Un brazo y una pierna por llegar a Canarias
Las secuelas del viaje han obligado a los m¨¦dicos a amputar miembros a 30 inmigrantes
Los inmigrantes que se embarcan en un cayuco desconocen que, en caso de que consigan sortear a la muerte, el viaje de nueve d¨ªas desde Senegal hasta Canarias puede dejarles secuelas terribles. La peor es la amputaci¨®n de sus miembros. Una treintena de los 21.500 j¨®venes africanos que llegaron al archipi¨¦lago durante las avalanchas del a?o pasado han tenido que ser sometidos a esa operaci¨®n. Para diez de ellos el diagn¨®stico ha sido especialmente duro: en el quir¨®fano han perdido un brazo y una pierna.
Cuanto mayor es el n¨²mero de personas que se amontonan en un cayuco, m¨¢s barato les sale el viaje. El problema es que apenas dejan espacio para acomodar el motor de repuesto y las garrafas de combustible. Las provisiones de comida y agua deben ser reducidas dr¨¢sticamente.
Los patrones les atan a la borda, y las ligaduras acaban gangrenando las extremidades
La traves¨ªa desde Dakar hasta Tenerife suele durar nueve d¨ªas. Al tercero, comienza a escasear el agua. Al sexto d¨ªa, los inmigrantes sufren los primeros s¨ªntomas de deshidrataci¨®n, que les lleva a un estado de confusi¨®n mental. En su locura, olvidan que no saben nadar e intentan saltar por la borda para aliviar el sufrimiento. Algunos lo hacen y se ahogan. Otros son inmovilizados por los patrones: les amarran fuertemente a la borda un brazo y una pierna. Durante tres d¨ªas, las ligaduras cortan el riego sangu¨ªneo. Cuando los j¨®venes desembarcan en Canarias, sus miembros est¨¢n gangrenados y a los m¨¦dicos no les queda m¨¢s opci¨®n que amputarlos.
Algunos tienen m¨¢s suerte y s¨®lo pierden una de las dos extremidades. Tambi¨¦n son frecuentes las amputaciones de dos tercios del pie: durante los nueve d¨ªas de traves¨ªa, los inmigrantes permanecen con los pies sumergidos en el charco que los restos de gasolina y el agua de mar van formado en el fondo de la barca. La mezcla de ambas sustancias origina una reacci¨®n qu¨ªmica llamada tetraetilo de plomo. Se trata de una sustancia muy corrosiva que va necrosando los tejidos, hasta tal punto que no hay m¨¢s salida que la amputaci¨®n.
No terminan ah¨ª los riesgos para los supervivientes. Las olas del Atl¨¢ntico levantan los cayucos hasta sus crestas y luego los dejan caer bruscamente, una y otra vez. En cada una de esas ocasiones, el coxis de los viajeros golpea con fuerza contra la tabla en la que van sentados. Ese traumatismo prolongado -miles de golpes sobre el mismo punto- acaba por rasgar la piel y causar heridas de unos dos cent¨ªmetros de profundidad, que las heces y los orines infectan. En tales casos, los inmigrantes deben ser sometidos a trasplantes de piel.
Todos estos datos figuran en un estudio elaborado por M¨¦dicos del Mundo sobre el perfil de los 900 inmigrantes que llegaron a las islas el a?o pasado y cuyos graves problemas de salud han impedido su traslado a la Pen¨ªnsula. El doctor Carlos Arroyo, responsable de Inclusi¨®n Social de esa ONG en Tenerife, explica que, dado que se trata de extranjeros indocumentados, la sanidad p¨²blica s¨®lo cubre su atenci¨®n en urgencias. Por lo que, una vez que salen del hospital y van a parar a casas de acogida, son organizaciones como la suya las que se hacen cargo de su salud.
"Nuestra preocupaci¨®n m¨¢s inmediata es conseguir pr¨®tesis para que estas personas puedan valerse por s¨ª mismas", explica Arroyo. "Tambi¨¦n intentamos que el Gobierno les extienda permisos de estancia temporal por razones m¨¦dicas, una figura recogida en la legislaci¨®n de extranjer¨ªa".
Los inmigrantes mutilados son varones de entre 20 y 30 a?os procedentes de Senegal, Mal¨ª y Costa de Marfil. Aunque el franc¨¦s es la segunda lengua en esos pa¨ªses, la mayor¨ªa s¨®lo habla dialectos locales: wolof, bambara, poulard... El idioma es una dificultad insalvable para que los psic¨®logos puedan ayudarles a superar el trauma de las amputaciones. "Tenemos int¨¦rpretes de wolof y de bambara, pero ?c¨®mo vamos a proporcionarles tratamiento psicol¨®gico en esos idiomas?", se pregunta Arroyo. "Lo ¨²nico que podemos hacer es permitirles hablar por tel¨¦fono a menudo con sus familias. Eso les sirve de terapia. Son fuertes y en sus pa¨ªses han visto cosas peores. Creo que prefieren estar mancos y cojos en Europa a seguir enteros en ?frica".
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