Abrazados a la comunicaci¨®n total
La revoluci¨®n tecnol¨®gica ha marcado el gran cambio de la sociedad
M¨¢s all¨¢ de cualquier otro factor, la influencia m¨¢s determinante en el cambio de la sociedad espa?ola -como en la escocesa o en la neozelandesa- se basa en el fen¨®meno de la comunicaci¨®n total.
Somos diferentes porque la evoluci¨®n tecnol¨®gica y cultural ha procurado instrumentos y experiencias desconocidas pero de todos modos si el proceso ha resultado turbador se debe, especialmente, a que las novedades las hemos conocido muchos y a la vez.
La escuela, la cl¨ªnica, la religi¨®n, la pol¨ªtica, la empresa de los a?os setenta, fueron objeto de profundas revisiones por mediaci¨®n del pensamiento cr¨ªtico. La educaci¨®n, la sanidad, la ciencia, la creencia, acusan ahora conmociones por mediaci¨®n de los media. Medios de comunicaci¨®n total, baratos y gratuitos, visuales, textuales o sonoros, que han intervenido en la concepci¨®n de la naturaleza, la ciencia, la ¨¦tica y la visi¨®n general del mundo.
Los adolescentes se enamoran, conspiran o enloquecen dentro de la constelaci¨®n electr¨®nica
Los media producen y desintegran la realidad con la misma celeridad que un 'fast food'
La circulaci¨®n del arte, la m¨²sica o la moda se corresponde con el imperio de la ligereza
Con el ordenador se trabaja en el tren, en el parque o en el hogar como en la oficina
Si, por ejemplo, se trata de la educaci¨®n, la universidad o la escuela registran la peor etapa por raz¨®n del conocimiento paralelo e incompatible que los estudiantes reciben a partir de los media. Hasta hace poco el eje social giraba en torno al modelo juventud que impusieron los programas del sesentayocho. Ahora, sin embargo, el argumento conflictivo de mayor inter¨¦s para padres y educadores, para creativos o polic¨ªas, se ha desplazado hacia el enigm¨¢tico panorama de la adolescencia.
Los nuevos adolescentes desconciertan a toda clase de autoridad y marcan una tendencia que, lejos de considerarse superficial, anuncia la veloz conformaci¨®n de una sociedad en marcha. Contrariamente a los componentes de la Generaci¨®n X -ahora en la treintena-, la actual generaci¨®n entre los 12 y los 18 se comporta con desconocida actividad, agresividad y despecho de las ideas recibidas.
Se desenvuelven y expresan con las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n y con ellas juegan, se enamoran, conspiran, se ensimisman o enloquecen. Su competencia avanza dentro de la constelaci¨®n electr¨®nica y casi todos sus lenguajes, deseos, vicios y virtudes, deben parte considerable de su dise?o a los signos y significados de las pantallas.
A trav¨¦s del SMS se convocan, a trav¨¦s del m¨®vil se compinchan y mediante el chat mantienen una trama de conexiones tanto menos perdurables como numerosas y poco sujetas a las convenciones. De hecho, entre la cosmolog¨ªa de adolescentes y la sociedad constituida ha cundido un abismo tan formidable que, a su lado, la guerra generacional de hace tres d¨¦cadas parece un c¨®mic.
?La pol¨ªtica? La pol¨ªtica se presenta hoy ante ellos como el cuadro de una naturaleza muerta. La democracia de las urnas y los sagrados d¨ªas de la votaci¨®n reaparecen como escenas vetustas e inanes.
Los actuales profesionales de la pol¨ªtica y sus partidos siguen comport¨¢ndose como si no pasara nada aunque, m¨¢s exactamente, colapsados por el estupor de lo que acaso est¨¢ pasando. La COMUNICACI?N TOTAL ha convertido los sistemas de representaci¨®n vigentes en legados del pasado y, m¨¢s pronto que tarde, todos los pa¨ªses adoptar¨¢n m¨¦todos que permitan una elecci¨®n y evaluaci¨®n contin¨²a, como el mercado continuo, como el entretenimiento continuo, como el trabajo o el comercio abiertos las 24 horas, todos los d¨ªas del a?o.
Ni el l¨ªder elegido podr¨¢ dar su cargo por supuesto durante el mastod¨®ntico periodo de cuatro a?os ni se exigir¨¢n farragosos procedimientos para la destituci¨®n en los tiempos de la comunicaci¨®n inmediata. La pol¨ªtica conocida va cayendo en picado pero tambi¨¦n Dios, el Sexo o el Otro de toda la vida. Ni el campo o la ciudad, ni el cine o el v¨ªdeo, ni el arte o el pecado, pueden resguardarse en la morosa esencia de los tiempos de Carrillo o Adolfo Su¨¢rez.
La pol¨ªtica y sus profesionales constitu¨ªan dep¨®sitos de esperanza social y se contemplaban como encarnaciones de la democracia adorada. Ahora, en cambio, estos personajes tienden menos a encarnar una idealizaci¨®n que un tejemaneje. Su decreciente estima puede atribuirse a su p¨¦rdida de calidad intelectual pero a¨²n manteniendo la misma entidad de hace tres d¨¦cadas es dudoso que hubieran resistido el desgaste de la comunicaci¨®n permanente, la corrosiva luz de las c¨¢maras.
Los media act¨²an como artefactos de acci¨®n y devastaci¨®n. Producen y desintegran la realidad a gran velocidad, cocinan un producto y lo consumen con la misma celeridad que un fast food. Todas las categor¨ªas se han reciclados en la esfera org¨¢nica de la COMUNICACI?N TOTAL en cuyo ¨¢mbito absoluto se contempla en directo la pobreza y la opulencia, la futilidad de Paris Hilton o la gravedad de Saramago. Tanto la comedia como la tragedia, tanto el cinismo como la solidaridad, la injusticia o la epidemia se juegan decisivamente en los media.
Los medios omnipresentes, omnipotentes, han convertido en irrisorios a los nacionalismos, vistosas las fiestas locales, divertidas las diferencias, pat¨¦ticas las proclamas contra el clima. Nada puede presentarse con solemnidad en un medio sin arriesgarse al peor rid¨ªculo.
La circulaci¨®n de las culturas, del arte, la m¨²sica o la moda, se corresponde con el imperio de la ligereza. El material debe ser liviano para ganar aprecio y circular sin trabas. Un malet¨ªn con tel¨¦fono m¨®vil pesaba 7 kilos y costaba un mill¨®n de pesetas en los a?os 80, ahora ni pesa nada ni vale nada.
Pero, igualmente, el trabajo actual no requiere silencio, ni herramientas diferenciadas, ni lugar especializado. Se trabaja en el tren, en un parque, en el hogar o en el caf¨¦, con el mismo estilo y material que en el bufete o en la oficina. Basta abrir el ordenador y el entorno se redecora seg¨²n el tema de la pantalla.
Trabajamos o amamos, nos procuramos bonos o medicinas, se adquieren autom¨®viles o se env¨ªan donaciones contra el paludismo, trav¨¦s de la COMUNICACI?N TOTAL. Los medios, de acuerdo a las exigencias propias del relato audiovisual, han traducido el terrorismo en espect¨¢culo para todos los p¨²blicos y la guerra en casos particulares. Con la misma inspiraci¨®n, han transformado al vecindario real en entelequia y al habitante de pa¨ªses remotos en el pr¨®jimo del sue?o cristiano.
Los accidentados y los campeones, la mujer maltratada y la ni?a secuestrada, el hombre que recibe el rostro de un desconocido y los siameses escindidos, han abandonado las p¨¢ginas de sucesos para ocupar la portada del telediario. Con este sensacionalismo, la informaci¨®n llega tanto al palacio como a la casa del pueblo, menudea en las pantallas que nos gui?an, en los peri¨®dicos que nos regalan en los autobuses, en las esquinas o en los mercados. Los kioskos han pasado de ofrecer peri¨®dicos y revistas a vajillas y complementos mientras la noticia viene a buscarnos personalmente como si formara parte de un socorro elemental.
Ya no hay patanes perdidos en la paz de la aldea frente a ciudadanos instruidos de la civilizaci¨®n urbana. Los peones se arraciman ante la carrera de F¨®rmula 1 y todos se encarnizan por un penalti discutible antes que por el ignominioso funcionamiento de la Justicia tan lenta y acomodaticia que ha dejado de pertenecer a la verdad.
No es concebible la vida sin comunicaci¨®n y no ya al estilo del posfranquismo en que comunicarse supon¨ªa implicarse, sino a la manera en que las comunicaciones equivalen a provisiones para existir sin m¨¢s. La comunicaci¨®n es vida.
La existencia espa?ola 30 a?os despu¨¦s de las primeras elecciones vira de la relaci¨®n personal a la elecci¨®n virtual, del cuerpo a cuerpo a lo digital. Entendiendo por digital no el simple cruce de mensajes ¨²tiles, sino de valores, m¨²sicas, im¨¢genes, ponderaciones sobre el bien y el mal.
Hace 30 a?os, la televisi¨®n se juzgaba en buena medida como un mal cultural. Ahora, con tantos televisores como espa?oles, no es el televisor quien entra en casa sino el sujeto quien entra en el televisor. De hecho, nadie pudo imaginar que tantas familias modestas dispusieran de tantos programas donde reconciliarse con su padre cruel, una cu?ada antip¨¢tica o un enemigo ancestral.
El coraz¨®n tiene su sede en la televisi¨®n. Buena, mala, regular. Es impertinente referirse de este modo a un medio que ha hecho m¨¢s por contentar a los enfermos que ninguna asociaci¨®n de caridad o mucho m¨¢s por denunciar el desorden del tercer mundo que todas las organizaciones revolucionarias juntas.
Finalmente, la televisi¨®n a fuerza de multiplicarse se ha convertido, como los viajes, los coches o las ropas, en un low cost vital. En realidad, cualquier forma de comunicaci¨®n enlazada con la contigua conforma un flujo intangible y natural que se asemeja a los servicios comunes del agua, la electricidad o el gas. ?Incomunicados? Ni siquiera en las c¨¢rceles o en los peores asilos falta el Google, Mujeres desesperadas y los spams matutinos sobre el e-mail.
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