El Madrid aprende a sufrir

Sin saber por qu¨¦, el Madrid sufri¨® una metamorfosis en el descanso que le permiti¨® conservar el orgullo y pescar en el ¨²ltimo suspiro la victoria para llegar a semifinales. Hasta entonces hab¨ªa sido s¨®lo un monigote en manos del Pamesa, un equipo permisivo en las dos canastas. La reacci¨®n situ¨® al Madrid de nuevo en la lucha por el partido, dispuesto a jugar a la loter¨ªa. En la ¨²ltima acci¨®n, Reyes caz¨® un rebote y anot¨® dos tiros libres que valieron el triunfo.

Los dos equipos siguieron enamorados del triple, aunque esta vez el idilio sonri¨® al conjunto valenciano. Hasta cinco tiros exteriores enlaz¨® el Pamesa en el primer cuarto mientras el Madrid recib¨ªa un golpe tras otro. Sobre todo de Avdalovic, una m¨¢quina de anotar que dej¨® frito al Madrid. Por momentos record¨® al mejor Rodilla, siempre con el cron¨®metro en la mano. Claro que Avdalovic es mejor lanzador. Cuando Douglas entr¨® en acci¨®n, el Madrid no supo a qui¨¦n atar. Viv¨ªa un calvario en defensa y una ceguera en ataque. Ante el muro de Miralles y Claver, al Madrid le costaba horrores encontrar un hueco por mucha jugada individual de Smith. Apenas Hervelle, de nuevo omnipresente, ofrec¨ªa un brazo en alto para recibir el bal¨®n. El Pamesa viv¨ªa a todo tren, fresco por las rotaciones.

La bronca debi¨® de ser de a¨²pa en el vestuario del Madrid. Porque el equipo que sali¨® tras el descanso no ten¨ªa nada que ver con el del primer tiempo. Mucho m¨¢s concentrado, sin tantas concesiones a los tiradores del Pamesa y con la mu?eca afinada desde el per¨ªmetro. El partido se igual¨® sorprendentemente. Vuelta a empezar. El Pamesa intent¨® controlar el juego con dos bases en pista (Oliver y Avdalovic) y el Madrid esper¨® la aparici¨®n salvadora de alguna de sus figuras. Decidi¨® Reyes.