Secuestrado un empleado iraqu¨ª de la Embajada espa?ola en Bagdad
Assad Almule desapareci¨® hace casi dos meses cuando se dispon¨ªa a viajar a Espa?a

Como las dem¨¢s legaciones diplom¨¢ticas, la Embajada espa?ola en el barrio bagdad¨ª de Mansur es una fortaleza. Muros de hormig¨®n de cuatro metros de altura la rodean y hasta cuatro controles policiales impiden acercarse a ella. Toda esta protecci¨®n no le ha servido de nada a Assad Almule, un iraqu¨ª de unos cincuenta a?os de edad que desde hace una d¨¦cada trabaja como administrativo en la representaci¨®n espa?ola. Desde principios de abril no ha dado se?ales de vida. Tampoco de muerte, aunque su familia ya s¨®lo lo busca en los dep¨®sitos de cad¨¢veres.
Un total de 34.452 civiles perdieron la vida en Irak el a?o pasado, seg¨²n Naciones Unidas. A mediados de marzo, EE UU present¨® de manera triunfalista los resultados de su plan de seguridad para Bagdad, que incluy¨® el despliegue de 30.000 soldados adicionales: en un mes los muertos pasaron de 1.440 a 265, los heridos de 3.192 a 781, los secuestros de 98 a una decena y los coches bomba de 56 a 36. Incluso si los datos fueran fiables, lo que muchos cuestionan, a¨²n habr¨ªa casi 10 cr¨ªmenes diarios.
En las estad¨ªsticas no figura, sin embargo, Assad Amule, por la sencilla raz¨®n de que no hay cad¨¢ver, ni petici¨®n de rescate, ni siquiera denuncia. "?C¨®mo vas a acudir a la polic¨ªa si no sabes si han sido ellos?", alega un residente en la capital iraqu¨ª.
Amule es abogado de profesi¨®n y chi¨ª de confesi¨®n. Como otras 100.000 familias desde que estall¨® la guerra fratricida y sectaria que est¨¢ desangrando el pa¨ªs, decidi¨® mudarse desde el barrio sun¨ª en el que resid¨ªa a otro de mayor¨ªa chi¨ª.
En su nuevo vecindario no hall¨®, sin embargo, la seguridad que buscaba. Al contrario. Amule form¨® parte del Ej¨¦rcito en la ¨¦poca de Saddam -aunque no lleg¨® demasiado alto en el escalaf¨®n, s¨®lo al empleo de capit¨¢n- y, como todos los militares, particip¨® en la guerra contra Ir¨¢n. Eso fue suficiente para hacerle sospechoso a ojos de algunos correligionarios.
A casa por libros
El abogado expres¨® sus temores a sus compa?eros de trabajo y los responsables de la Embajada espa?ola los tomaron muy en serio. Se le tramit¨® con toda urgencia un pasaporte y un visado para que pudiera viajar a Espa?a y pedir asilo pol¨ªtico. Incluso se contact¨® con la comisar¨ªa de polic¨ªa de Barajas para que los agentes no le pusieran ninguna pega a la entrada.
Se le advirti¨® de que fuese discreto y no comentase con nadie su pr¨®ximo viaje. Incluso, se le recomend¨® que se mantuviera alejado de su casa.
Amule no sigui¨® el consejo. Pocos d¨ªas antes de partir acudi¨® a su domicilio, en el barrio de Jihad, al oeste de la capital, para recoger unos libros. Nunca m¨¢s se supo de ¨¦l.
De manera confidencial algunos vecinos han contado -aunque estas versiones hay que ponerlas en cuarentena- que vieron c¨®mo hombres armados le disparaban en una pierna y le obligaban a subir en su propio veh¨ªculo, alej¨¢ndose con ¨¦l a toda velocidad.
Ni la familia ni la Embajada han recibido petici¨®n alguna de los presuntos secuestradores. La esposa de Amule ha recorrido todos los hospitales y morgues de Bagdad sin hallar ning¨²n rastro. La ¨²ltima posibilidad es acudir a Kerbala, donde se almacenan cientos de cad¨¢veres sin identificar. Por 1.500 d¨®lares es posible realizar all¨ª una ¨²ltima b¨²squeda, aunque la familia, que viv¨ªa exclusivamente del sueldo de Amule, no est¨¢ en condiciones de pagarlos. La Embajada se plantea darlo por muerto, para poder ayudar econ¨®micamente a la viuda.
Ni siquiera es f¨¢cil saber qui¨¦nes fueron sus agresores. La insurgencia sun¨ª, las milicias chi¨ªes o simples delincuentes comunes, que campan a sus anchas en medio del caos. Trabajar en una embajada occidental ya supone un factor de riesgo.
El caso de Amule es el m¨¢s dram¨¢tico, pero no el ¨²nico, entre los empleados locales de la representaci¨®n espa?ola. Un ordenanza, que tambi¨¦n ha sido amenazado, planea trasladarse a Espa?a con su hija; y una administrativa tuvo que tomar unos d¨ªas de baja tras recibir disparos de la polic¨ªa cuando acud¨ªa al trabajo en su coche.
En Bagdad, la estad¨ªstica diaria de v¨ªctimas civiles tiene nombre y apellidos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
