Van a venir mal dadas
Resaca
El desastre electoral de la izquierda en Madrid y Valencia es de tal envergadura que obliga a elaborar dos o tres ocurrencias de genio y altura si se quiere evitar que se pierdan tambi¨¦n las generales
Para el elector de centro izquierda no importa que Fabra, Camps, Rita o D¨ªaz Alperi sigan al frente de las instituciones que a todos nos expolian, y hasta en Torrent han barrido los responsables pol¨ªticos de las v¨ªctimas del metro, por no hablar de un Madrid donde la derecha se ha dado un paseo. De derrota en derrota hasta la victoria final, no parece que lo que queda de la izquierda en lugares anta?o tan emblem¨¢ticos como Madrid o Valencia, donde se deciden tantas cosas, est¨¦ por la tarea de molestarse en acudir a las urnas un domingo soleado. Que no se quejen despu¨¦s. No hay mayor desd¨¦n que la indiferencia, pero se trata de una actitud curiosa, con la que est¨¢ cayendo y con la que nos caer¨¢ en los pr¨®ximos cuatro a?os. ?Cansancio de la pol¨ªtica? Ser¨¢ que Fabra es incombustible, que Camps es un gran estadista, Rita es Rudolph Giuliani y Alperi es inconmensurable. Ellos, y tantos otros de su calibre, seguir¨¢n haciendo su pol¨ªtica, la de siempre.
Dise?o de campa?a
Las campa?as electorales basadas en la proximidad est¨¢n condenadas al fracaso, porque la proximidad o ya no existe socialmente o se manifiesta de manera cada vez m¨¢s ilusoria. Visitar mercados y mercadillos, repartir miles de decimon¨®nicos globitos, buscar el contacto directo durante un mes con los vecinos para solicitar su voto es un episodio trivial y tribal que en nada se relaciona con la complejidad de est¨ªmulos de la conducta de los ciudadanos en los d¨ªas de a diario. Ah¨ª no se obtiene m¨¢s votos que los previamente otorgados, situaci¨®n peligrosa cuando la condici¨®n de supervivencia es lograr que te vote quien hasta ahora no lo ha hecho. El elector rara vez vota fascinado por el encanto de un candidato, m¨¢s bien se trata de una circunstancia adversa que se convierte en absolutamente negativa cuando el candidato no tiene m¨¢s que ofrecer que su obstinada firmeza, como bien se ha visto en la debacle madrile?a de Simancas y Sebasti¨¢n. La pregunta es por qu¨¦ se pierde el voto cuando se tiene raz¨®n.
Otro que tal
Dec¨ªa Albert Camus que si ten¨ªa que elegir entre la justicia y su madre eleg¨ªa a su madre, en un modelo de pertinencia l¨®gica que caracteriza la obra del escritor franc¨¦s. No es probable que Carlos Fabra sea lector de Camus, ni siquiera de que manifestara ning¨²n tipo de inter¨¦s hacia su obra caso de que alg¨²n compinche de correr¨ªas le sugiriese enriquecer su prontuario de citas c¨¦lebres. Tambi¨¦n el de Castell¨®n elige a su familia, de tatarabuelos para abajo, para v¨¦rselas con la justicia que le pisa los talones por varias y todav¨ªa presuntas irregularidades serias, pero a quien act¨²a por amor todo le ser¨¢ perdonado. Ahora amenaza a una compa?era de este peri¨®dico por sus informaciones, y proclama que ha sido "absuelto con sobresaliente" por el resultado de las urnas. Esa misma hip¨¦rbole le delata, porque ni el sobresaliente ni el suspenso existen en las figuras jur¨ªdicas. Unas figuras que existen y que deben serle aplicadas cuanto antes.
La opacidad permisiva
El t¨¦rmino es de Joan Romero, quiz¨¢s emparentado de alg¨²n modo con el de "tolerancia represiva" del Marcuse de los 60, y resume la percepci¨®n de la izquierda como reglamentista y partidaria de un sistema de controles y prohibiciones en un contexto que las desde?a para instalarse en una flexibilidad en la que todos salen ganando o pueden hacerlo. Lo cierto es que el mensaje impl¨ªcito de la derecha valenciana -aqu¨ª todo el mundo, incluso Zaplana, puede prosperar, cuando no enriquecerse- es algo m¨¢s que una broma cuando el propietario de un huerto sin valor resuelve su vida y la de sus descendientes mediante su venta a una promotora inmobiliaria. Esa expectativa tiene un efecto multiplicador susceptible de conformar un contexto de una cierta laxitud administrativa. As¨ª que continuar votando a Fabra es m¨¢s una especie de esperanzada identificaci¨®n ilusoria que el voto de confianza hacia un proyecto pol¨ªtico. La presunta honestidad de izquierda ya no mueve al ciudadano a votar por el candidato que la proclama. Es coercitiva.
Cine de barrio
Todo esto se traduce en el ¨¢mbito dom¨¦stico en un cierto engorro. En mi barrio, y en la finca donde vivo, todo el mundo es sol¨ªcito y amable, incluido el embroncado vecino del cuarto; pero el quiosquero ha votado a Garc¨ªa Sentandreu, la panadera tiene una bandera espa?ola preconstitucional entre las monas de Pascua, los padres de una de las amiguitas de mi hija en el cole prefieren votar a lo que queda de Falange Espa?ola (se ve que ignoran las palabras del fundador respecto del mejor destino para las urnas), y as¨ª todo. No soy timorato, pero procuro tomar el ascensor en solitario.
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