El artesano de la belleza
Luca Cordero di Montezemolo (Bolonia, 1947) obtuvo con apenas 26 a?os un empleo so?ado por millones de personas: la direcci¨®n de la escuder¨ªa Ferrari, como mano derecha del m¨ªtico Enzo Ferrari. Hoy es un gran patr¨®n de la industria italiana: presidente de Fiat, de Ferrari, de la Feria de Bolonia y de Confindustria, la gran confederaci¨®n empresarial italiana, y ocupa un puesto en los consejos de administraci¨®n del grupo franc¨¦s PRP (Pinault-Printemps-Redoute), de los calzados Tod's, de los electrodom¨¦sticos Indesit, de las bebidas Campari y del diario La Stampa. Tras una larga carrera como ejecutivo de m¨¢ximo nivel y hombre de confianza de la familia Agnelli, en el a?o 2003 decidi¨® convertirse en empresario. Form¨® un grupo de inversiones llamado Charme y cre¨® un holding centrado en la producci¨®n de art¨ªculos de lujo.
"En Ferrari no vendemos un medio de transporte, ni siquiera un gran coche, sino un sue?o. El gusto por la belleza forma parte de ADN italiano"
"No, no, no, a m¨ª no me gusta hablar de lujo". ?sa es la primera frase que pronuncia Montezemolo durante una entrevista mantenida en su residencia romana, un ¨¢tico en Via Veneto con una gran terraza y unas vistas espl¨¦ndidas. El piso no es suyo. Es la vivienda de representaci¨®n que Confindustria pone a disposici¨®n de su presidente. Su propia casa est¨¢ en M¨®dena, cerca de Ferrari. Pero la familia Montezemolo (Luca; su esposa, Ludovica, y sus dos hijas) pasa mucho tiempo en el ¨¢tico de Via Veneto en compa?¨ªa de un mayordomo de edad avanzada, pero indefinible, silencioso y sigiloso como una sombra.
El matiz a la negativa inicial llega de inmediato: "El lujo suele ser sin¨®nimo de opulencia, de dinero, de exageraci¨®n. Yo prefiero hablar de gusto por la belleza". El resto de la conversaci¨®n gira en torno al buen gusto, a la belleza y a las razones por las que los italianos parecen especialmente dotados para fabricar y disfrutar cosas bellas. "La geograf¨ªa, la historia, la cultura y el estilo de vida italianos imprimen un cierto car¨¢cter, un cierto gusto", explica. "Piense en las villas de Sicilia, en los paisajes de Toscana o en Capri. O en la hermosa simplicidad de nuestra cocina: el aceite, la pasta, el tomate, el aroma de las hierbas. Todo esto no es lujo, sino belleza. Tiene personalidad. Cuando compr¨¦ Poltrona Frau pensaba en eso".
Poltrona Frau es la m¨¢s importante apuesta de Montezemolo como emprendedor. Se trata de una empresa con mucha historia, dedicada al mobiliario y a la tapicer¨ªa en piel. Produce art¨ªculos de calidad artesanal y de dise?o exclusivo, pero tiene tambi¨¦n capacidad para hacer frente a grandes contratos. En Espa?a ha amueblado recientemente el Palau de les Arts Reina Sof¨ªa de Valencia y el Centro de Conferencias de Badajoz, y acaba de ganar, en asociaci¨®n con el arquitecto Frank Gehry, el concurso para ocuparse de los interiores del Centro de Congresos Disney en Los ?ngeles. Tambi¨¦n se ocupa de los asientos de los helic¨®pteros Agusta y, desde siempre, del tapizado de los coches Ferrari.
"Detr¨¢s de cada producto de Poltrona Frau", dice, "hay tradici¨®n y dise?os inmortales. Y una peque?a f¨¢brica en Le Marche, un lugar precioso con gran calidad de vida dentro del establecimiento y fuera". ?sa es una de las f¨®rmulas innegociables para el avvocato (seg¨²n la costumbre italiana, los profesionales son llamados por su t¨ªtulo) Luca Cordero di Montezemolo: el centro de trabajo no s¨®lo debe ser c¨®modo, sino bello. Uno de sus grandes orgullos es la factor¨ªa de Ferrari en Maranello, un pueblecito entre Bolonia y M¨®dena.
Los empleados no conocen el embrutecimiento de la cadena de montaje, porque todo se hace a mano, y cuentan con gimnasio, salas de recreo y un amplio margen de iniciativa. Pero trabajan, adem¨¢s, en un entorno exquisito, compuesto de pabellones acristalados y jardines japoneses. La factor¨ªa de Ferrari es considerada por el Financial Times como el mejor centro de trabajo de toda Europa. "Ferrari es algo ¨²nico, irrepetible. Es un c¨®ctel de tecnolog¨ªa extrema, de exclusividad y de pasi¨®n".
Ferrari no es propiedad de Montezemolo, sino de Fiat y, en ¨²ltimo extremo, de la familia Agnelli. En este caso, sin embargo, Montezemolo no se siente un simple ejecutivo. Ferrari tiene un gran peso en su vida. La dej¨® en 1977, cuando a¨²n la dirig¨ªa su fundador, el viejo Enzo, para encargarse de las relaciones externas de Fiat y del diario La Stampa.
Tras la desaparici¨®n de Enzo, en 1988, Ferrari cay¨® en picado. No ganaba nunca en f¨®rmula 1 y apenas vend¨ªa turismos. Montezemolo regres¨® en 1991. El viejo Gianni Agnelli, que fue su mentor m¨¢s que su jefe, le encarg¨® la misi¨®n de reflotar la empresa o cerrarla. "Volv¨ª a Maranello en invierno", recuerda, "y me encontr¨¦ con un espect¨¢culo desolador. Hab¨ªa tantos coches sin vender que no cab¨ªan en los almacenes y estaban aparcados fuera, bajo la nieve. Nos daban por acabados. Nunca lo he pasado tan mal".
La recuperaci¨®n de Ferrari empez¨® por el fichaje de Jean Todt, un veterano del equipo de rallies de Peugeot. La contrataci¨®n estuvo a punto de no realizarse por uno de esos detalles que cuentan tanto para el avvocato: el primer d¨ªa, Todt se present¨® en Maranello al volante de un Mercedes. "Me molest¨®, pens¨¦ que no hab¨ªa captado el esp¨ªritu de la sociedad y nuestra atenci¨®n a los detalles", reconoce. Cost¨® integrar a un franc¨¦s en una casa que simbolizaba el orgullo automovil¨ªstico italiano. Luego lleg¨® un piloto alem¨¢n, Michael Schumacher.
En cuanto a los coches normales, si el adjetivo puede aplicarse en este caso, Montezemolo realiz¨® una revoluci¨®n tecnol¨®gica (se acabaron los cambios de marcha duros y los motores fr¨¢giles) y decidi¨® que cada Ferrari ser¨ªa un objeto exclusivo. "Recibimos unos 15.000 pedidos al a?o, pero fabricamos s¨®lo 5.000 autom¨®viles. De esta forma no basta el dinero para comprar uno de nuestros coches: hay que encargarlo, esperarlo, quererlo mucho antes de tenerlo. La producci¨®n limitada nos permite, adem¨¢s, mantener un sistema de fabricaci¨®n totalmente artesanal. Creo que Ferrari es la ¨²nica empresa automovil¨ªstica del mundo que lo hace todo en su propia f¨¢brica. Partimos del metal en bruto, lo fundimos, hacemos las piezas? Nuestros coches no son producidos por robots, sino por seres humanos que prestan atenci¨®n a cada detalle". Aunque las tapicer¨ªas son de Poltrona Frau, el cuero se corta y se cose en la f¨¢brica de Maranello. "El cliente puede elegir incluso la tensi¨®n de la piel sobre los asientos. A m¨ª me gusta la piel con alguna imperfecci¨®n porque denota autenticidad. La piel demasiado estirada y perfecta parece pl¨¢stico".
Todos los Ferrari son exclusivos, pero ninguno lo es tanto como el que Montezemolo guarda en su garaje. En 2000, con ocasi¨®n de su tercer matrimonio, el patriarca Gianni Agnelli le hizo un regalo extraordinario: un Ferrari 360 Modena descapotable, de color gris, carrozado especialmente por Pininfarina. No hay otro igual en el mundo.
Seg¨²n Montezemolo, Italia carece de rivales cuando se trata de producir art¨ªculos artesanales de alta calidad. "Existe una tradici¨®n de muchos siglos", afirma. "Los curtidores de Florencia, las cristaler¨ªas de Murano o la misma mozzarella napolitana son ejemplos de una tradici¨®n que ya estaba consolidada en la Edad Media. La misma estructura econ¨®mica del pa¨ªs, hecha de peque?as empresas, conduce a la artesan¨ªa. Y luego est¨¢ el individualismo de los italianos, que prefieren hacer las cosas a su gusto y por su cuenta. Todo esto forma ya parte de nuestro c¨®digo gen¨¦tico: sabemos cuidar los detalles. El gusto por la belleza forma parte del ADN italiano".
Los coches alemanes, dice, son otra cosa. "En Alemania saben hacer autom¨®viles perfectos", explica, "pero tienen la perfecci¨®n que podr¨ªa tener un frigor¨ªfico: les falta emoci¨®n. Cuando me concedieron un doctorado honoris causa en ingenier¨ªa aprovech¨¦ la ocasi¨®n para centrar mi conferencia en las diferencias entre tecnolog¨ªas fr¨ªas y tecnolog¨ªas c¨¢lidas. En el norte se producen art¨ªculos excelentes que resultan fr¨ªos. Conducir un Ferrari, en cambio, proporciona una emoci¨®n dif¨ªcil de explicar. Estamos hablando de elementos inmateriales y, sin embargo, perceptibles. Cuando vendemos un Ferrari no vendemos un medio de transporte, ni siquiera un gran coche, sino un sue?o".
El Museum of Modern Arts (MOMA) de Nueva York dedic¨® una exposici¨®n a los autom¨®viles Ferrari titulada precisamente Ferrari, una obra de arte, y posee, entre sus piezas de colecci¨®n, un b¨®lido Ferrari de f¨®rmula 1 que compiti¨® en 1990. Ning¨²n otro constructor goza de tal honor en la instituci¨®n neoyorquina.
La personalidad pasional de los autom¨®viles deportivos italianos (no s¨®lo Ferrari, tambi¨¦n Maserati y en otro tiempo Lamborghini o Alfa Romeo) se extiende a los barcos. El mayor fabricante mundial de yates de lujo es el grupo italiano Ferretti, y en el pa¨ªs existen decenas de fabricantes de menor tama?o. En este sector cuentan tambi¨¦n los mitos. Como el de Riva, una empresa ahora integrada en Ferretti. Aunque Riva fabrica yates de gran tama?o, los aficionados a la n¨¢utica identifican la marca con sus lanchas r¨¢pidas, de cubierta t¨ªpicamente recubierta de madera noble. Duran d¨¦cadas porque inspiran amor. Una lancha Riva vintage es un veh¨ªculo tan preciado como pueda serlo un Ferrari.
Esas cosas tienden a olvidarse cuando se habla de la te¨®rica decadencia industrial de Italia. "Este pa¨ªs es una pen¨ªnsula estrecha rodeada de mar, lo que nos ha proporcionado la tradici¨®n de navegar. Pero eso es obvio. El ¨¦xito en la construcci¨®n de embarcaciones procede de la combinaci¨®n de tecnolog¨ªa, de dise?o elegante y de calidad en los acabados", se?ala Montezemolo.
La elegancia italiana suele identificarse con la simplicidad y con una actitud aparentemente relajada. El avvocato indica, en ese sentido, que prefiere vestir "una chaqueta ya con algunos a?os y sin etiqueta famosa, pero bien hecha". El centro hist¨®rico de cualquier "ciudad de arte" italiana (Roma, Florencia, Venecia, Perugia, Padua y tantas otras) abunda en la l¨ªnea de relativo desali?o: en un pa¨ªs como Francia, esos barrios maravillosos estar¨ªan perfectamente restaurados e iluminados; en Italia no hay otra luz que la de los farolillos, repartidos m¨¢s o menos al azar, y abundan las fachadas decr¨¦pitas.
Esa despreocupaci¨®n est¨¢ relacionada tal vez con una familiaridad cong¨¦nita con las antig¨¹edades. "Italia, que no es un pa¨ªs grande, posee la mitad de todas las riquezas arqueol¨®gicas mundiales", recuerda Montezemolo. "Y en una ciudad como Siracusa existen un teatro griego y un teatro romano, muy cerca uno del otro. Esa abundancia nos influye por fuerza".
Adem¨¢s de Poltrona Frau (y de otras empresas en sectores diversos, como Ballantyne, prestigiosa f¨¢brica escocesa de prendas de cachemira), el avvocato posee marcas como Cassina o Cappellini. Cassina fabrica muebles de dise?o contempor¨¢neo (tiene las colecciones de Le Corbusier, por ejemplo) y, como Frau, se defiende bien en los concursos internacionales: acaba de obtener el contrato para amueblar el que ser¨¢ el mayor museo isl¨¢mico del mundo, en Doha (Qatar). En Jap¨®n, Cassina es una de las cinco marcas italianas m¨¢s conocidas. Cappellini fabrica muebles y objetos innovadores y vanguardistas.
Luca Cordero di Montezemolo est¨¢ convencido de que, gracias a la tradici¨®n, Italia cuenta con un gran futuro. "La gente quiere rodearse de objetos bien elegidos, quiere personalizar su entorno, y ¨¦sa es una tendencia que va a m¨¢s", afirma. "Nosotros, los italianos, estamos en una posici¨®n ¨®ptima para cabalgar esa ola. Porque exportamos algo m¨¢s que nuestros productos: exportamos un estilo de vida".
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