Murdoch contra Bancroft
Dos filosof¨ªas enfrentadas. En juego: 'The Wall Street Journal'
ara un pa¨ªs que venera el ¨¦xito y lo convierte en legendario si procede de la nada, la historia de Clarence Barron es la perfecta leyenda del self-made man. Su viaje desde un suburbio de Boston hasta la cima de la mayor dinast¨ªa del periodismo en Estados Unidos permite entender las reticencias de sus descendientes -la familia Bancroft- a vender la joya de la corona, el diario The Wall Street Journal, especialmente si el comprador tiene su idea particular sobre el viejo concepto de la independencia period¨ªstica. Pero el WSJ parece, cada vez m¨¢s, un diario en venta. A una lado de la mesa est¨¢n los Bancroft, dispuestos a reconocer que el negocio familiar ya no es lo que era, pero determinados a preservar la separaci¨®n entre quienes hacen periodismo y quienes hacen negocios; al otro lado se sienta otra dinast¨ªa, la de los Murdoch, para quienes la calidad del periodismo se mide en la cuenta de resultados.
Casi ning¨²n descendiente de los Bancroft ha ocupado cargos de gesti¨®n en la compa?¨ªa
En la d¨¦cada de los veinte, el WSJ estableci¨® las bases del periodismo econ¨®mico actual
Tres j¨®venes periodistas instalados en un s¨®tano diminuto tuvieron la ocurrencia de redactar a mano un bolet¨ªn con las informaciones que circulaban por un edificio que ten¨ªan cerca: la Bolsa de Nueva York. Era el a?o 1882. Se llamaban Charles Dow, Edward Jones y Charles Bergstresser. El papel, distribuido a pie entre sus pocos suscriptores, fue creciendo en tama?o, y despu¨¦s en influencia. La marca Dow Jones empezaba a convertirse en ¨ªndice de referencia burs¨¢til. Cada vez hac¨ªan falta m¨¢s redactores y m¨¢s papel para el contenido. En julio de 1889 decidieron que el futuro estaba en la prensa escrita y pusieron a la venta por dos centavos un diario de dos p¨¢ginas: The Wall Street Journal.
Una de las primeras firmas del peri¨®dico era la de su corresponsal en Boston, Clarence Barron, un columnista curtido en las p¨¢ginas de econom¨ªa del Boston Daily News. Barron, que no tuvo hijos biol¨®gicos, se acababa de casar con Jessie Waldron, una rica mujer viuda con dos hijas de las que Clarence se convirti¨® en padrastro. Cuando Charles Dow muri¨® en 1902, Barron tom¨® prestado dinero de su mujer para comprar la compa?¨ªa Dow Jones por 130.000 d¨®lares. Se nombr¨® a s¨ª mismo presidente, y mantuvo ese cargo hasta el d¨ªa de su muerte.
Una de sus hijastras, Jane, se cas¨® con uno de los abogados m¨¢s influyentes de Boston, Hugh Bancroft. Pronto, Clarence encontr¨® en ¨¦l al heredero que buscaba para lo que poco a poco se hab¨ªa convertido en un imperio de informaci¨®n econ¨®mica. Barron hab¨ªa sabido adaptarse a los tiempos, con nuevos m¨¦todos de impresi¨®n y mejores costes de distribuci¨®n gracias al uso de un impresionante avance tecnol¨®gico conocido como el tel¨¦grafo.
En esa d¨¦cada deprimida de los a?os veinte, Barron luchaba en dos frentes, el profesional y el personal. En The Wall Street Journal estableci¨® las bases del periodismo econ¨®mico actual con la publicaci¨®n de informes sobre manipulaciones contables en grandes compa?¨ªas. Su influencia en Wall Street le permit¨ªa ser tambi¨¦n receptor de confidencias que acababan en la primera del peri¨®dico.
Su batalla personal era en contra de una obesidad morbosa. Med¨ªa 1,65 y pesaba 150 kilos. Cuenta la leyenda que nunca sal¨ªa de casa sin ponerse unas correas que le ayudaban a soportar con los hombros el peso de su barriga.
Cuando, en 1928, Clarence Barron muri¨® en un balneario durante un tratamiento contra la obesidad, sus abogados ya se hab¨ªan asegurado de que la compa?¨ªa estar¨ªa siempre controlada por sus descendientes. Como Barron hab¨ªa designado, Hugh Bancroft se convirti¨® en el presidente de Dow Jones.
Cinco a?os despu¨¦s, Bancroft sac¨® de una biblioteca un libro sobre gases venenosos, compr¨® los ingredientes, se encerr¨® en un cobertizo y se suicid¨®.
Antes de acabar con su vida, v¨ªctima de una profunda depresi¨®n, Hugh Bancroft dej¨® todo listo para que la compa?¨ªa fuera heredada por su mujer, sus hijos y sus futuros descendientes. Esa familia, la familia Bancroft, est¨¢ formada por 35 descendientes de los tres hijos que tuvieron Hugh y Jane, a quien se debe la supervivencia del peri¨®dico en los a?os de la depresi¨®n mediante la reinversi¨®n de los beneficios en lugar del reparto de dividendos.
Ocho nietos de Hugh y Jane, ocho primos o hermanos de una misma familia, acumulan hoy el grueso del poder sobre el futuro de la compa?¨ªa. Ni ellos ni sus padres han ejercido nunca control alguno sobre la l¨ªnea editorial del peri¨®dico, tal y como establecieron sus abuelos y bisabuelos. Pero ahora est¨¢n a punto de vender el imperio a otra dinast¨ªa que se caracteriza por lo contrario.
Tal ha sido la separaci¨®n entre los Bancroft y la gesti¨®n de la compa?¨ªa que casi ninguno de los descendientes ha ocupado cargos de gesti¨®n. Los tres nietos que ocupan asientos en el Consejo de Administraci¨®n tienen vidas casi an¨®nimas y alejadas de Wall Street: Christopher Bancroft trabaja en Tejas para una empresa de inversiones; Leslie Hill vive en Maryland y fue piloto de American Airlines, y Elizabeth Steele tiene en Vermont una empresa inmobiliaria de proyectos medioambientales.
Los tres se sentaron esta semana en una sala de un despacho de abogados en Nueva York frente a Rupert Murdoch y su hijo James, que dirige el reino televisivo de su padre en el Reino Unido. Los Bancroft hab¨ªan aceptado escuchar en boca de Murdoch su oferta de 5.000 millones de d¨®lares.
La escucharon, y le dijeron despu¨¦s que la ¨²nica posibilidad de volver a sentarse juntos para negociar pasaba por una garant¨ªa que expresara por escrito el compromiso de independencia period¨ªstica de The Wall Street Journal si finalmente aceptaban vender la compa?¨ªa. Murdoch no acept¨®, pero acordaron mantener nuevos contactos con nuevas ideas.
Los Bancorft controlan el 64% de las acciones de Dow Jones. Son los m¨¢s j¨®venes, como Leslie Hill, quienes abogan por vender, preocupados por la decadencia de la prensa escrita y no del todo satisfechos con la gesti¨®n actual de la compa?¨ªa. La generaci¨®n anterior, nietos de Jane y Hugh, como William Cox Jr. y Martha Robes, se niegan a negociar la venta; han dicho que no aceptar¨¢n nunca entrar en una habitaci¨®n en la que tambi¨¦n est¨¦ Rupert Murdoch.
De las divergencias en el seno de la familia da tambi¨¦n idea que, hace unas semanas, William Cox III (hijo de William Cox Jr.) envi¨® un correo electr¨®nico a sus familiares en el que se quejaba de no haber sido consultado sobre si deb¨ªan o no reunirse con Murdoch y dijo que algunos primos y t¨ªos "no tienen ni la m¨¢s remota idea" de c¨®mo est¨¢ la compa?¨ªa.
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