La capital se fue
SE ESFUERZAN por convertir elecciones municipales y auton¨®micas en algo as¨ª como una primera vuelta de las generales, y luego, cuando las cuentas no salen, dan marcha atr¨¢s y dicen que no, que son municipales y auton¨®micas, y que el ganador es el que acrecienta su poder en Ayuntamientos y en Parlamentos, aunque ese incremento dependa m¨¢s de los resultados obtenidos por posibles socios que de los cosechados por m¨¦ritos, que son votos, propios.
Pero el da?o est¨¢ hecho. Tal como funciona la comunicaci¨®n, lo que m¨¢s se ha o¨ªdo en la campa?a electoral es a los dirigentes de los partidos, que no se presentaban a ning¨²n cargo, ni de concejal ni de diputado, repetir hasta el hartazgo las tres o cuatro cosas sobre las que ha venido girando el rifirrafe pol¨ªtico en torno a las cuestiones de siempre. Si adem¨¢s resulta que alguno de ellos ha invertido parte de su capital pol¨ªtico en una apuesta personal para alg¨²n Ayuntamiento y la suerte le ha sido aciaga, con mirar hacia otro lado, todo resuelto.
Madrid es el terreno ideal para ese tipo de combates: aqu¨ª residen los candidatos a trasladar sus enseres a La Moncloa y aqu¨ª el enfrentamiento es directo, a cara de perro, y no se desaprovecha ninguna oportunidad de medir las fuerzas con el adversario. Un error, porque en los tiempos que corren ya no vale Madrid como rompeolas de todas las Espa?as, como val¨ªa en la guerra, cuando Machado. Madrid es pieza valiosa en s¨ª misma, no por lo que representaba cuando todo lo dem¨¢s era provincia. Ahora, provincia no hay, y los l¨ªderes nacionales har¨ªan bien qued¨¢ndose entre bastidores -mientras se potencian candidatos bregados en las tareas propias de los Ayuntamientos o de la Comunidad- sin pretender dar batallas entre ellos por personas interpuestas.
Esto lo ha entendido mejor el PP que el PSOE, y ah¨ª radica un motivo de su distinta suerte en la capital. Los del PP, quiz¨¢ de manera casual, pero altamente eficaz, presentan un t¨¢ndem con dos componentes que se llevan muy mal pero que suman m¨¢s de lo que cada cual aporta por s¨ª solo / sola. Es una mezcla singular, que no se junta, de autoritarismo populista -o populismo autoritario- encarnado en la presidenta, con cierto despotismo ilustrado de que hace gala el alcalde. Inaugurar una, dos, tres veces una estaci¨®n de metro, un hospital, una l¨ªnea de tranv¨ªa; sajar la ciudad, horadar t¨²neles, abrir grandes v¨ªas, endeudarse hasta las cejas. Y mucha raci¨®n de celos y zancadillas, con m¨²sica de alta zarzuela al fondo: he ah¨ª dos pesos pesados de la pol¨ªtica madrile?a.
Frente a eso, nunca se ha acabado de saber qu¨¦ propon¨ªan los socialistas: un t¨¢ndem formado por dos se?ores que no se llevan ni bien ni mal y que, al pedalear, restan m¨¢s que suman: uno fue candidato por haber mostrado buenas dotes de bur¨®crata componedor entre facciones de un partido -antes federaci¨®n- siempre con el navajeo a punto; otro es una criatura presidencial sin experiencia para moverse por el campo minado de la pol¨ªtica. ?Desde cu¨¢ndo la burocracia de partido y el an¨¢lisis econ¨®mico pueden competir con probabilidades de ¨¦xito con el populismo y el despotismo? Burocracia y econom¨ªa sirven para lo que sirven, y poca imaginaci¨®n queda en el PSOE si creen que la varita m¨¢gica del jefe puede convertir esas prendas indiscutibles en oro pol¨ªtico.
El periodista Miguel ?ngel Aguilar dice que los socialistas madrile?os se han apuntado al prestigio de la derrota: no hay m¨¢s que verlo en sus caras. Pero lo ocurrido en estas elecciones pasa de casta?o oscuro. Si siguen por ese camino, ni Peridis ser¨¢ capaz de sacarlos de un hoyo con tanto esmero cultivado. Es tiempo de reaccionar: las crisis no se programan; simplemente llegan, o estallan, y entonces, o se pone remedio o se convierten en gangrena que va minando los restos de energ¨ªa que puedan quedar en el organismo. Simancas se ha adelantado a proclamar que no volver¨¢ a presentarse: m¨¢s vale tarde que nunca, marcado como qued¨® cuando le puso en bandeja la presidencia de la Comunidad a su adversaria despu¨¦s de que dos facinerosos incorporados a su lista se la robaran a ¨¦l y a Izquierda Unida. Sebasti¨¢n fue, desde el primer momento, un falso candidato, y mucho le honra haberlo reconocido con tanta prontitud.
El presidente, que ha tropezado ya dos veces en la misma piedra, tambi¨¦n tendr¨ªa que sacar alguna lecci¨®n de este fracaso sin paliativos. Madrid, en tiempos m¨¢s duros cuna y basti¨®n del socialismo, se fue. No ser¨¢ f¨¢cil que vuelva.
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