Junto a los aliados europeos
La pregunta sobre el papel de Alemania en el mundo parece suscitada por el hecho de que este pa¨ªs est¨¦ presidiendo en la actualidad la Uni¨®n Europea (UE) y el Grupo de los Ocho (G-8). No es una mala pregunta; en realidad, son dos preguntas. Una se centra en lo que Alemania tiene derecho a hacer "en el mundo", dados sus recursos y sus realizaciones. La otra se refiere a lo que Alemania podr¨ªa estar obligada a hacer en el ¨¢mbito mundial. Sin embargo, los criterios en los que puede basarse cualquiera de esas dos afirmaciones son pol¨¦micos. De modo que comencemos por algunos datos.
Alemania es el mayor Estado miembro de la UE. Aunque padece serias deficiencias en las condiciones de su mercado de trabajo, su sistema de federalismo fiscal, su sistema educativo y otros aspectos, sigue teniendo un Estado y una sociedad llenos de recursos. No obstante, durante los ¨²ltimos 15 a?os, esos recursos materiales se han visto absorbidos, en gran medida, por la continua necesidad de hacer frente a los duros efectos econ¨®micos de la unificaci¨®n alemana. Ello ha provocado quiz¨¢ una actitud excesivamente introvertida en los alemanes tras la fusi¨®n de los dos Estados. Otro dato es que este pa¨ªs tan grande est¨¢ situado en el centro de Europa continental. Como consecuencia, tiene m¨¢s vecinos directos que ning¨²n otro miembro de la Uni¨®n. Sus vecinos son nueve, ocho de los cuales (todos excepto Suiza) fueron, hace s¨®lo dos generaciones y junto con otros m¨¢s lejanos, blancos y v¨ªctimas de una guerra terrible de agresi¨®n y ocupaci¨®n iniciada por los alemanes. No es nada sorprendente, pues, que este dato hist¨®rico, muy presente en la memoria, constituya todav¨ªa el tel¨®n de fondo de cualquier debate sobre el papel de Alemania tanto en Europa como m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras.
Alemania ha abandonado sus aspiraciones a tener un papel pol¨ªtico propio en el mundo
Uno de los mayores logros hist¨®ricos de la integraci¨®n europea es que impide de forma definitiva cualquier posibilidad de que Alemania vuelva a llevar a cabo alguna vez una pol¨ªtica exterior y de seguridad propia, que tenga un "papel alem¨¢n" espec¨ªfico. Las limitaciones que supone estar inserto en un ente supranacional son algo que no s¨®lo han aceptado sino que han agradecido todos los Gobiernos alemanes desde hace casi seis decenios, que han ido, al mismo tiempo, dando cada vez m¨¢s importancia a las lealtades europeas, por encima de las atl¨¢nticas. Alemania ha hecho de la necesidad virtud y se ha entregado en cuerpo y alma a la cooperaci¨®n pol¨ªtica y la integraci¨®n europea. Lo que los alemanes est¨¦n obligados o autorizados a hacer se decide, en gran parte, de acuerdo con los aliados europeos. A pesar de que su lengua es la m¨¢s hablada en Europa, siempre han cedido ante ingleses y franceses a la hora de comunicarse en las instancias europeas. Y ese estilo de patente generosidad no se limita al idioma; tambi¨¦n se observa en la financiaci¨®n de los subsidios agrarios en la UE. De hecho, a veces ha llegado a sospecharse que la contenci¨®n de Alemania en la defensa de sus intereses nacionales estaba, en realidad, guiada por alg¨²n otro motivo ego¨ªsta.
Sin embargo, por desgracia, estamos a¨²n muy lejos de que existan una pol¨ªtica exterior y de seguridad y una pol¨ªtica social y econ¨®mica aut¨¦nticamente europeas, que permitan establecer un lugar claro para Europa -m¨¢s que para Alemania- en el mundo. Como demostr¨® el preludio de la guerra de Irak, cada Estado miembro de la UE tiende a decidir todav¨ªa por su cuenta cu¨¢l es su papel en el ¨¢mbito mundial. Peor a¨²n, las diferencias de opini¨®n en la toma de decisiones han aumentado enormemente con la ampliaci¨®n al Este. Hasta los Estados miembros que tienen deseos sinceros de incorporarse a los esfuerzos de colaboraci¨®n supranacionales (por ejemplo, para consolidar el "modelo social europeo") carecen, tras el fracaso del Tratado Constitucional, de una estructura institucional s¨®lida que se lo permita. Por ejemplo, los Gobiernos alemanes han tenido siempre claro que sus fuerzas militares no deb¨ªan intervenir en Irak pero s¨ª en Afganist¨¢n. En las monta?as de Hindukush -seg¨²n les dicen a sus ciudadanos- estamos defendiendo nuestra propia seguridad. Puede ser; en cualquier caso, el resultado es que el proyecto alem¨¢n de llevar a cabo programas de reconstrucci¨®n civil protegidos por el ej¨¦rcito se est¨¢ convirtiendo de forma gradual en una intervenci¨®n de aviones de combate alemanes como fuerzas de apoyo a la operaci¨®n antiterrorista "Libertad duradera" de Estados Unidos, con su incontable n¨²mero de v¨ªctimas civiles y su clara perversidad estrat¨¦gica.
Con todo, existe la duda de que, a lo mejor, los pa¨ªses europeos no pueden tener en absoluto un papel individual significativo "en el mundo". Incluso el mayor de todos, Alemania, es seguramente demasiado peque?o para eso. Hoy en d¨ªa, todas las transformaciones que suponen mejoras las impulsan movimientos en caravanas y coaliciones. La ¨²nica excepci¨®n a la regla es el unilateralismo estadounidense. El unilateralismo de la autoproclamada "naci¨®n indispensable" ha servido para impedir la formaci¨®n de caravanas europeas o para conducir las caravanas de la "vieja" y la "nueva" Europa en direcciones opuestas. Se ha utilizado para bloquear los efectos de los acuerdos supranacionales (como el protocolo de Kioto y la iniciativa actual sobre el clima de la canciller Merkel) y para censurar pol¨ªticas exteriores de Estados miembros de la UE (como la pol¨ªtica espa?ola con respecto a Cuba). Al mismo tiempo, la superpotencia se niega a respetar los principios y las normas institucionales del derecho internacional, de las que, ya antes de la obscenidad de Guant¨¢namo, hab¨ªa dicho que eran "de observaci¨®n secundaria" (John Negroponte). Si pasamos a la elaboraci¨®n de pol¨ªticas serias para aliviar la cat¨¢strofe del VIH/sida en ?frica, Estados Unidos est¨¢ reteniendo fondos indispensables por motivos de pol¨ªtica religiosa, cuando los preservativos forman parte de los paquetes de medidas propuestos. Y as¨ª sucesivamente.
El espacio para que cada Estado pueda tener un papel significativo parece cerrado, salvo el que Estados Unidos se ha reservado a s¨ª mismo con el fin de desempe?ar un papel cada vez menos significativo y m¨¢s destructivo. Por consiguiente, parece que la pregunta sobre el papel concreto de Alemania se ha quedado atr¨¢s. La normativa y, afortunadamente, tambi¨¦n la respuesta emp¨ªrica son que Alemania ha abandonado sus aspiraciones a tener un papel pol¨ªtico propio en el mundo.
Claus Offe es polit¨®logo alem¨¢n y doctor en Sociolog¨ªa; ha sido docente en diversas universidades europeas y americanas. Autor, entre otros ensayos, de Contradicciones en el Estado del bienestar y de Autorretrato a distancia. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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