Futilidad o traici¨®n
MIENTRAS ARNALDO OTEGI fing¨ªa burlonamente la equidistancia de un juez supremo al pronunciarse sobre el comunicado de ETA del martes (responsabilizando de la ruptura de la tregua "¨²nica y exclusivamente" a la banda armada, pero culpando s¨®lo al Gobierno y al PNV "del colapso del llamado proceso de paz"), Rajoy desplazaba el centro de sus cr¨ªticas a las negociaciones mantenidas por el Ejecutivo con los terroristas y a sus presuntas cesiones. El presidente del PP no mencion¨® -como hubiese debido- las abismales diferencias que separan los eventuales errores cometidos por un adversario pol¨ªtico que compite en unas elecciones democr¨¢ticas y los cr¨ªmenes perpetrados por un enemigo del sistema de libertades que asesina a los discrepantes.
Un nuevo pacto antiterrorista para proteger los intereses generales frente a ETA deber¨¢ superar las resistencias de los intereses partidistas y ampliar el n¨²mero de grupos pol¨ªticos comprometidos
No siempre es f¨¢cil distinguir entre los intereses generales que la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos comparten y los intereses partidistas que los dirigentes pol¨ªticos lanzados a la conquista del poder del Estado defienden. Si bien la lucha contra el terrorismo es un sobresaliente ejemplo de las causas comunes en cualquier sociedad, los debates interpartidistas sobre los procedimientos para llevar a cabo ese combate con ¨¦xito suelen reintroducir por la ventana los demonios de la pol¨¦mica faccionalista arrojados virtuosamente por la puerta. El presidente Zapatero y el l¨ªder del PP han anunciado su prop¨®sito de buscar f¨®rmulas de entendimiento para afrontar de consuno el recrecido desaf¨ªo de ETA. Sin embargo, la propensi¨®n de los partidos a sacar ventajas simb¨®licas de ese tipo de negociaciones podr¨ªa llegar a entorpecer el acuerdo. El mitificado y acr¨ªtico aferramiento de los populares al Pacto por las Libertades firmado el 8 de diciembre de 2000 por el PP y el PSOE -e impulsado parad¨®jicamente por Zapatero, entonces l¨ªder de la oposici¨®n- no deber¨ªa ser un obst¨¢culo para la aconsejable ampliaci¨®n de ese compromiso -originariamente bilateral- a otras formaciones pol¨ªticas; la incorporaci¨®n del PNV, cuyo alejamiento del Pacto de Estella bajo la presidencia de Josu Jon Imaz sea tal vez la ¨²nica consecuencia positiva del periodo de tregua, resultar¨ªa imprescindible.
A partir de la resoluci¨®n aprobada por el Congreso el 17 de mayo de 2005 sobre un eventual final dialogado de la violencia con ETA, el PP utiliz¨® dos estrategias alternativas de confrontaci¨®n con el Gobierno como si fuesen complementarias, saltando alegre y oportunistamente de una a otra sin respetar los hechos ni la l¨®gica. La primera l¨ªnea de ataque apuntaba contra la futilidad de las conversaciones del Gobierno con ETA a cambio de un enga?oso alto el fuego: antes o despu¨¦s, la banda terrorista romper¨ªa la tregua tras aprovechar ese tiempo de respiro -como ocurri¨® entre septiembre de 1998 y noviembre de 1999- para reorganizar sus fuerzas, crear nuevas infraestructuras y avituallarse de armas. Los hechos han dado la raz¨®n a esa primera hip¨®tesis del PP, que no afecta necesariamente a las buenas intenciones del presidente del Gobierno -tambi¨¦n Su¨¢rez, Gonz¨¢lez y Aznar tantearon infructuosamente tal posibilidad-, pero que obliga a Zapatero a informar al Parlamento de las circunstancias de su fracaso.
El segundo eje cr¨ªtico del PP denunciaba la traici¨®n del presidente Zapatero, ya cometida o en v¨ªas de ejecuci¨®n: la amnist¨ªa de los presos, la anexi¨®n de Navarra al Pa¨ªs Vasco, el vaciamiento del Estado de derecho y la independencia de la Gran Euskal Herria formar¨ªan parte del precio pactado con los terroristas. Pero los hechos muestran que esta segunda acusaci¨®n es falsa. ETA justific¨® el atentado de Barajas como represalia contra una t¨¢ctica negociadora del Gobierno que pon¨ªa "como tope" a las conversaciones en curso "los l¨ªmites de la Constituci¨®n y la legalidad". Tambi¨¦n el ¨²ltimo comunicado de la banda afirma que "no se dan las condiciones m¨ªnimas necesarias para un proceso negociador". El PP podr¨¢ criticar la futilidad del bienintencionado esfuerzo de Zapatero por buscar -como hicieron sus predecesores- un final dialogado de ETA; sin embargo, ser¨ªa una mezquina bajeza que Rajoy siguiera acusando al presidente del Gobierno de traicionar la memoria de los muertos y la libertad de los vivos.
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