Un discurso ganador
?Cu¨¢l debe ser la respuesta de los partidos ante la ruptura del alto el fuego? Ante todo, hay que abandonar cualquier tentaci¨®n de uso pol¨ªtico del terrorismo. De eso ya hemos tenido bastante durante el proceso de paz. El proceso ha fracasado porque ETA as¨ª lo ha querido. Es una decisi¨®n que han tomado los terroristas, no el Gobierno. Por eso resultan tan disparatadas las peticiones de dimisi¨®n de Zapatero.
Lo peor que puede suceder cuando lleguen los atentados es que los partidos sigan divididos. La divisi¨®n magnifica las consecuencias pol¨ªticas de los atentados. Cuando la oposici¨®n critica al Gobierno por los cr¨ªmenes de ETA, ¨¦stos adquieren una resonancia mucho mayor. Los etarras, seguramente, estar¨¢n muy agradecidos por las facilidades que la oposici¨®n les da.
Se precisa un nuevo acuerdo, con PSOE, PP y PNV. Y tanto mejor, si entran CiU e IU
?C¨®mo reconstruir un consenso que sea efectivo frente a la amenaza de ETA? La respuesta m¨¢s socorrida, pero tambi¨¦n la menos adecuada, consiste en apelar al Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo firmado por el PSOE y el PP en diciembre de 2000. Ese Acuerdo ya no sirve por dos motivos.
Por un lado, basta recordar el prop¨®sito del art¨ªculo 1 del Acuerdo, m¨¢s conocido popularmente como Pacto Antiterrorista: "Eliminar del ¨¢mbito de la leg¨ªtima confrontaci¨®n pol¨ªtica o electoral entre nuestros dos partidos las pol¨ªticas para acabar con el terrorismo". Si algo ha quedado claro en los tres primeros a?os de esta legislatura socialista, es que el terrorismo ha sido el principal asunto de confrontaci¨®n electoral. El Acuerdo est¨¢ muerto a todos los efectos por su incumplimiento sistem¨¢tico.
Por otro lado, las circunstancias pol¨ªticas son hoy muy distintas de las del a?o 2000. La principal diferencia es que el PNV ha rectificado el rumbo emprendido con el Pacto de Lizarra y es en estos momentos un actor crucial en la estrategia de completa marginaci¨®n social y pol¨ªtica de ETA. De ah¨ª que no tenga sentido tratar de reeditar un acuerdo entre el PSOE y el PP que deje a los nacionalistas vascos al margen. Dicho acuerdo se hizo en buena medida en contra del nacionalismo soberanista que cristaliz¨® en la tregua de 1998. Pero si todav¨ªa podemos esperar que el final de ETA est¨¦ muy pr¨®ximo es porque el PNV ha entendido que las reformas pol¨ªticas que desea s¨®lo podr¨¢n producirse tras la desaparici¨®n del terrorismo.
Lo que hoy se precisa es un acuerdo pol¨ªtico ajustado a la situaci¨®n pol¨ªtica actual. Para ello, hay que romper de una vez por todas con la inercia de pensar que la reciente ruptura del alto el fuego por parte de ETA nos devuelve al a?o 2000.
Los a?os sin asesinatos no han pasado en balde para ETA. Los etarras han evidenciado tanto su debilidad operativa como la ausencia de cualquier perspectiva estrat¨¦gica sobre el uso de la violencia. Ya no pueden regresar a esquemas anteriores: ni la rendici¨®n del Estado ni el gran frente nacionalista son opciones viables. Sus seguidores son conscientes de que ETA se encuentra en una situaci¨®n terminal, por mucho que en el futuro inmediato todav¨ªa puedan realizar algunos atentados mortales.
ETA carece de estrategia. Los atentados que pueda realizar son una huida hacia delante, tratando de retrasar una decisi¨®n sobre su final que a estas alturas ya sabe que es inevitable. El Gobierno de Zapatero consider¨® que era posible materializar ese final. Debido a la ausencia de asesinatos durante varios a?os, ETA no ten¨ªan motivos para entender que el ofrecimiento del Estado era fruto de la presi¨®n terrorista. Se pens¨® que con ciertas concesiones (beneficios penitenciarios, legalizaci¨®n de Batasuna, constituci¨®n de una mesa de partidos para consensuar un nuevo estatuto de autonom¨ªa entre todas las fuerzas, incluyendo la izquierda abertzale) ETA aceptar¨ªa una salida honrosa.
No ha sido as¨ª. Las cosas no han salido bien, por motivos que quiz¨¢ sea demasiado prematuro precisar ahora. Pero que el resultado del proceso de paz no haya sido el esperado no quiere decir que el punto de partida y el planteamiento estuvieran equivocados. Este tipo de procesos son inciertos por naturaleza y dependen de la voluntad de actores con intereses opuestos.
Agotado el proceso de paz, el PSOE, el PP y el PNV, en lugar de enzarzarse en una serie interminable de reproches sobre la vuelta de ETA a la violencia, deber¨ªan unirse mediante un nuevo pacto que renueve el compromiso de dejar la pol¨ªtica antiterrorista al margen de la contienda electoral y que est¨¦ abierto a todas las otras fuerzas democr¨¢ticas que quieran incorporarse al mismo. Hay que abandonar el frentismo del a?o 2000 e incorporar a todos los partidos que est¨¦n dispuestos a ello. Si adem¨¢s del PNV se incorporan fuerzas como CiU e IU, tanto mejor.
Ser¨ªa fundamental que adem¨¢s los partidos adoptaran un discurso ganador. Es insensato seguir alimentando las esperanzas de ETA y debilitando al Estado con el discurso de que el Gobierno estaba dispuesto a rendirse, o que el Gobierno ha salvado a ETA de una derrota segura. Esos argumentos no se sostienen. No hab¨ªa base alguna para sospechar que ETA pudiera conseguir una victoria sobre el Estado justo cuando su actividad criminal era la m¨¢s baja de su historia. Igualmente, resulta dif¨ªcil de creer que ETA hubiera permanecido tanto tiempo inactiva si el Gobierno no hubiera mostrado su disposici¨®n a hablar. Si en los ¨²ltimos cuatro a?os la actividad asesina de ETA ha sido la m¨¢s baja desde 1968, ha sido por la expectativa de llegar a un acuerdo con el Gobierno.
Habr¨ªa que abandonar todos los an¨¢lisis tendenciosos e implausibles. Cuando las fuerzas pol¨ªticas vuelvan a unirse, incluyendo a los nacionalistas, ETA lo tendr¨¢ todo perdido. Es imprescindible, en este sentido, situar en sus justos t¨¦rminos la amenaza que hoy constituye el terrorismo vasco. Si el Gobierno ha fracasado con el proceso de paz es, entre otras razones, porque no ha conseguido persuadir a la ciudadan¨ªa de que estamos en la fase final de ETA. Un final convulso, pero no por ello menos definitivo.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense y coautor, con Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja, de La derrota de ETA.
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