"La cultura se ha convertido en una ensaladilla rusa, ?en una pizzer¨ªa!"
Marc Fumaroli (Marsella, 1932), autor de varios libros sobre la historia de la cultura francesa, estuvo en Barcelona para presentar la versi¨®n castellana de su ensayo El Estado cultural (editado por El Acantilado), que cuando se public¨® en 1991 gener¨® un intenso debate sobre los beneficios y los excesos de la intervenci¨®n del Estado en la gesti¨®n de las artes.
Pregunta. ?Qu¨¦ le llev¨® a convertirse en todo un polemista cultural?
"El lado dirigista del mecenazgo cultural tal como socialistas y gaullistas lo establecieron ha producido resultados m¨¢s bien nefastos"
"El poder no debe intervenir entre el gusto del p¨²blico y la obra: eso hay que dejarlo a la libertad de ese p¨²blico y del mercado"
"Si el Estado pretende democratizar la cultura, no har¨¢ nada sin controlar la televisi¨®n porque es ella quien forma hoy a la gente"
Respuesta. En realidad, en mis libros y en mis investigaciones he analizado la literatura pero tambi¨¦n las condiciones en las que se produce. Siempre me han interesado las relaciones entre los poetas, los escritores, los artistas, los m¨²sicos con el poder real en el antiguo r¨¦gimen. En la monarqu¨ªa, el rey delegaba la funci¨®n del mecenazgo en acad¨¦micos, es decir, en gente de la profesi¨®n Y ante mis ojos, en la V Rep¨²blica, naci¨® un fen¨®meno totalmente diferente: una burocracia inventada para ocupar el lugar de mecenas colectivo. Y en la que los artistas, los poetas, los escritores, los hombres de letras no ten¨ªan voz ni voto. El Estado se presentaba no s¨®lo como responsable del patrimonio de la conservaci¨®n de los museos y de las actividades fundamentales de la educaci¨®n, sino que ¨¦l mismo pretend¨ªa ser una vanguardia literaria, art¨ªstica, teatral, pict¨®rica y patrocinar a sus propios artistas.
P. ?Se refiere concretamente a los a?os en que Jack Lang era ministro de Cultura?
R. La tendencia exist¨ªa ya en tiempos de Andr¨¦ Malraux [ministro de Cultura entre 1958 y 1969], pero no se manifest¨® claramente porque Malraux no ten¨ªa el gusto de la Administraci¨®n. El presupuesto de Lang, en cambio, era considerable, le permiti¨® incurrir en gastos, contratar un buen n¨²mero de funcionarios; ahora el Ministerio de Cultura tiene 30.000 funcionarios. Frente a eso, las academias del antiguo r¨¦gimen constaban de 150 personas, que se eleg¨ªan por ellas mismas y estaban compuestas ¨²nicamente por personas de conocimiento, de talento. Es evidente el contraste entre todo sistema de mecenazgo operativo -o sea, donde son los mismos artistas los que deciden qui¨¦n tiene talento, qui¨¦n tiene la fuerza creativa, qui¨¦n aporta una novedad- y un sistema burocr¨¢tico en que los funcionarios deciden si tal artista est¨¢ de moda, est¨¢ en la l¨ªnea Eso es evidente cuando analizamos reg¨ªmenes como el fascismo o el comunismo, pero tambi¨¦n es peligroso en un sistema que se dice liberal, porque esta forma de protecci¨®n sistem¨¢tica de la cultura por el Estado no es precisamente liberal.
P. ?El Estado cultural que usted denunciaba en 1991 sigue en vigencia? ?Con Sarkozy va a americanizarse, como prev¨¦n algunos, el modelo de relaciones entre la cultura y el Estado?
R. Diga mejor entre las artes y el Estado. Yo ya no hablo de cultura porque se ha convertido en un t¨¦rmino burocr¨¢tico. A partir del momento en que todo el mundo lo usa de manera tan indiscriminada para designar la cocina, el rock, la moda, ha perdido su dignidad, su sentido. Mire, la forma de los americanos de resolver las relaciones entre el Estado, mejor dicho, los estados, y la cultura, es totalmente diferente de la nuestra. He querido comparar un sistema caricatural del sistema mon¨¢rquico -el nuestro- con un sistema extremadamente flexible, diversificado, dif¨ªcil de resumir: el de Estados Unidos, donde las artes, la danza, la ¨®pera, y en gran parte la educaci¨®n est¨¢n financiados por el dinero privado y no por el Estado, y donde el Estado est¨¢ relativamente ausente. Creo que ese sistema no podr¨ªa implantarse en Europa. Pero el lado dirigista de ese mecenazgo cultural tal como los socialistas y los gaullistas lo establecieron podr¨ªa ser revisado en profundidad, ya que ha producido resultados m¨¢s bien nefastos. ?Sarkozy? No s¨¦, conoce mis ideas, ya veremos lo que hace, acaba de comenzar.
P. ?Le conoce?
R. S¨ª, le conozco un poco, pero, en fin, no son ¨¦stas cuestiones que le apasionen.
P. Pues es una tradici¨®n de los presidentes franceses los intereses culturales pronunciados...
R. Bueno, hay que decir que ¨¦l rompe un poco esa tradici¨®n, ?eh? La rompe voluntariamente. No es el presidente franc¨¦s can¨®nico. Jam¨¢s he o¨ªdo decir que Sarkozy tenga gustos literarios muy pronunciados. A lo mejor ahora se descubren... (Risas). Pero tampoco me gusta que los hombres de Estado se metan en estas cosas. Las artes y las letras deben desarrollarse por s¨ª mismas; las vanguardias fueron movimientos inventados por individuos y a los que nadie manten¨ªa. No es normal que los funcionarios se conviertan en la vanguardia del pa¨ªs. Recuerdo una de las cosas m¨¢s rid¨ªculas del ministerio Lang: en un momento dado se conmemoraba la muerte o quiz¨¢ el nacimiento de Rimbaud. Lang ley¨® en un Consejo de Ministros un poema de Rimbaud. Hizo que se leyese en todas las aulas de Francia un poema de Rimbaud. Fue verdaderamente grotesco.
P. ?No le gusta Rimbaud?
R. Lo adoro, pero convendr¨¢ usted conmigo que no es un poeta que se pueda recomendar a la jefatura del Estado. El mero hecho de comportarse as¨ª demuestra que la cultura es una verdadera ensaladilla rusa. ?Una pizzer¨ªa! ?No es lo que esper¨¢bamos que fuera! ?No es la cultura de Goethe! Es una especie de ostentaci¨®n, de esnobismo colectivo de un cierto n¨²mero de referencias...
P. Repetidas veces en su libro valoriza el deber educador del Estado.
R. Yo digo que el Estado ha de ser modesto, pero tiene un poder enorme en su modestia: tiene que conservar el patrimonio, la ense?anza y todo lo que es previo a la actividad art¨ªstica y la hace posible, pero no intervenir en el otro extremo, entre el gusto del p¨²blico y la obra: eso hay que dejarlo a la libertad de ese p¨²blico y del mercado.
P. Escribe usted que "es dif¨ªcil disociar la ense?anza, la televisi¨®n y la cultura, pero es lo que sucede cuando se a¨ªsla a la ¨²ltima, o se pretende hacerlo, en un ministerio propio". El abandonismo del Estado sobre la televisi¨®n, ?no es un factor de degradaci¨®n de la formaci¨®n?
R. Evidentemente. Si el Estado pretende democratizar la cultura, y quiere hacerlo sin tener el control de la televisi¨®n, no har¨¢ nada, porque hoy no son los libros los que forman a la gente, sino la televisi¨®n, que los m¨¢s j¨®venes miran tres o cuatro horas al d¨ªa. Desde luego es parad¨®jico tener un Ministerio de Cultura y no dotarlo de autoridad sobre la televisi¨®n.
Babelia
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