Cotidiana singularidad

Intencionalidad y estilo propio. Dos caracter¨ªsticas que demasiado a menudo escasean en el cine espa?ol y que, sin embargo, han marcado la carrera como cortometrajista del navarro F¨¦lix Viscarret, que ahora se incorpora al largo con la excelente Bajo las estrellas, triunfadora absoluta del pasado Festival de M¨¢laga.

Desde que en 1998 debutara en el corto con el fabulador Dreamers, rodado en Estados Unidos, donde estudiaba cinematograf¨ªa, Viscarret ha ido obteniendo con sus siguientes (y muy premiadas) piezas una aureola de creador de enso?adores mundos anclados en las situaciones m¨¢s ordinarias. Un estilo que se confirma con su estreno en el largometraje, una comedia con tintes dram¨¢ticos dotada de una ins¨®lita poes¨ªa visual, enraizada en el desamparo personal y social, y de un sentido del humor que, partiendo de la cotidianidad, aterriza en la singularidad, previo paso por un excitante candor.

Aunque lo realmente sorprendente es que, siendo una adaptaci¨®n de un material ajeno (la novela El trompetista del Utop¨ªa, de Fernando Aramburu), la pel¨ªcula resulte tan cercana a sus trabajos anteriores. El joven autor experimenta con la continuidad de las secuencias al romper con insistencia el fluido natural de la imagen, saltarse el eje y recurrir a escenas retrospectivas para ilustrar conversaciones del presente.

Pero tal despliegue de recursos siempre tiene una intenci¨®n dram¨¢tica, adem¨¢s de est¨¦tica, y nunca resultan gratuitos para el espectador ni irrespetuosos para sus int¨¦rpretes. De modo que, ayudada por la festiva y socarrona m¨²sica de Mikel Salas y por la magn¨ªfica interpretaci¨®n de Alberto San Juan (tan doloroso en el drama como jocoso en la comedia), Bajo las estrellas se confirma como, de momento, la gran pel¨ªcula espa?ola del a?o.