?Vete a la porra!
Estamos por lo que valemos. Mi corcho est¨¢ lleno de pegatinas con ins¨®litas promesas electorales de las que los lectores me fueron informando. Ahora, al verlas todas juntas, estoy a punto de llegar a la conclusi¨®n de que en Espa?a est¨¢n cubiertas todas las necesidades b¨¢sicas. Si no fuera as¨ª, dif¨ªcil ser¨ªa entender que en un pueblo de La Mancha un alcaldable ande prometiendo peluquer¨ªa gratis para paisanas mayores de 65, siempre y cuando, claro, se peinen en el municipio; o ese otro levantino que promete viagra para todos y todas, aunque no queda muy claro que sea siempre y cuando se utilice con la parienta.
Se prometen playas en Madrid, carreras de coches en Valencia, botell¨®n sin cortapisas para esa juventud que sufre, se promete devolver un orgullo perdido de patria chica o de patria grande, se promete devolver la ilusi¨®n. ?La ilusi¨®n! Hay en todo ello una pretensi¨®n de halagar al votante: por ser joven, por ser mujer o por ser del pueblo en el que naci¨®, que es una cosa, al parecer, que tiene mucho m¨¦rito.
Pero hay lectores que a menudo se sienten fuera del discurso pol¨ªtico. La carta de Isabel Dur¨¢n es un ejemplo: "No soy joven, no tengo hipoteca, no tengo casa, no tengo dinero negro, s¨®lo tengo un hijo y 43 a?os, o sea, que por no tener no tengo ni el tiempo estimado para terminar de pagar un piso. Mi pregunta es: ?Esto s¨®lo me pasa a m¨ª?".
Para nada, es el reflejo de un estado de ¨¢nimo muy com¨²n. No soy demag¨®gica si digo que las cartas han sido toda una revelaci¨®n para m¨ª, estaban llenas de educaci¨®n, iron¨ªa, esp¨ªritu cr¨ªtico e importantes confesiones que agradezco, del tipo de "esto gano y esto es lo que me cuesta vivir". Ha sido como tener al otro lado el sonido vibrante de esa realidad a menudo ahogada por el ruido pol¨ªtico.
Leo el art¨ªculo que hoy dedica el New York Times a las elecciones espa?olas y coincide, sorprendentemente, con la sensaci¨®n que los lectores han ido percibiendo desde el principio de campa?a: ?estos comicios son generales o municipales?
En general, lo que se respiraba en estos mensajes ha sido la necesidad que todos tenemos de que se nos trate con seriedad, como si fu¨¦ramos adultos, incluso para que se nos reconozca aquello que ser¨¢ imposible cumplir.
Algunos vivir¨¢n los resultados de ma?ana como un triunfo, otros como tragedia. A m¨ª no me importar¨ªa pasar el d¨ªa frente a la tele del bar El Junco, en Vitigudino (Salamanca). Me ha invitado Juan Manuel a vivir el desenlace de una porra electoral que se mont¨® hace un mes. Gran idea. Dado que no se apuesta por el partido que deseas que gane sino por el que crees que va a ganar, puede darse la paradoja de que perdiendo los tuyos te vuelvas a casa feliz como una perdiz, con los bolsillos llenos de pasta.
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