La ¨²ltima batalla de las legiones
El historiador Alessandro Barbero reconstruye el decisivo enfrentamiento en Adrian¨®polis entre romanos y godos
Fue una jornada funesta para Roma. No s¨®lo result¨® aniquilado todo un ej¨¦rcito, sino que muri¨® el propio emperador, Valente, peleando en medio de sus tropas, y un flanco del imperio qued¨® abierto como una herida de espada. En Adrian¨®polis, en los Balcanes, en una zona que actualmente pertenece a Turqu¨ªa, el 9 de agosto de 378, los guerreros godos mandados por Fritigerno aniquilaron a la cr¨¨me de las tropas romanas, y el mundo antiguo contuvo el aliento considerando que esa batalla marcaba un punto final en la historia. Se ha escrito que Adrian¨®polis fue el principio del fin del Imperio Romano, la ¨²ltima batalla de las legiones y el tr¨¢nsito de la Antig¨¹edad a la Edad Media. Y que signific¨® la derrota definitiva de la infanter¨ªa romana ante la caballer¨ªa pesada b¨¢rbara, del soldado de a pie ante el estribo. Cuestiones hist¨®ricas y militares aparte, fue una matanza, con los legionarios muertos de sed al cabo de un d¨ªa t¨®rrido y agotador, apretujados en una masa compacta de manera que casi no pod¨ªan moverse, cegados por el polvo que oscurec¨ªa el cielo, resbalando en la sangre de los camaradas y rodeados por la caballer¨ªa goda reforzada con contingentes hunos y alanos, que alanceaba y acuchillaba sin piedad. Un espanto, vamos.
Tras aguantar un tiempo, la formaci¨®n romana se deshizo. Los mejores murieron sin romper las filas bajo sus estandartes en forma de drag¨®n y los dem¨¢s se dejaron llevar por el p¨¢nico. La desbandada precipit¨® la masacre ti?endo de carmes¨ª el ocaso. Ahora, un historiador moderno nos invita en un libro espl¨¦ndido a viajar a ese tremendo escenario para revisar la gran batalla y sus implicaciones.
El d¨ªa de los b¨¢rbaros (Ariel), de Alessandro Barbero, es una cr¨®nica excepcional y v¨ªvida de aquel acontecimiento, sus proleg¨®menos y sus consecuencias. Barbero (Tur¨ªn, 1959), profesor de historia medieval en la Universidad del Piamonte, es bien conocido de los lectores espa?oles como autor de la historia de otra batalla, Waterloo, publicada por Destino (La batalla). Hay un largo camino de Waterloo a Adrian¨®polis. "Es cierto, muy largo, s¨ª", r¨ªe Barbero, "pero ambas, aunque Waterloo es mucho m¨¢s conocida, son batallas que entran bajo esa categor¨ªa que se ha dado en llamar decisivas, como Stalingrado o Midway; son batallas muy interesantes para un historiador, ¨¦sas de las que se dice que demuestran que un d¨ªa puede cambiar la historia y que de haber resultado de otra forma todo ser¨ªa diferente". Hasta cierto punto as¨ª fue en Adrian¨®polis. "Sin duda la batalla podr¨ªa haber sido de otra manera -Valente no quiso esperar a la llegada de las tropas de su sobrino y colega imperial Graciano-; de hecho, incluso estuvo a punto de no librarse. Dos horas m¨¢s y romanos y godos, que intercambiaban parlamentarios, se hubieran puesto de acuerdo. La batalla, en un paraje en el que los godos hab¨ªan instalado su campamento fortificado con carros, comienza casi por accidente, mientras a¨²n hay negociaciones de paz. Exploradores romanos hostigan prematuramente el flanco derecho godo y la escaramuza consiguiente prende como un incendio. La lucha se generaliza. Entonces aparece inesperadamente la caballer¨ªa de los godos que se hab¨ªa alejado para forrajear, embiste a la caballer¨ªa romana, la arrolla y, abierto el flanco izquierdo enemigo, entra por el lado y la espalda a la infanter¨ªa romana en marcha, que se amontona por puro instinto de supervivencia convirti¨¦ndose en una masa incapaz de maniobrar y luchar con orden".
Adrian¨®polis, explica Barbero, es, sin embargo, consecuencia de errores cometidos mucho antes. "La batalla empez¨® a perderse a?os antes, cuando se deja a los godos, presionados por los hunos, cruzar el Danubio y refugiarse en tierras del imperio, en Tracia, y en lugar de cumplir las promesas que se les hab¨ªan hecho con ret¨®rica humanitaria se les somete a abusos y humillaciones, lo que provoca que se rebelen". El historiador se?ala que la posici¨®n de Roma con los b¨¢rbaros es ambivalente. Los b¨¢rbaros, peligrosos, son tambi¨¦n una fuente de riqueza: buenos soldados para fortalecer las legiones y mano de obra abundante y barata (como esclavos y como colonos). De hecho, la pol¨ªtica imperial con los godos est¨¢ mediatizada por la reticencia a malgastar esa potencial fuerza de trabajo tan estupenda. "Las ¨¦lites romanas est¨¢n descubriendo a los invasores b¨¢rbaros como emigrantes, por usar un concepto moderno", dice Barbero. "Y trabajo en el imperio hay de sobra para ellos, es s¨®lo cuesti¨®n de integrarlos".
Sobre la relevancia de Adrian¨®polis para la historia militar, Barbero opina que se ha exagerado. "Es bonito pensar que se enfrentaron el pasado contra el futuro, la infanter¨ªa de la antig¨¹edad contra la caballer¨ªa medieval, pero no fue as¨ª. El ej¨¦rcito romano hab¨ªa constituido ya, por influencia iran¨ª (las guerras contra sas¨¢nidas y persas), una importante fuerza de caballer¨ªa pesada, incluso catafractos, y los b¨¢rbaros no ten¨ªan en realidad tantos caballos como podr¨ªamos suponer, porque mantenerlos era caro y los godos en general eran gente pobre. En realidad, los dos ej¨¦rcitos que lucharon en Adrian¨®polis eran bastante parecidos (tambi¨¦n en n¨²mero, unos 15.000 o 20.000 hombres por bando). Los godos se hab¨ªan armado con armas romanas despu¨¦s de dos a?os de pillar Tracia, y en las filas romanas hab¨ªa muchos legionarios godos".
Visualmente, el romano "era un ej¨¦rcito que al p¨²blico corriente, acostumbrado al cine de Gladiator o a las vi?etas de Ast¨¦rix, le chocar¨ªa. Los romanos ya no combat¨ªan con el pilum y el gladio, sino que usaban la lanza larga, parecida a la sarisa maced¨®nica y la spatha, la espada larga. El escudo era oval o redondo. No usaban la cl¨¢sica coraza segmentada sino cota de malla de hierro o de escamas. Peleaban en una formaci¨®n similar a la falange, como piqueros. Un poco a la manera de los suizos del renacimiento o los tercios de ustedes, los espa?oles". El ej¨¦rcito romano cambi¨®, pero mantuvo hasta el fin sus esencias: la disciplina y la profesionalidad.
Los antiguos lo vivieron como una tragedia, la destrucci¨®n de todo el ej¨¦rcito romano de Oriente, el mejor del mundo, y la muerte del emperador con su corte. ?Visto con perspectiva, fue un desastre tan significativo? "No la batalla, no el d¨ªa, sino la historia alrededor. Es el momento en el que el sistema de integraci¨®n romana demuestra que ya no funciona m¨¢s. De Adrian¨®polis al saco de Roma por Alarico en el 410 podemos ver una l¨ªnea continua". Barbero recalca que la lecci¨®n de Adrian¨®polis no es que los emigrantes supongan un peligro. "Es precisamente lo contrario: que la civilizaci¨®n romana no pudo aprovechar la magn¨ªfica oportunidad que se le presentaba con ellos para pervivir".El ej¨¦rcito romano ya no era el de 'Gladiator', luchaba como la falange o los tercios
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