Trampas de la microhistoria
El periodista de The Washington Post, Bob Woodward (Ilinois, 1943), ha fabricado un nuevo macrorreportaje, en formato libro, donde ausculta, radiograf¨ªa y microrrelata el estado de la Casa Blanca y del presidente Bush, en los meses que conducen como por una rampa inclinada a la guerra de Irak (primavera de 2003). Y ese macrorreportaje a la vez que microhistoria, de lo inmediato, cotidiano, oral hasta la extremaunci¨®n, resulta siempre un poco enga?oso porque en su literalidad quiere creer que todo fue as¨ª. Ocurre que de la mayor parte de las conversaciones las fuentes del autor son indirectas, interesadas, o ambas cosas, y hay que suponer que le han contado, inevitablemente, las cosas pro domo s¨²a. La consecuencia de todo ello es que casi todo el mundo recelaba, aparentemente, de que no hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva en el pa¨ªs del Tigris y el ?ufrates, pero ello no sirvi¨® para nada.
NEGAR LA EVIDENCIA
Bob Woodward
Traducci¨®n de Santiago Ochoa, Yasm¨ªn L¨®pez, ?ngela Garc¨ªa y Ana Mar¨ªa Roure
Belacqva. Barcelona, 2007
702 p¨¢ginas. 24 euros
El reportaje-r¨ªo (Amazonas) congrega, en cualquier caso, un trabajo, un esmero, y una dedicaci¨®n fuera de serie, y de su misma naturaleza, sin necesidad de interpretaci¨®n visible adjunta, se deducen muchas cosas: la arrogancia, la jactancia, la ignorancia sobre Irak, el mundo ¨¢rabe y dir¨ªase que de todo lo que no sea "lo anglosaj¨®n", de una Casa Blanca, as¨ª como un alejamiento, que nunca se detiene antes del limbo, de un presidente que se vanagloria/admite que no es "un pol¨ªtico de libro, sino de instinto". Y hasta el propio Woodward escribe como si ¨¦l no fuera tampoco un periodista de libro, lo que, sin duda, responde, en realidad, al m¨¦todo de trabajo o a coqueter¨ªa personal, puesto que el autor opera como encorsetado en una disciplina de hierro para que su opini¨®n, al menos de manera expl¨ªcita, se filtre lo menos posible a las p¨¢ginas del volumen; posiblemente, con la intenci¨®n de que eso tan sabido de que los hechos hablen por s¨ª mismos, efectivamente, lo hagan en sus p¨¢ginas. ?Es una forma de respeto a la libertad del lector? Puede que tambi¨¦n, pero lo menos positivo del sistema es que Woodward medio renuncie a caracterizar en vi?etas de suficiente extensi¨®n a los personajes de tan tr¨¢gica farsa como el celos¨®n del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld; el supernumerario secretario de Estado, Colin Powell, el instintivo George W., la servicial consejera de seguridad nacional, Condy Rice, el arrollador vicepresidente Cheney, y una lista tan larga de colaboradores, sicofantes y bur¨®cratas -o todo a la vez- que hasta el especialista corre el riesgo de perderse en un laberinto con m¨¢s personajes que una pel¨ªcula de Fellini.
Y a pesar de tanta abundan
- cia, cabe notar ciertas ausencias. Ni una sola vez se habla de Israel, como si Irak y Palestina no fueran vasos comunicantes, con lo que de nuevo se renuncia a que veamos m¨¢s all¨¢ de la filigrana de la conversaci¨®n, para que nos quedemos en la puntada aislada del francotirador. Y de igual forma, nadie se pregunta si los iraqu¨ªes han querido en alg¨²n momento la intervenci¨®n norteamericana, lo que, seguramente, explica que Woodward atribuya solamente a errores de Washington y no a una reacci¨®n patri¨®tica ante el invasor, la insurgencia que incendia el pa¨ªs. Por cierto, que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar -el que se fotografi¨® en las Azores con el presidente norteamericano y Tony Blair- tampoco merece la caridad de una sola menci¨®n.
Todo ello conforma un fresco panor¨¢mico de excepcional riqueza para el conocimiento tangible, desde el vocabulario al juego de piernas oficinesco, de la pen¨²ltima Administraci¨®n de Estados Unidos, sustituidos como est¨¢n ya muchos de sus miembros aunque sin cambios apreciables de pol¨ªtica por esa raz¨®n, en el equipo que acompa?a al presidente en su segundo mandato. La obra es todo un monumento period¨ªstico, pero algo menos si lo consideramos libro de historia; m¨¢s bien, entonces, ser¨ªa un material relativamente en bruto para que los historiadores del futuro tengan un sabroso feeler de lo que fue la Administraci¨®n norteamericana m¨¢s unilateralista y catastr¨®fica de muchas d¨¦cadas a esta parte. Woodward, estil¨¢ndose de protonotario, hace una micro en la que se adivinan las runas de lo macro. Pero, eso s¨ª, hay que adivinarlas.
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