El muerto que farfulla
Cuando Jean Cocteau escuch¨® esa po¨¦tica definici¨®n del cine en boca de un ni?a -"el cine es coger a los muertos y ponerlos a andar"- no pod¨ªa intuir que el medio acabar¨ªa aportando varias ilustraciones (casi) literales a esas palabras, como las que integran el ¨²ltimo tramo de la filmograf¨ªa del indie renacido Gus Van Sant. Tercer t¨ªtulo de una Trilog¨ªa de la Muerte que, tras el estreno de Paranoid Park (2007), ya ha dejado de serlo, Last days, como sus compa?eras de viaje, se postula como meditaci¨®n esencialmente visual, y amaneradamente elegiaca, sobre una juventud entendida como el limbo previo a la inexistencia.
La estrategia formal se mantiene, con sutiles variantes, tal y como fue formulada en la fundacional Gerry (2002): la influencia del h¨²ngaro B¨¦la Tarr inspira una apuesta por una narrativa son¨¢mbula, hecha de largas tomas que siguen a los personajes en su deambular por una tierra de nadie, casi como los espacios desolados de un videojuego que ha dejado de funcionar (bien), perdiendo, ante todo, su sentido del drama. El tiempo funciona como un laberinto suspendido: no es reversible, pero puede ser revisitado por diferentes puntos de vista. Van Sant tambi¨¦n desvela otro repertorio de influencias, en esta ocasi¨®n literarias: la trilog¨ªa novel¨ªstica de Samuel Beckett integrada por Molloy, Malone muere y El innombrable. No est¨¢ seguro este cr¨ªtico de si es la vocaci¨®n de radicalidad o la pose lo que, en Last days, lleva al cineasta a querer ser m¨¢s radical que Beckett: Last days tiene forma de mon¨®logo interior, pero su contenido est¨¢ cerrado herm¨¦ticamente. En esta recreaci¨®n aproximada al crep¨²sculo de una sombra de Kurt Cobain s¨®lo hay superficies: el tormento espiritual del personaje emerge ¨²nicamente en forma de hipn¨®tico (o irritante) farfullo.
LAST DAYS
Direcci¨®n: Gus Van Sant. Int¨¦rpretes: Michael Pitt, Kim Gordon, Asia Argento, Lukas Haas, Scott Green. G¨¦nero: Drama. Estados Unidos, 2005. Duraci¨®n: 97 minutos.
No se le puede dejar de reconocer el atrevimiento a Gus Van Sant, pero otra cosa es disfrutar como espectador de su opacidad exhibicionista y de su fetichismo yonqui-chic. La pel¨ªcula ofrece una plausible representaci¨®n del estado de suspensi¨®n opi¨¢cea de un fin de semana sin huella, pero se traiciona a s¨ª misma al proponer una trascendencia que su estrategia formal y conceptual parec¨ªa negar: el plano en que el ?alma? de Blake / Cobain asciende a trav¨¦s de su particular escalera hacia el cielo delata la trivialidad de un cineasta que pone a los muertos a andar para que creamos en los ¨¢ngeles. O en Kurt Cobain como nuevo Mes¨ªas.
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