Flecha y escudo: carrera de armamentos
Desde el comienzo del mandato de Putin hasta el d¨ªa de hoy, con sus reacciones frente al conflicto con Estonia, he tenido reservas frente a sus pol¨ªticas, aun comprendiendo que su aportaci¨®n a la estabilizaci¨®n de la Federaci¨®n Rusa ha sido muy importante para los rusos y para los dem¨¢s. Tanto la limitaci¨®n de las libertades c¨ªvicas como el asunto de Chechenia o una pol¨ªtica energ¨¦tica que no impulsa el desarrollo econ¨®mico y social de la Federaci¨®n me parecen elementos negativos de su pol¨ªtica, pero, en el debate actual sobre el famoso escudo espacial, su postura me parece cargada de raz¨®n.
El progreso hacia el desarme se tiene que basar en relaciones de equilibrio. El hecho de que la URSS desapareciera no debe romper la l¨®gica de fondo en los equilibrios internacionales de poder, si se quiere fortalecer la paz. Salvo que se crea que debe haber una sola superpotencia hegem¨®nica que dicte sus reglas al resto del mundo, a cuyo amparo se sentir¨¢n protegidos sus amigos y amenazados los que no son considerados tales. Pero, si se impone esta l¨®gica, los dem¨¢s reaccionar¨¢n activando la carrera armamentista en la b¨²squeda de nuevos equilibrios. Uno de los elementos que provoca ya esta nueva carrera es el famoso escudo espacial.
Durante tres milenios, las relaciones de fuerza han estado determinadas por la dial¨¦ctica de las flechas y de los escudos. Hoy sigue siendo lo mismo. Frente a las flechas de nuestro tiempo, los misiles de medio o largo alcance, no exist¨ªan escudos de protecci¨®n, lo que nos llev¨® al famoso equilibrio del terror, cuyo fundamento era la llamada destrucci¨®n mutua asegurada.
En la primera mitad de los ochenta se produce un incremento de la tensi¨®n internacional, recrudeci¨¦ndose el ambiente de guerra fr¨ªa. Reagan anuncia la Guerra de las Galaxias: la preparaci¨®n de un escudo espacial frente a los misiles sovi¨¦ticos que pod¨ªan alcanzar el territorio americano. El desarrollo de ese sistema tend¨ªa a romper el equilibrio dando superioridad a EE UU, que dispondr¨ªa de sus flechas sin que sus oponentes pudieran pararlas y de escudos que detendr¨ªan las flechas enemigas.
Era el momento en que la Rep¨²blica Federal de Alemania decide el despliegue de los misiles de medio alcance (Pershing), que har¨¢n frente a los SS-20 sovi¨¦ticos de la misma naturaleza. Pero, en la segunda mitad de los ochenta, la llegada de Gorbachov cambia radicalmente el panorama. Su perestroika va acompa?ada de audaces propuestas de desarme en todos los campos, especialmente el nuclear. Se decide la liquidaci¨®n de los misiles de medio alcance y, despu¨¦s, de los de corto alcance, aquellos que en palabras de Kohl s¨®lo mataban a los alemanes. Al final de la d¨¦cada se produce el acuerdo de reducci¨®n y limitaci¨®n de armas convencionales, que se renueva al final de los noventa.
Fueron momentos que cambiaron la historia del mundo. Desde que Gorbachov decide cambiar el rumbo de la URSS se pens¨® que era posible avanzar en el desarme y la paz, como concepto superador de la coexistencia. Se pasar¨ªa de la guerra fr¨ªa y el equilibrio del terror a la cooperaci¨®n internacional basada en relaciones de confianza.
Naturalmente, habr¨ªa que superar algunas tentaciones que rompieran la din¨¢mica del desarme acordado. A este g¨¦nero pertenecen iniciativas como la del nuevo escudo capaz de dejar en inferioridad a todo el que no lo poseyera. Lo mismo ocurre con el avance en la investigaci¨®n y desarrollo de una nueva generaci¨®n de armas nucleares como las llamadas "de bolsillo", potencialmente utilizables por grupos terroristas.
A comienzos de la d¨¦cada de los noventa todo parec¨ªa posible, y en los discursos del viejo Bush se afirmaba la llegada de los dividendos de la paz. El muro de Berl¨ªn hab¨ªa ca¨ªdo. La URSS hab¨ªa desaparecido, y con ella, el Pacto de Varsovia. Sadam Husein hab¨ªa sido derrotado y expulsado de Kuwait. Madrid reun¨ªa la primera Conferencia de Paz entre ¨¢rabes e israel¨ªes. Y un largo etc¨¦tera, que afectaba a zonas muy diversas del mundo, como Am¨¦rica del Sur o el sureste asi¨¢tico.
Este escenario ha cambiado y nuevas amenazas han aparecido, como el terrorismo internacional o la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva, como las nucleares. Una nueva carrera armament¨ªstica est¨¢ en marcha aprovechando el excedente creado por el incremento del precio del crudo. Y nuevos conflictos sin justificaci¨®n alguna, como el de Irak, crean nuevos frentes de confrontaci¨®n en amplias zonas del mundo, aumentando las nuevas amenazas, en vez de disminuirlas.
?Qu¨¦ sentido tiene el despliegue de un escudo antimisiles en algunos pa¨ªses de Europa? S¨®lo si se considera a la Rusia actual como una amenaza podr¨ªa explicarse la nueva paranoia, porque nadie va a creer que este escudo va a proteger a los pa¨ªses europeos de otros misiles procedentes de lugares distantes de Medio Oriente. Y aun crey¨¦ndolo, la ventana que cierra el escudo es ineficaz para proteger a Europa.
Todos los pa¨ªses del centro y del este de Europa han ido incorpor¨¢ndose a la OTAN, y Rusia ha firmado la Carta con la organizaci¨®n, convirti¨¦ndola en un pacto que da la vuelta al mundo en su parte del hemisferio norte. Las amenazas de anta?o, que podr¨ªan explicar nuevos sistemas de defensa espacial, han desaparecido, y las nuevas no tienen que ver con ellas.
Por eso, decidir que se despliegue este sistema de armas en Polonia y Chequia, adem¨¢s de in¨²til para la seguridad y la paz, es una ruptura de la din¨¢mica creada con los acuerdos de desarme y parece una vuelta de tuerca m¨¢s a la Federaci¨®n Rusa. Es comprensible la reacci¨®n de Putin, aun dentro de la desmesura de su estilo. No es comprensible, por el contrario, que no haya una posici¨®n de la Uni¨®n Europea en un tema vital para el futuro de su seguridad y para su propia filosof¨ªa de defensa.
No es el ¨²nico desprop¨®sito al que asistimos. Pa¨ªses con grandes necesidades sociales est¨¢n usando los excedentes petroleros para lanzarse a una carrera armamentista inexplicable e in¨²til porque no ser¨¢n m¨¢s potencias cargadas de armamentos que pueden hacer que sus vecinos se sientan amenazados, sin ser amenazantes, en tanto que las verdaderas amenazas, como el terrorismo internacional, no tienen nada que ver con estos sistemas armament¨ªsticos. En el Magreb, por ejemplo, estamos viendo algo de eso. Como en Am¨¦rica Latina.
Los grandes pierden argumentos frente a estas derivas cuando inician procesos como el de los escudos espaciales.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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