Historia de una juventud
El poeta sevillano Javier Salvago escarba en sus recuerdos en 'Memorias de un antih¨¦roe'
La vida de un hombre nacido en Andaluc¨ªa cuando la segunda mitad del siglo XX daba sus primeros pasos ofrece muchos matices y episodios. Una infancia en un pueblo cuya pl¨¢cida atm¨®sfera parece sacada de un conjunto de estampas decimon¨®nicas, una adolescencia en un internado donde la camisa de fuerza del nacionalcatolicismo estalla ante el rugido de los Beatles, una juventud con hippies que esgrimen flores ante rancios paseantes que los miran con odio, sexo apresurado y gimn¨¢stico por Europa y un amigo siniestro -el alcohol- cuyo abrazo de muerte le rodea sin estrangularle. La vida de Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950) est¨¢ hecha con esos mimbres y as¨ª lo cuenta Memorias de un antih¨¦roe, que ha publicado recientemente la editorial Renacimiento. Se trata del primer volumen de sus memorias y del primer libro en prosa que publica Salvago, un relevante poeta que figura en varias importantes antolog¨ªas. Memorias de un antih¨¦roe concluye cuando Salvago cumple los 28 a?os y deja de beber.
"Me he visto en los l¨ªmites. He llegado a darme miedo y asco"
El t¨ªtulo del libro responde a una visi¨®n clara, forjada al comp¨¢s de la escritura de esta autobiograf¨ªa. "A medida que iba viendo al personaje, me di cuenta de que era un antih¨¦roe, un irresponsable... La m¨ªa es una generaci¨®n de antih¨¦roes. La generaci¨®n anterior, la de los progres, era muy combativa. En cambio, mi generaci¨®n renunci¨® a toda ambici¨®n. Su ideal de vida era fumar hierba sin preocuparse de nada. Me descubr¨ª antih¨¦roe y descubr¨ª que estaba rodeado de una generaci¨®n de antih¨¦roes que dec¨ªan 'haz el amor y no la guerra'. Todo era as¨ª. Lo menos heroico que se pueda imaginar", evoca Salvago. "Cuando hablamos de una generaci¨®n hablamos de una vanguardia, de los que dentro de su generaci¨®n act¨²an en consonancia con el tiempo, de los que, de alg¨²n modo, tiran del carro. En aquel tiempo, a finales de los a?os sesenta en Sevilla, no habr¨ªa m¨¢s que 30 hippies", agrega.
"Sevilla era vanguardia en Espa?a. Hab¨ªa dos puntos fundamentales donde se mov¨ªa la modernidad en Espa?a a finales de los a?os sesenta: Sevilla y Barcelona. En el caso de Sevilla quiz¨¢s influ¨ªa la cercan¨ªa de las bases de Mor¨®n y Rota. Los soldados americanos tomaban copas en Sevilla. Y con ellos llegaba la m¨²sica de Frank Zappa y The Doors, los pantalones vaqueros, el tabaco Winston... Era todo nuevo: cosas como ir con una ni?a bes¨¢ndola en la calle, ir con los pelos largos o ponerte una camisa de flores. En este pa¨ªs casi todo estaba por hacer. Luego, los hippies se convirtieron en una moda y aquello se descafein¨® y le quitaron el peligro que ten¨ªa. Es la manera del mercado de luchar contra los presuntos enemigos", se?ala Salvago, cuya poes¨ªa completa fue recogida en Variaciones y reincidencias (Renacimiento, 1997).
La evocaci¨®n del mundo rural de su infancia llena muchas p¨¢ginas de sus memorias. "Ese mundo ya no existe. Parece que hablo del siglo XIX. Pasaron 10 a?os entre ese mundo y los Beatles y, sin embargo, parece que fue un siglo lo que pas¨®. De pronto, entraron los a?os sesenta. La televisi¨®n vino a cargarse todo eso, a unificarlo todo. La televisi¨®n es el caballo de Atila para bien y para mal", comenta.
Su paso por el internado cambi¨® el rumbo de su vida. "Yo era un ni?o un poco m¨ªstico. El hartazgo de misas me convirti¨® en un descre¨ªdo. Tambi¨¦n me cur¨® de la uni¨®n que ten¨ªa con mi madre. Yo era muy madrero. Hubo una ruptura que estuvo bien. Puso a la religi¨®n y los curas en su sitio. Y tambi¨¦n puso a la libertad en su sitio. Quiz¨¢s apreci¨¦ m¨¢s la libertad estando entre cuatro paredes. Sal¨ª de ah¨ª con unas ganas enormes de vivir. Quiz¨¢s tambi¨¦n influy¨® en mi deseo de ser escritor: que empiecen a creer en ti, que te elogien las redacciones que haces. Todo eso hace mella en uno, que se pregunta: '?ser¨¦ yo escritor?'. Y se lo va creyendo. Estar en el internado tambi¨¦n era una manera de salir del pueblo, de relacionarse con otra gente", explica el autor.
Sus relaciones con una sucesi¨®n de chicas que encuentra en el camino es otro de los elementos fundamentales del libro. "Reconozco que era un cobard¨®n. Era la ¨¦poca. Est¨¢bamos para pasarlo bien. Las cosas naturales las vivo con naturalidad y las cuento con naturalidad. Siguiendo a Flaubert, no entiendo el pudor. No tengo ning¨²n pudor a la hora de escribir", dice Salvago. "No escribo para decir 'qu¨¦ vida m¨¢s interesante', sino porque quiero contar una historia y la historia que mejor conozco es la m¨ªa. Yo no he escrito mis memorias para ponerme bien, sino para contar c¨®mo yo me he visto. Quer¨ªa contar la historia lo m¨¢s sinceramente posible y si yo quedaba mal, quedaba mal", a?ade.
Su descenso a los infiernos atrapado por el alcohol est¨¢ reflejado de una manera descarnada. "?sa ha sido mi mejor escuela de vida, la manera de conocerme mejor. No hay otra. Me he visto en los l¨ªmites. He llegado a darme miedo y asco. Ahora mismo yo no me miento. En un momento dado, s¨¦ que soy capaz de cualquier cosa. Eso me ha ense?ado a no enga?arme. He visto hasta d¨®nde puede uno llegar bajando. La experiencia es impagable. Lo malo de esa experiencia es que no salgas o que salgas machacado", recuerda Salvago, que ya prepara una segunda parte de sus memorias.
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