Pobres, inmigrantes y musulmanes
"Las cloacas se han abierto y los hombres respiran su hedor como un perfume", escribi¨® Stefan Zweig a Thomas Mann en 1933. Se refer¨ªa al odio que el emergente nazismo difund¨ªa en la poblaci¨®n contra inmigrantes y jud¨ªos. No hemos llegado a estos extremos, pero hay suficientes indicios inquietantes, acciones de unos y omisiones de otros para intentar frenar una escalada que puede resultar tr¨¢gica. En algunos barrios de Barcelona el anuncio de la apertura de un oratorio (no una mezquita, no las hay en Catalu?a) ha originado fuertes reacciones en contra por parte de los vecinos. En estas reacciones se mezclan temores difusos al terrorismo, racismo inconfeso hacia gente considerada extra?a y preocupaci¨®n bastante justificada a que se desvalorice su propiedad. Ha ocurrido estos d¨ªas en el el barrio de Poble Sec y el Ayuntamiento ha aducido razones "t¨¦cnicas" para negar el permiso. Sucesos parecidos y renuncias vergonzosas de los municipios se han dado en barrios populares del entorno metropolitano. Otro caso. En Tarragona el Ayuntamiento decide autorizar un oratorio a condici¨®n de que se instale en una nave de un pol¨ªgono industrial, bien lejos de las zonas habitadas y de acceso complicado para sus posibles usuarios. Unos d¨ªas antes de las elecciones se vota por unanimidad tal desprop¨®sito excepto por parte de los dos concejales de Iniciativa. Algunos opinan que este voto negativo puede haber influido en su mal resultado electoral.
La campa?a electoral ha proporcionado algunos espect¨¢culos lamentables. El PP se declara orgulloso de haber colocado como una cuesti¨®n prioritaria de la agencia pol¨ªtica su mensaje: el problema que hay que resolver con la m¨¢xima dureza ha dicho que es el binomio inmigraci¨®n e inseguridad. Estas propuestas irresponsables, pero de impacto en la opini¨®n p¨²blica, excitan obviamente los temores y los odios respecto a los "otros". La mayor¨ªa de los partidos, incluidos los dos principales a los que se supone impregnados de valores democr¨¢ticos, miran para otro lado cuando se propone la igualdad de derechos pol¨ªticos para los residentes legales, sea cual sea su nacionalidad. Pura doctrina del liberalismo democr¨¢tico del siglo XIX. Incluso, contra el m¨¢s elemental sentido com¨²n, hemos escuchado al l¨ªder convergente anunciar que ya tenemos en casa a los terroristas musulmanes y cuando quieren ofrecer una imagen m¨¢s abierta nos dicen que la cuesti¨®n no es el derecho de voto sino la integraci¨®n por el trabajo y la residencia. Fant¨¢stico, como si la igualdad de derechos no fuera un factor de integraci¨®n y la falta de los mismos no abocara al trabajo precario y a la marginaci¨®n.
Recuerdo una conversaci¨®n, en el marco del F¨®rum famoso de 2004, con uno de los principales responsables pol¨ªticos del Ayuntamiento de Barcelona. En un ambiente de declaraciones grandilocuentes sobre los derechos de los inmigrantes, incluso por parte del alcalde de entonces, me dec¨ªa que eran inaceptables estas reacciones de algunos barrios contra los oratorios. Argument¨¦ que si bien compart¨ªa esta preocupaci¨®n, me parec¨ªa que deber¨ªamos entender las razones de estos vecinos. Y cit¨¦ como una de las causas de rechazo la percepci¨®n que hab¨ªa en estos barrios de que la presencia de un oratorio, incluso de locutorios, desvalorizaba la propiedad de los pisos, el principal bien que ten¨ªan muchos residentes. Y suger¨ª que conven¨ªa valorizar estos equipamientos visibles y de encuentro ofreciendo lugares prestigiosos donde pudiera haber incluso una mezquita, en el barrio G¨°tic o en el Eixample. Respuesta: el suelo en Barcelona es demasiado caro para una mezquita. Sin palabras.
El marco pol¨ªtico y jur¨ªdico convierte a los inmigrantes en gentes que viven en la precariedad legal lo que les hace sospechosos. La seudoconstituci¨®n europea s¨®lo trataba el tema de la inmigraci¨®n desde una perspectiva policial: control de fronteras, represi¨®n de la residencia no legal, etc¨¦tera. Las leyes de extranjer¨ªa espa?olas lo mismo; son normas destinadas a negar o reducir los derechos, a distinguir la situaci¨®n de extranjer¨ªa de la ciudadan¨ªa. La ordenanza del civismo de Barcelona trata en su articulado a la inmigraci¨®n como colectivo peligroso o molesto, a pesar de algunas declaraciones gen¨¦ricas iniciales contra el racismo y la xenofobia, incluso declara que se facilitar¨¢ la regulaci¨®n de los inmigrantes que denuncien a otros inmigrantes que no cumplan con la legalidad. Es decir, que, hay que suponer sin pretenderlo, los poderes p¨²blicos, los l¨ªderes pol¨ªticos y muchos medios de comunicaci¨®n excitan los miedos y el racismo de unos y criminalizan y marginan a los otros.
En Espa?a la inmigraci¨®n es un hecho reciente. No podemos suponer que el marco institucional se adapte perfectamente, pronto y en su totalidad a esta situaci¨®n y ofrezca un conjunto de mecanismos integradores que funcionen con fluidez y a gusto de todos. Tampoco podemos esperar que todos los sectores populares que han conquistado su arraigo en la ciudad a muchos a?os de trabajo y privaciones que acepten de entrada y de buen grado en lo que consideran su territorio a una poblaci¨®n nueva, distinta, marcada por su pobreza muchas veces y por su precariedad. Y a la que se le atribuye una peligrosidad potencial vinculada a su religi¨®n. A lo que se a?ade que en algunos aspectos puede competir con la poblaci¨®n nacional: lugares de trabajo, vivienda social, becas escolares de comedor, etc¨¦tera.
Si el marco legal, pol¨ªtico y medi¨¢tico los discrimina, estos sectores pueden deducir l¨®gicamente que los reci¨¦n llegados no tienen los mismos derechos. Las reacciones de rechazo no son aceptables y afortunadamente hay iniciativas de signo contrario. Por ejemplo Nou Barris acull, iniciativa vecinal que establece redes de apoyo y convivencia con los inmigrantes. Es l¨ªcito exigir pues que las autoridades y los l¨ªderes pol¨ªticos sean responsables, defiendan la igualdad de derechos y deberes de todos los residentes en un territorio y busquen f¨®rmulas nuevas para promover la participaci¨®n y la integraci¨®n pol¨ªtica y social de la poblaci¨®n de origen inmigrante. Sin iniciativas valientes y novedosas que sirvan de experiencia en los ¨¢mbitos locales no se cambiar¨¢ el ¨¢mbito estatal, m¨¢s temeroso y excluyente.
En vez de practicar la pol¨ªtica del miedo y de la represi¨®n, ehamos en falta pr¨¢cticas innovadoras. En tanto que el marco legal no apruebe la igualdad de derechos pol¨ªticos y, por lo tanto, del derecho a votar y a ser elegido, se pueden promover elecciones entre los colectivos inmigrantes y sus representantes integrarles en las instituciones con derecho a voz, aunque formalmente no tengan el de votar en estas asambleas. Se pueden hacer campa?as para estimular la participaci¨®n de la poblaci¨®n inmigrante en la pr¨¢ctica y las competiciones deportivas. Valorizar su cultura y reconocer las dimensiones positivas de su religi¨®n en vez de ignorar lo primero y ofrecer una imagen caricaturesca de lo segundo. Y estimular y publicitar pr¨¢cticas positivas de convivencia. Sin excluir obviamente la sanci¨®n tanto a los actos violentos o delictivos de unos y otros la experiencia pol¨ªtica y la investigaci¨®n social nos ense?an que los fen¨®menos de naturaleza colectiva y cultural no se resuelven por la v¨ªa represiva.
Jordi Borja es urbanista.
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