Toros bravos de Palha
Palha volvi¨® por sus fueros -ahora con sangre de ibanes- y no solo no se cay¨® sino que salieron algunos de los toros m¨¢s bravos y nobles de la feria. Rabosillo, cabeza peque?a, cara de Ib¨¢n, iba fijo al caballo, sin ostentaciones, empujaba sin perder terreno hasta derribarlo; lo llam¨® Gutier con arrogancia y el toro, presto, acept¨® el envite. Buen principio. Tom¨® S¨¢nchez Vara los palos, de poder a poder, y el toro atend¨ªa sin vacilar al diestro, tambi¨¦n cuando sali¨® desde el estribo. Y el matador comenz¨® a creer en su muleta cuando vio que, con casta brava, la segu¨ªa Rabosillo celoso, avioneando, repitiendo sin descanso. Apenas le daba el toque con la derecha y ya estaba a por ella, como un cicl¨®n de bravura. Incansable tambi¨¦n por la izquierda, descubri¨® a un torero fuera de cacho que no le hac¨ªa los justos honores que merec¨ªa. Hab¨ªa electrizado el Palha la piel de la afici¨®n, y cuando cay¨® hubo unos breves pa?uelos. Pero la ovaci¨®n se reservaba para el toro. Para el torero se dividi¨® la opini¨®n.
Palha / Vara, Casta?o, Vilches
Toros de Palha. Bravos y con casta, extraordinario el 1?, nobles 5? y 6?, algo bruscos y parados 2? y 3?, bueno el 4?. Acudieron muy bien al caballo. Ovacionado el 1? y aplaudidos 5? y 6?. S¨¢nchez Vara: estocada pel¨ªn ca¨ªda (divisi¨®n); pinchazo sin soltar, media y descabello (silencio). Javier Casta?o: casi entera atravesada y siete descabellos (silencio); estocada trasera y descabello (pitos). Luis Vilches: tres pinchazos, estocada y descabello (silencio); bajonazo (silencio). Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. 21? corrida de abono. Lleno.
Sali¨® en cuarto lugar Paquito, el gemelo de Carlitos. Era colorao ojoperdiz bociblanco. Dobl¨® al vigoroso piquero y a su vara cuando embisti¨®, y volvi¨® al caballo, dejando el quite de Casta?o en media navarra hu¨¦rfana. Comenz¨® S¨¢nchez Vara de rodillas, como pidiendo perd¨®n por no haber desorejado al primero, y al toro, que iba humillado, no le supo hacer: iba de un lado a otro, se descabalaba, rectificaba y buscaba el son y la distancia del pase por un arenal de dudas. Se oy¨® desde un tendido el muy manido "?que no!", aunque esta vez se agradeci¨® que el papagayo que lo repite quince segundos despu¨¦s se hubiera ido de viaje a Tarazona. Casta?o sustituy¨® el toreo por el arrim¨®n, recurso no siempre f¨¢cil y a menudo inaceptable. Tuvo un primero encastado y brusco que, aunque repiti¨®, voraz en el capote e igual en varas, y acudi¨® sol¨ªcito a banderillas, donde mereci¨® otra suerte en la colocaci¨®n de los pares, vari¨® su condici¨®n en la muleta. Sin duda, esperaba mejor lidia. Mov¨ªa el viento la tela que el toro miraba fijo y a la que acud¨ªa saltando y pegando cabezazos de dif¨ªcil correcci¨®n. En la segunda tanda se hab¨ªa hecho el due?o, y a medio pase ya buscaba al torero, que se met¨ªa entre los cuernos como recurso imposible. Igual hizo en el quinto, y eso que era noble y bravo. Cuando sali¨® Carlitos, el otro gemelo, todos est¨¢bamos dispuestos a recibir un curso pr¨¢ctico de gen¨¦tica. Fue de manual al caballo, lo que anim¨® al piquero a barrenar; acudi¨® presuroso a banderillas, que Ventosa y Cuco de Teruel pusieron con decencia, y Casta?o, de rodillas, junto a tablas, se llev¨® un susto de un toro que nada malo hab¨ªa hecho para que le buscaran tal humillaci¨®n. Cuando el diestro vio su bondad -siempre hay un gemelo m¨¢s bueno que otro- se puso a torearlo en el tercio sin arte ni sitio. Y se oy¨® otra vez "?que no!" en el tendido opuesto. ?Habr¨ªa vuelto de viaje o es que era otro gemelo?
No tuvo Vilches su d¨ªa. Ni con el tercero, que no dud¨® un segundo en embestir al caballo reserva y provocar el consabido rugido en la afici¨®n, que considera estos ¨ªmpetus del toro de imperdonable gravedad y que en seguida cambi¨® de humor cuando vio a Tom¨¢s Loreto, hombre de volumen, encaminarse al bicho con las banderillas. Hab¨ªa un griter¨ªo generalizado que el pe¨®n, con torer¨ªsimo par, torn¨® en ovaci¨®n. Como le asomara al toro un bailoteo en la cabeza, el de Utrera no fue capaz de embeberlo, y cuando lo vio d¨®cil por la izquierda ya era tarde. Un buen toro al que le falt¨® la mecha m¨¢gica de la alegr¨ªa y la repetici¨®n. No as¨ª a Lagartinho, el sexto, que se arranc¨® desde lej¨ªsimos, arrebatado con la franela, y Vilches no encontraba el lugar donde pararse, pararlo y administrarle las series que le ped¨ªa a gritos. En terrenos del 7 recibi¨®, al fin, naturales de enjundia. Y Lagartinho, que hac¨ªa lo que la mu?eca del torero quisiera, se perd¨ªa en las distancias y los pasos torpes con que Vilches le extraviaba la colocaci¨®n. Le hemos visto tardes m¨¢s felices, tal vez no terminaba de asumir que un Palha fuera tan noble y boyante. Pero lo era.
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