a qui¨¦n vote la gente en la Comunidad Valenciana; v¨ªdeos de unos y otros dedicados a embestir al contrario, reflejando la propia impotencia para hacer propuestas constructivas; y, lo peor de todo, la creencia de que tanto desatino pod¨ªa influir positivamente -y no al rev¨¦s- a la hora de atraer votos. Porque el problema no es que un candidato haga o diga una tonter¨ªa. El verdadero problema es que crea que con ella va a enga?ar a alguien, o que su oponente, en vez de frotarse las manos, se cabree y proteste pensando que, efectivamente, lo ha logrado. El problema, en definitiva, es que unos y otros piensen que somos tontos.
Pero lo anterior, con ser bastante lamentable y poder traer consecuencias muy negativas en forma de abstenci¨®n, no es lo peor que nos ha dejado la campa?a que termina. En mi opini¨®n, lo m¨¢s grave es la desgraciada utilizaci¨®n realizada de todo lo relacionado con el terrorismo en unos comicios orientados a elegir a quienes han de regir los ayuntamientos, las diputaciones, o algunas comunidades aut¨®nomas. No es de recibo que el principal partido de la oposici¨®n trate de sacar -una vez m¨¢s- tajada de los sentimientos que provoca la violencia terrorista, como tampoco lo es que todo un fiscal general del Estado siembre la duda sobre el fundamento de su actuaci¨®n, aduciendo que a lo mejor se le ha ido la mano. No es muy reconfortante la sospecha de un posible c¨¢lculo a la hora de ilegalizar determinadas listas y permitir otras, como tampoco que algunos se rasguen las vestiduras ante la dificultad de presentarse a las elecciones por parte de candidaturas pr¨®ximas a Batasuna, mientras han callado sistem¨¢ticamente frente a los obst¨¢culos de otros para poder hacer campa?a y expresar sus ideas. Y, por si todo ello fuera poco, ha tenido que intervenir el inefable Ansar para hacernos saber que todo aqu¨¦l que no vote al PP estar¨¢ apoyando a ETA.
Mientras, en las calles de nuestros pueblos y ciudades, los violentos han aprovechado el desprop¨®sito generalizado para sacar partido, disfraz¨¢ndose de v¨ªctimas y acusando al resto de prohibirles expresar sus ideas. Adem¨¢s, han hecho sus cuentas y han dise?ado una campa?a adaptada a cada circunstancia. En algunos lugares, en los que no pueden aspirar a tener presencia institucional alguna, dando rienda suelta a sus huestes para quemar autobuses electorales y acosar a los dem¨¢s candidatos. En otros, en donde aspiran al poder municipal, present¨¢ndose como alternativa de gobierno responsable y pac¨ªfica, mediante un discurso moderado y una muy cuidada propaganda electoral.
En definitiva, un desastre. El asunto pintaba mal desde el principio, pero ha superado todas las previsiones. Lastima que tanto disparate haya borrado del mapa el trabajo y las buenas ideas de miles de candidatos que, en numerosos lugares, luchan d¨ªa a d¨ªa por mejorar la vida de sus convecinos. Como siempre, todos los que concurren a las elecciones dir¨¢n que han ganado, pero muchos nos quedaremos con la sensaci¨®n de que, pase lo que pase, se habr¨¢ perdido una nueva oportunidad para regenerar la vida pol¨ªtica.
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