Depende o no depende
El viejo Hilton, abuelo de la joven Hilton -la inquieta- y due?o de los viejos hoteles Hilton, dec¨ªa que en esta vida s¨®lo estaba seguro de una cosa: de que en los ba?os la cortina estaba mejor por dentro de la ba?era que por fuera. Peque?a verdad, como todas las verdades verdaderas, pero, como todas las verdades verdaderas, echada a beneficio de inventario. Desperdiciada, es m¨¢s, ya que en los modernos hoteles -incluidos los que dan cobijo y cobertura audiovisual a las inquietudes de la joven Hilton- ni siquiera hay cortinas que remeter en la ba?era y las mamparas que las sustituyen son renacuajas, absurdas, in¨²tiles para evitar que las salpicaduras de la ducha inunde el suelo con dolor del viejo Conrad Hilton, que en 1919 compr¨® su primer hotel en Cisco, Texas, y en los a?os cincuenta puso el de la Castellana de Madrid a los pies de Ava Gardner, de la tauromaquia que la rodeaba y del famoso ascensorista -seg¨²n lenguas sueltas- que, espont¨¢neo, maletilla o monosabio, tambi¨¦n se dice que lidiara, dec¨²bito supino, en semejante plaza monumental.
El toreo est¨¢ lleno de alocuciones que incluyen la palabra verdad, siendo la m¨¢s conocida la que se refiere al momento de la verdad, al de la suerte suprema. Pero no es el ¨²nico. Todo lo que se hace en la plaza es, o se dice que es, especialmente valorado cuando se hace de verdad. No es lo mismo clavar banderillas aguantando frontalmente el embroque, o de sobaquillo. No es igual dar un puyazo cuando el toro se ha estampado contra el peto y los 800.000 kilos de caballo que recubre ¨¦ste, que citarlo y picarlo como mandan los c¨¢nones. Y los c¨¢nones en el toreo canonizan los terrenos, las posiciones de los maestros y los subalternos, las formas de citar, de desarrollar las suertes, la ejecuci¨®n de los pases, el c¨®mo rematarlos, la colocaci¨®n de los pies del torero, sus juegos de cintura, el recorrido de su brazo, la angulaci¨®n del codo..., formando un corpus legal y leal estrictamente recomendable porque, am¨¦n de facilitar, evidenciar y expresar con plenitud los quilates del diestro, facilita, evidencia y deja que se expresen las buenas maneras del toro, al tiempo que defienden a ¨¦ste de los ventajismos bochornosos de cualquier bachiller de turno, vestido de luces, las tenga o no en la mollera. Es ¨¦sta del toreo de las pocas disciplinas en las que el respeto ultra acad¨¦mico de los c¨¢nones conduce al asombro y a la maravilla a quien observa sus efectos.
Pero, ay dolor y hasta hay dolor, las peque?as verdades que son los c¨¢nones del toreo -y c¨²mplanse otros adyacentes para la lidia y aun el trasteo, a falta de faena posible-, como el dogma ¨²nico de Conrad Hilton, son hoy pasto de broma huera, de pitorreo rentable por quienes a ellos est¨¢n obligados.
Empi¨¦zase a faltar a la verdad cuando ontol¨®gica y pintureramente se certifica que lo que ?salta? a los ruedos es toro criado para la lidia y no vacuno correoso de lenta digesti¨®n y poco sutil al paladar, lugar, ah¨ª s¨ª, donde vierte su bravura, al romper en boca como burladero en el que rematar. Se dice en descargo de esos bichos criados para que se caigan, engorden hasta no poder con su alma y se amuermen en tablas, que su cuerna sigue matando, como si la de matar fuera la ¨²nica capacidad que se espera de ellos o el aficionado que queda quisiera muertos y no toreros.
Yo no s¨¦ si es que muy grande parte de la gente del toro es toda hoy dirigente del PP y le gusta, necesita, mentir. Nos quieren a todos pastue?os y lo van consiguiendo. Pero aburren a matar y, a m¨¢s a m¨¢s, se forran refitoleramente. Manda huevos, por citar a uno de sus cl¨¢sicos.
Eligen -las figuras, una vez afiguradas- ganader¨ªas sin ¨¦pica y sin l¨ªrica. Romas, tontorras. Un bicho de esos, ca¨ªdo en el albero, mata poqu¨ªsimo y ponerle, mientras pasan los minutos de obligado cumplimiento, la muleta delante del morro para fingir que uno quiere que se levante es bastante m¨¢s f¨¢cil que parar, mandar y templar. La literalidad de "dar un natural" descacharra, anula, ab initio mismo, tanto fingimiento.
Han de verse hoy en d¨ªa la mayor¨ªa de las suertes desde la perspectiva de la ejecuci¨®n -perfecta, eso s¨ª, y muy aplaudida casi siempre- de lo que no hay que hacer; disfrutar mientras del ambientazo; comer -antes- y cenar -despu¨¦s- bien, cumplidamente. Y desarrollar, si es posible, al final de la jornada y de consumo, alguna actividad sexual en la que encontrar entretenimiento cierto.
Ya s¨¦ que quedan honradez y cumplimiento de c¨¢nones en el toreo. Ya s¨¦. Y toreros, maestros, y alg¨²n toro. Pero es que ya todo depende de tantas cosas... Que, a veces, -y eso que lo primero que me recibe todos los d¨ªas al abrir mi ordenador es la frase que he impreso en el salvapantallas: "Tampoco tanto"- me entran ganas de afirmar que no depende. Nada. No depende. Menos jeribeque y m¨¢s chicha. Porque, eso s¨ª, yo tambi¨¦n tengo mi verdad peque?a, modelo Hilton que conviene tener muy en cuenta: Los cerdos son concretos.
Jos¨¦ Luis Cuerda es director de cine.
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