Historias ejemplares
No resulta f¨¢cil escribir sobre temas pol¨ªticos en una jornada de reflexi¨®n, ya que cualquier comentario sobre el presente podr¨ªa interrumpir el merecido silencio a que tienen derecho los ciudadanos espa?oles despu¨¦s del exceso de decibelios sufrido a lo largo de la campa?a electoral. Uno de los personajes m¨¢s entra?ables de la historia espa?ola del pasado siglo, Luis Bagar¨ªa, ilustrador de El Sol, recurr¨ªa en tiempos de censura a los llamados "dibujos de almohad¨®n", a mitad de camino entre el decorativismo y la sugerencia de un mensaje cr¨ªtico. S¨®lo que yo no s¨¦ dibujar y tampoco soy buen narrador de cuentos e historias, de manera que la ¨²nica salida consiste en ofrecer al lector los argumentos de una serie de relatos en los cuales pudiera encontrar alguna materia de inter¨¦s.
El primero es el del pastor asustadizo, que me contaba mi padre cuando yo ten¨ªa cuatro o cinco a?os. Su protagonista era un joven pastor, incapaz de dominar su propensi¨®n al miedo y a la exageraci¨®n. As¨ª que cada vez que escuchaba un ruido sospechoso, o simplemente que quer¨ªa hacerse notar, gritaba "?al lobo, al lobo!" para que los vecinos acudieran en su ayuda. Cuando el lobo lleg¨® de veras, hab¨ªa gastado su credibilidad. Todos creyeron que gritaba en vano. Como esos pol¨ªticos que descalifican sin parar y cuando llega una cuesti¨®n importante, en la que aciertan, la gente pasa de largo.
Peor es el comportamiento de quienes insisten en la mentira y en el perjurio a lo largo del tiempo, sin que les importe verse desmentidos por la realidad. Es el caso de Ixi¨®n, en la mitolog¨ªa griega, condenado por ello a arder eternamente en una bola de fuego.
Tampoco es bueno perseverar en la insensatez. Lo advierte la primera parte del cuento del mono y el cocodrilo, que le¨ª no hace mucho en un libro italiano de Mondadori. El mono se empe?a en beber en la charca dominada por un cocodrilo, e incluso en hablar con la bestia. El cocodrilo espera tranquilo su momento, seguro de que m¨¢s tarde o m¨¢s pronto le convertir¨¢ en su presa.
Vuelta a la mitolog¨ªa, esta vez budista. Es altamente recomendable la historia del pr¨ªncipe Mandhatar, contada mediante bell¨ªsimos relieves en el templo javan¨¦s de Borobudur. Mandhatar es "el pr¨ªncipe al que el orgullo destruy¨®". Convencido de detentar el poder para convertir en realidad todos sus deseos, expuls¨® a sus consejeros sabios, sris, y se rode¨® de aduladores. El ¨¦xito logrado al atraer una lluvia de trigo y de bienes sobre sus s¨²bditos, le hizo ser cada vez m¨¢s ambicioso, hasta aspirar al gobierno del cielo, una vez alcanzada la victoria sobre los demonios. La ca¨ªda del cielo es el desenlace inevitable. A la conciencia del desastre provocado para su pueblo por el desmedido orgullo, sigui¨® la muerte del endiosado Mandhatar.
A ras de tierra, el cielo se asocia a la riqueza, la cual tiene como contrapartida un infierno demasiado material, habitado con frecuencia con los mismos que con su trabajo fabrican dicho cielo. En los cuentos, los ricos ego¨ªstas salen mal parados, sufriendo el castigo merecido por los que ignoran sus compromisos. A su modo, es lo que presenta la historia del flautista de Hamelin. En la pr¨¢ctica, aquellos que se benefician de una explotaci¨®n inhumana tienen buen cuidado de que s¨®lo se conozcan las im¨¢genes de su para¨ªso y de borrar el cuadro de la injusticia. Lo recordaba al contemplar en Arte un reportaje sobre las condiciones de vida de los trabajadores magreb¨ªes sin papeles que hacen posible la opulencia de un lugar como El Ejido. Parafraseando la c¨¦lebre conversaci¨®n entre Lewis Carroll y Alicia, la imagen de la derecha se convierte en la izquierda al ser reflejada en el espejo. Por eso hay que ir al otro lado del espejo, evitar su imagen, para que siga imperando la derecha.
La realidad sigue ofreci¨¦ndonos cada d¨ªa remakes de narraciones cl¨¢sicas, como las de Al¨ª Bab¨¢ y sus muchos m¨¢s de 40 ladrones en torno a la especulaci¨®n inmobiliaria. Otras veces los argumentos son nuevos. Me llama la atenci¨®n la historia de Floyd Landis, ejemplar por el recurso sistem¨¢tico al fraude, jugando a su antojo con la ley, en detrimento de los valores ¨¦ticos, de la imagen de su profesi¨®n, y dispuesto a todo con tal de destruir a quien no le secunda (ejemplo, Greg Lemond). Miente y ataca, sin que le importe destruir un marco normativo edificado con enorme esfuerzo. Y color¨ªn colorado, este cuento no se ha acabado.
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