En el nombre de hoy
Los poetas han hablado a menudo de alquimia (recuerdo ahora a Palau i Fabre) porque la poes¨ªa, entre otras cosas, suele querer ser transmutaci¨®n y esencia. Jorge Riechmann -45 a?os ahora- viene de la esencia, y sin abandonar sus sortilegios, su allendidad, su b¨²squeda, lleva un tiempo caminando, creo que con serena lucidez, hacia la transmutaci¨®n. Digamos dos cosas muy deprisa: Conversaciones entre alquimistas es un bello t¨ªtulo, en general, logrado. Y Jorge Riechmann es, ahora mismo (no s¨¦ si ¨¦l se percata del todo) uno de nuestros poetas fundamentales del momento. Riechmann, que empez¨® amando a Ren¨¦ Char, y la poes¨ªa esencialista que quiere ir m¨¢s lejos a trav¨¦s s¨®lo del lenguaje, comprendi¨® sin renunciar a tal esencialismo l¨ªrico o metaf¨ªsico, que la torre de marfil no es el lugar ideal de la poes¨ªa, y que en el atroz mundo contempor¨¢neo, donde hasta el planeta mismo est¨¢ en peligro, no es el laboratorio el lugar del alquimista. No hay escisi¨®n, sino uni¨®n de opuestos: el poeta cuida los fogones del oro y sale al tiempo a la calle, con los otros, pero con las afiladas antenas del oteador de distancia...
La supuesta lucha de contrarios en la poes¨ªa espa?ola por la que muchos se demudan y embarullan hasta lo sanguinolento, es falsa. No vivimos por Gamoneda o por ?ngel Gonz¨¢lez, les guste o no a ellos. El camino de la poes¨ªa siempre ha sido plural, y hoy lo sigue siendo para los m¨¢s abiertos, para los mejores. Riechmann (que dedica al menos dos poemas de este libro a Antonio Gamoneda) ha hablado bien de ?ngel Gonz¨¢lez, y no debiera tener miedo en ampliar -con calidad- la n¨®mina. Conversaciones entre alquimistas comienza entrando en los cursos hondos de la poes¨ªa, zambull¨¦ndose en lo primordial. Luego (en la segunda parte) intenta la aprehensi¨®n del momento, una poes¨ªa que hable de los problemas de hoy -una renovada poes¨ªa comprometida- sin negar el quilate al precioso metal del verbo. Y una tercera parte, 'Carne y palabras', en cierto modo tratar¨ªa de ser la s¨ªntesis de las anteriores.
Una poes¨ªa completamente hecha para la inmediatez humana (acompa?ar, aprender, sentir, acoger al extranjero) intenta no olvidar el vuelo del poema, la metamorfosis alqu¨ªmica. "Si fu¨¦ramos capaces de desprender la superstici¨®n seg¨²n la / cual la realidad se desarrolla en un solo plano...". Cierto que no siempre lo logra. En alg¨²n momento, casi sin querer o queri¨¦ndolo, el poema roza el prosa¨ªsmo y el vuelo raso, que no siempre es un mal ('El kilo y medio de lo imprevisible'), en otras m¨¢s el poeta controla el tim¨®n, y la palabra piensa y reflexiona vuelta carne y latido ('Despu¨¦s del vendaval') para llegar a lo que parece una provocaci¨®n aunque roce el tao¨ªsmo, como en 'La belleza de la huelga general': "Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco". S¨ª, la sabidur¨ªa y el lujo de parar y contemplar. Ecologista, naturista, m¨ªstico de los m¨ªnimos y de las carencias, Jorge Riechmann es siempre un poeta sabio, un poeta con voz y con camino. No importa si alguna vez (?y qui¨¦n no?) tropieza levemente. No escribe para poetas en la catacumba del campus, ni para hacer resonar himnos obreros en un estadio. No es Maiakovski ni Neruda, pero seguramente los respeta mucho. Tampoco es Rilke ni Roberto Juarroz, a quienes sin duda ama asimismo. Sin querer dar por perdida ninguna orilla del poema, y con ganas de batallar por un humanismo social, atento al silencio del gato y al clamor del deshielo de los casquetes polares, insisto, Jorge Riechmann es hoy por hoy uno de nuestros poetas clave, uno de los pilares del camino a seguir, cuidadoso y necesario. (Como testimonio de que no he descubierto ahora a Jorge Riechmann, recordar que estuvo entre mis apuestas en una antolog¨ªa de 1986 titulada Posnov¨ªsimos, que probablemente no le gust¨® entonces. Me alegra no haberme equivocado).
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