En la casa de Saud y en la Casa Blanca
El pr¨ªncipe Bandar, amigo de los Bush, teji¨® una tupida red de contactos en Washington
En vaqueros, sentado sobre el brazo de un sof¨¢ en el rancho de Crawford, el pr¨ªncipe Bandar Bin Sult¨¢n sonr¨ªe a su anfitri¨®n, el presidente de EE UU. La imagen, captada durante una de las habituales visitas del saud¨ª a su amigo George W. Bush, refleja la estrecha relaci¨®n que Bandar forj¨® con la familia tejana durante sus 22 a?os como embajador en Washington. A pesar de su regreso a Riad tras la ascensi¨®n al trono de Abdal¨¢, ha seguido ejerciendo de intermediario de altos vuelos y su nombre figura en las quinielas sucesorias.
Bandar (Taif, 1949) es hijo de Sult¨¢n, ministro de Defensa y pr¨ªncipe heredero tras la ascensi¨®n al trono de Abdal¨¢, a la muerte de Fahd en agosto de 2005. Ten¨ªa apenas 34 a?os cuando el rey Fahd, su t¨ªo y mentor, le nombr¨® embajador en EE UU en 1983. M¨¢s all¨¢ de la relaci¨®n de parentesco, era el saud¨ª ideal para comprender el sue?o americano. De alguna forma, el pr¨ªncipe es tambi¨¦n un hombre que se ha hecho a s¨ª mismo. Su madre era una esclava africana y su padre no le reconoci¨® como leg¨ªtimo hasta que no era adolescente.
Tras su regreso a Riad, Bandar sigue ejerciendo de intermediario de altos vuelos
Su pasi¨®n por los aviones le llev¨® a formarse como piloto militar y fundar el primer equipo acrob¨¢tico de la Fuerza A¨¦rea saud¨ª. De ah¨ª pas¨® a agregado militar en Washington, un puesto clave a la hora de negociar los multimillonarios contratos con los que el Reino ha comprado la protecci¨®n de Estados Unidos desde la alianza no escrita que forjaron en 1945 el fundador de la dinast¨ªa, Abdelaziz, y el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt.
El acuerdo de Al Yamamah ha sido uno de los muchos que ha gestionado Bandar desde que a¨²n como agregado militar tuvo que hacer lobby para que el Congreso de Estados Unidos autorizara la entrega a su pa¨ªs de 60 F-15, la primera gran venta de armas de Washington a un pa¨ªs ¨¢rabe.
Capaz de citar a Thomas Jefferson y apasionado del f¨²tbol americano, enseguida logr¨® acceso a las m¨¢s altas instancias oficiales. Durante la guerra contra Irak de 1991, se dec¨ªa que el embajador saud¨ª viv¨ªa en la Casa Blanca. En la de 2003, Bob Woodward asegura en su libro Plan of attack que el pr¨ªncipe vio detalles clave del ataque antes que el propio Colin Powell. An¨¦cdotas aparte, Bandar no fue un simple enviado de alt¨ªsimo nivel, sino que se involucr¨® en la pol¨ªtica internacional. Incluso durante la presidencia de Bill Clinton actu¨® de intermediario con el sirio Hafez el Asad y el palestino Yaser Arafat. Tambi¨¦n se le atribuye haber convencido al libio Muammar el Gaddafi para que entregara a los dos implicados en el atentado de Lockerbie.
Su influencia se fundaba en el especial v¨ªnculo que ten¨ªa con su t¨ªo el rey Fahd. El creciente poder de Abdal¨¢ (a partir de la embolia que Fahd tuvo en 1995) y el golpe a las relaciones bilaterales que supuso el 11-S hicieron mella en su ascendiente. Finalmente, dimiti¨® "por razones personales" en julio de 2005, pocas semanas antes de la muerte de Fahd. Le remplaz¨® el embajador en Londres y ex jefe de los servicios secretos, el pr¨ªncipe Turki al Faisal. Aunque su nuevo cometido al frente del Consejo de Seguridad Nacional se centraba en acabar con radicales islamistas, ha mantenido su presencia en la arena internacional. En los ¨²ltimos meses se le ha atribuido el acuerdo de la Meca entre Ham¨¢s y Al Fatah, y una reuni¨®n secreta con el primer ministro israel¨ª, Ehud Olmert, para tratar el plan de paz saud¨ª. Tambi¨¦n viaj¨® a Ir¨¢n para invitar al presidente Mahmud Ahmadineyad a la cumbre ¨¢rabe. La inc¨®gnita, seg¨²n los observadores, es si los cambios en la pol¨ªtica exterior saud¨ª, m¨¢s independiente de Washington, se deben a Bandar o se han introducido a su pesar.
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