El renovador h¨²ngaro
Gyula Kr¨²dy (1878-1933) es considerado el gran renovador de la narrativa h¨²ngara. Naci¨® en Ny¨ªregyh¨¢za, en el este de Hungr¨ªa, no lejos de quien a su vez fue el gran renovador de la poes¨ªa, Endre Ady. Era hombre aficionado a los placeres de la vida, m¨¢s bien bohemio, noct¨¢mbulo, asiduo de caf¨¦s y tabernas, buen bebedor, aficionado a las carreras de caballos e incluso duelista. Esa clase de vida le hizo ser muy popular en la sociedad de su ¨¦poca, pero no lo fue menos por sus escritos, ya fueran novelas, ya relatos y art¨ªculos de prensa, siempre recibidos con expectaci¨®n. Amaba la literatura, deseaba ser escritor por encima de todo y, ciertamente, su aportaci¨®n abri¨® las puertas de la narrativa h¨²ngara a la modernidad.
LA CARROZA CARMES?
Gyula Kr¨²dy
Traducci¨®n de Judit Xantus
El Aleph. Barcelona, 2007
194 p¨¢ginas. 16 euros
La carroza carmes¨ª pasa por
ser su obra m¨¢s celebrada. Est¨¢ situada en el Budapest de principios del siglo XX y sus protagonistas son dos j¨®venes actrices de provincias que se instalan en la capital. De la mano de ambas iremos recorriendo ese Budapest finisecular anterior a la guerra de 1914-1918 -la novela, por cierto, se publica en 1913, es decir, en pleno ascenso del arte europeo de vanguardia- que, como el resto de Europa, acabar¨¢ siendo v¨ªctima del derrumbamiento de la vieja Europa; pero en el momento en que la novela se abre, el mundo alegre y loco de la decadencia est¨¢ en el pleno apogeo que antecede al desastre y la burgues¨ªa patricia h¨²ngara en su esplendor. En la novela aparecer¨¢ pronto un poeta solitario, so?ador, pobre y rom¨¢ntico, K¨¢zmer Rezeda, que reaparecer¨¢ tambi¨¦n en otras narraciones de Kr¨²dy, el cual acompa?a con esperanza y sin atreverse a dar el paso decisivo a una de las dos j¨®venes actrices, Klara, hasta el fin de la novela.
Las aventuras de Silzvia y Klara son el hilo conductor de las diversas acciones y secuencias que componen el libro, pero no adquieren el esperado protagonismo porque, en realidad, lo que circula por las p¨¢ginas de esta novela es un modo de vida de una sociedad finisecular. Las diversas secuencias que la componen se van enlazando cerca o lejos de las dos muchachas aunque siempre con ellas como punto de referencia; quien acaba siendo el verdadero eje es Rezeda, cuyo esp¨ªritu se encuentra a caballo entre dos mundos: el de la vida social y el de la vida espiritual. El cap¨ªtulo II, por ejemplo, es una larga y vistosa panor¨¢mica de la vida social y de la far¨¢ndula en Pest y su relato corre por sus p¨¢ginas como el champ¨¢n en una fiesta: es un agil¨ªsimo y esplendente carrusel de im¨¢genes. El cap¨ªtulo IX, en cambio, es otra suerte de panor¨¢mica de vida, pero esta vez al servicio del "joven Rezeda, triste y melanc¨®lico, alto y delgado, como los h¨²sares de Mar¨ªa Teresa de Austria" ensimismado en medio del bullicio.
La gracia y la seducci¨®n de Kr¨²dy est¨¢n en su concepci¨®n del tiempo narrativo. Hasta su aparici¨®n en la escena literaria h¨²ngara, la narraci¨®n era lineal, cronol¨®gica; ¨¦l, en cambio, parece actuar por impulsos, por intuici¨®n y no por respeto a la t¨¦cnica establecida. De esta manera, no tiene inconveniente en saltar de una situaci¨®n a otra y emplear y asociar distintos tiempos verbales, de manera que, a primera vista, la historia parece un tanto deslabazada -y lo es con respecto a la linealidad de un relato-, pero, como por arte de magia, todas las piezas se ensamblan en un espacio com¨²n: el espacio donde Kr¨²dy consigue que suceda todo como una unidad. Este uso de tiempos le permite, sobre todo, deshacerse de las ataduras de la narraci¨®n convencional y construir, como dec¨ªamos, un espacio que tiene un aire entre real y fantasmal, entre v¨ªvido y enso?ado, que es donde la narraci¨®n toma cuerpo. En cierto modo, puede decirse que las t¨¦cnicas de la "corriente de conciencia" est¨¢n aqu¨ª invocadas; no como mon¨®logo interior o algo semejante, pues el narrador es un narrador an¨®nimo, una voz neutra que, incluso, a veces hace un gui?o al lector aunque no se identifica en ning¨²n momento, sino como modo de agrupar secuencias y acciones distintas liberadas del yugo de la linealidad y que se expresan con entera libertad.
El espacio de la novela resul
ta as¨ª m¨¢gico y realista a la vez. Kr¨²dy, adem¨¢s, lo filtra todo por medio de una iron¨ªa que es la que aporta a la vez una distancia cr¨ªtica y un fondo de melancol¨ªa que dotan al relato de un punto de gravedad que equilibra muy bien el tono alegre y ligero de sus personajes. Por ejemplo, en la estupenda escena del burdel de Madame Louise, el comentario: "Dios m¨ªo ?cu¨¢ntos desgraciados tan guapos hay en Pest!" marca la secuencia con su doble filo. O el contraste en la conversaci¨®n entre el poeta pobre y melanc¨®lico y la sabia y decadente Madame Louise justo en el perfecto desenlace de la novela. O el relato del divertid¨ªsimo contraste entre la fr¨ªvola Louise asediada en Par¨ªs por caballeros h¨²ngaros y su protector, el conde Ferdin¨¢nd, luchando en Budapest por su fe y su patria, una muestra perfecta de la iron¨ªa a la que hemos hecho referencia. A su t¨¦rmino, La carroza carmes¨ª deja en el lector el sabor agridulce de un mundo que se va y una experiencia que permanece en nuestra memoria con extrema viveza. En fin, un gran autor y una bell¨ªsima novela que vuelve a las librer¨ªas a ver si ahora -se public¨® en 1989 por primera vez- alcanza la resonancia que se merece.
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