Futuro y oportunidades perdidas
Usualmente juzgamos nuestro presente compar¨¢ndolo en t¨¦rminos absolutos con el pasado. Si constatamos progresos, tenemos la tendencia a sentirnos psicol¨®gica y socialmente satisfechos, reafirm¨¢ndonos en que caminamos en la buena direcci¨®n. El hecho de vivir mejor, de disponer de m¨¢s servicios, de m¨¢s infraestructuras, de m¨¢s renta, es suficiente para concluir que nuestra din¨¢mica social y pol¨ªtica es correcta.
Sin embargo, la cuesti¨®n que realmente determina la pertinencia de una estrategia social o personal no es si se ha mejorado o no, sino en qu¨¦ medida se han aprovechado las oportunidades para hacerlo y c¨®mo se han sentado las bases para que en el futuro siga habiendo opciones de desarrollo. En esta cuesti¨®n deber¨ªa basarse nuestro juicio porque ah¨ª radica, en realidad, el m¨¦rito.
En efecto, las din¨¢micas socioecon¨®micas generan una irradiaci¨®n de sus resultados que, con l¨®gica similar a la de un movimiento s¨ªsmico, los extiende a zonas relativamente alejadas del epicentro. As¨ª, si se est¨¢ en una ¨¢rea institucional y econ¨®micamente conectada con los ejes y flujos de la prosperidad, alg¨²n beneficio llegar¨¢ aunque no se haga demasiado para merecerlo; y llegar¨¢ tanto m¨¢s cuanto menos cr¨ªtico se sea con el modelo de desarrollo imperante. En otras palabras, es posible que coexistan una indolencia estructural con un cierto desarrollo. Se puede vivir en una acomodada autocomplacencia, en una paulatina p¨¦rdida de autoexigencia y, sin embargo, progresar.
Ahora bien, ?esa mejor¨ªa puede considerarse satisfactoria?
La respuesta depende de qu¨¦ concepci¨®n se tenga del futuro. Si se entiende ante todo como un esfuerzo moral, como un compromiso, como un proyecto, debemos decir que no. La pasividad no encaja con la idea de "labrarse un futuro", con la constataci¨®n de que el futuro es una responsabilidad a asumir.
Si, en cambio, el futuro se concibe como el estado que se alcanza por el mero transcurso del tiempo, podr¨ªamos decir que s¨ª, porque se tendr¨ªa el m¨¦rito de tener suerte, o, mejor dicho, de ser afortunado, lo que no deja de ser importante: si tuvi¨¦ramos la desventura de vivir en una zona condenada, dif¨ªcilmente hubi¨¦ramos podido vencer la inercia del estancamiento o del empobrecimiento. El mejor futuro adoptar¨ªa, entonces, la forma de una patera.
Por eso, las sociedades o personas conscientes de sus carencias, pero con posibilidades, no pueden resignarse a una actitud pasiva. Lo digno es luchar por generar oportunidades y aprovecharlas. En ciertas coyunturas, pa¨ªses enteros cobran conciencia de que su potencial les permite llegar a m¨¢s, y de ellos se adue?a una suerte de "insatisfacci¨®n activa" que me parece uno de los estados m¨¢s perfectos a los que puede aspirar una sociedad.
Pues bien, ?c¨®mo se concretan estas reflexiones en la Galicia del a?o 2007 al compararla con la de, pongamos, 1986?
Por constataci¨®n estad¨ªstica podr¨ªamos decir que Galicia se ha instalado en una din¨¢mica que combina crecimiento con p¨¦rdida de oportunidades. La evoluci¨®n de producto y renta avalan lo primero, pero la disminuci¨®n de nuestro peso relativo en la econom¨ªa y en la demograf¨ªa espa?ola, lo segundo. Tambi¨¦n, en los nuevos indicadores expresivos de dinamismo social -como el uso de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y comunicaci¨®n- nuestra posici¨®n de partida es muy d¨¦bil.
?Ese diagn¨®stico casa con nuestra percepci¨®n directa de la realidad?
En mi experiencia debo decir que s¨ª. Ciertamente, hay ¨¢mbitos concretos -tanto p¨²blicos como privados- en los que Galicia ha alcanzado posiciones de liderazgo, pero, en conjunto, el acomodamiento en un estado de debilidad, la complacencia con nosotros mismos y la exigencia para con los dem¨¢s me parecen la norma, lo usual.
Ser consciente de una realidad es la primera condici¨®n para transformarla, por lo que ratificar o refutar esa impresi¨®n y, en su caso, explorar sus causas, deber¨ªa ser tarea prioritaria. Como la pol¨ªtica, tan cautiva de lo pol¨ªticamente correcto, se muestra perezosa para abordar debates socialmente inc¨®modos, la opini¨®n p¨²blica puede ser un instrumento ¨²til para suscitarlos. Merece la pena intentarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.