El ri?¨®n
Finalmente, lo del ri?¨®n result¨® ser un montaje, acabaron enga?ando a la audiencia y hasta a alg¨²n diputado que escandalizado present¨® su demanda en el Parlamento holand¨¦s para que tan escabroso reality show no se emitiese. Al final del mismo su productor, tras cambiar el desarrollo del programa declar¨¢ndose todo lo que ten¨ªa de falso, explic¨® que el enga?o estaba justificado en la b¨²squeda de atenci¨®n ante un serio problema y para generar la solidaridad necesaria en la donaci¨®n de ¨®rganos humanos. Muy bien, ?pero puede un buen fin basarse en una escandalosa mentira? ?Es cierto, adem¨¢s, que s¨®lo iban a buscar la solidaridad y no tanto romper los techos de las audiencias...? No vayan a manual alguno de moral y ¨¦tica a dilucidar la validez o no de este procedimiento, hoy el pragmatismo imperante los ha barrido de las estanter¨ªas. ?Defi¨¦ndase!
Por muy encomiable que sea un fin no justifica utilizar medios perversos, porque a la postre tal fin acabar¨¢ contaminado por la mentira utilizada. Es el problema de la publicidad actual, presente en todos los momentos de nuestra vida. Respiramos publicidad -estuvo agudo McLuhan cuando dijo aquello que el aire se compone de ox¨ªgeno y publicidad-, y en lo p¨²blico toda la informaci¨®n est¨¢ atravesada por la propaganda pol¨ªtica, m¨¢s o menos dosificada, dependiendo de la ¨¦poca, para que vivamos en vilo dependiendo de los emisores. Y es que esta sociedad, que sacraliza los medios de comunicaci¨®n, especialmente la televisi¨®n, hasta el punto de no distinguir los montajes (ni siquiera la ficci¨®n de la realidad) yace indefensa, plet¨®rica de bondad e ingenuidad, ante tan malignos publicistas.
En el pasado, donde los medios de comunicaci¨®n no ten¨ªan este poder, una serie de novatadas o crueles ense?anzas paternales hechas por tu bien te obligaban, y nunca fueron suficientes, a no fiarte ni de tu padre. En mis investigaciones de campo he descubierto que la sociedad rural es mucho m¨¢s desconfiada que la nuestra, porque le han llegado los mass media mucho m¨¢s tarde, y porque lo que de verdad atend¨ªan era al pregonero. Hay cantidad de casheros que no se creen que el hombre llegara a la Luna -visto lo visto, tienen todas las razones para no cre¨¦rselo, al fin y al cabo s¨®lo lo vimos por la tele-; en su filosof¨ªa de la vida hay que tocar para creer.
En mi ni?ez mi padre me quiso ense?ar a ser desconfiado, cosa que no consigui¨®, pidi¨¦ndome que le dejara ver un billete de cinco pesetas que me hab¨ªan regalado. Se lo di con toda candidez para que lo viera, y ¨¦l se lo meti¨® en el bolsillo diciendo una frase que nunca olvidar¨¦: "No te f¨ªes ni de tu padre". Cosa semejante, fin pedag¨®gico ante la vida y que no te enga?en llevado por tu inocencia, tus buenos sentimientos y tu docilidad, fue el golpe que le diera el ciego al lazarillo de Tormes contra una de las estatuas de los toros de Guisando, cuando acerc¨® la cabeza al lomo de la piedra porque el ciego le dijo que se o¨ªa el latir de su coraz¨®n. La acerc¨® y se llev¨® un golpe de mucho cuidado. As¨ª se forjaba la desconfianza hacia poderosos y hacia la gente de buena facha, lo que no imped¨ªa, aun as¨ª, que los timadores con el de la estampita hicieran su agosto.
Si Mariano Rajoy y los suyos saltaban en la calle G¨¦nova la noche del 27-M no era porque hubiesen ganado, era para que nosotros crey¨¦ramos que de verdad hab¨ªan ganado. Es decir, hoy en d¨ªa los datos no son suficientes. Tienes que verles dando saltos rid¨ªculos, porque en la tele la imagen vale m¨¢s que mil palabras, para ofrecer la prueba palpable de que hab¨ªan ganado, y el car¨¢cter p¨ªrrico de la victoria pod¨ªa desaparecer mediante esos saltitos. A los que padecemos el trauma del maltrato paterno, estos saltitos, aunque estuvieran hechos con la mejor de las intenciones, nos dieron la impresi¨®n de que los del balc¨®n se daban por satisfechos y no van a ganar las pr¨®ximas, agotados y felices como estaban. Es lo bueno de un sistema cuando hay dos elecciones, unos ganan las municipales, otros las generales. El panorama se complica cuando aparecen las auton¨®micas.
Lo cierto es que, por el hecho de salir en la tele, nos lo creemos todo, por lo que yo opino que, si algo de bueno puede tener esto del ri?¨®n, ser¨¢ porque nos ense?e algo parecido a lo que intent¨® ense?arme mi padre despu¨¦s de dejarme con cara de tonto: no te f¨ªes ni de la tele.
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