Turqu¨ªa o el irreversible camino hacia la modernidad
Lo sabe casi cualquier turco: cuando el primer ministro Recep Tayyip Erdogan decidi¨® no presentarse como candidato a la presidencia (una apuesta muy elevada, muy incierta y que no pod¨ªa permitirse perder), la c¨²pula de su partido acord¨® que los candidatos alternativos podr¨ªan ser dos: Vecni G?n¨¹l, ministro de Defensa, en buenas relaciones con el estamento castrense, o bien Nimet ?ubuk?u, una mujer, moderada ella misma dentro de un partido islamista moderado y que ni siquiera utiliza en p¨²blico el pol¨¦mico t¨¹rban o pa?oleta. El d¨ªa 20 de abril llegaron se?ales de que los militares podr¨ªan estar conformes con cualquiera de ambas opciones. Y entonces, se produjo algo inesperado.
Bulet Arin?, el presidente del Parlamento, protagoniz¨® una rebeli¨®n interna, apoy¨¢ndose en la base m¨¢s popular y radical del partido y postul¨¢ndose ¨¦l mismo como presidenciable. Ante esta presi¨®n, Erdogan aplic¨® una soluci¨®n salom¨®nica: ni G?n¨¹l, ni ?ubuk?u ni Arin?: su ministro de Asuntos Exteriores y brazo derecho, Abdull¨¢ G¨¹l, ser¨ªa el candidato.
La noticia sent¨® muy mal en el Estado Mayor del Ej¨¦rcito, y no s¨®lo propici¨® el denominado "e-golpe" del 27 de abril, sino que facilit¨® una alianza t¨¢ctica entre los principales partidos de oposici¨®n, con la satisfecha aquiescencia del poder judicial. Todo ello se revisti¨® con protestas populares que en Turqu¨ªa tuvieron un gran impacto, dado que en el pa¨ªs el fen¨®meno resultaba muy novedoso: no existe una tradici¨®n de manifestaciones c¨ªvicas a gran escala (aunque s¨ª sindicales y de izquierdas, en los a?os setenta). Eso implica que el gran p¨²blico tampoco tiene en cuenta las modernas t¨¦cnicas de movilizaci¨®n que pueden utilizar gobiernos y partidos, y que en este caso agruparon mucho p¨²blico espont¨¢neo, pero tambi¨¦n a participantes menos casuales, tra¨ªdos y llevados a las diversas capitales.
En cualquier caso, queda claro que Erdogan cometi¨® un error al no llevar con mano m¨¢s firme la cuesti¨®n de la candidatura presidencial. Los efectos del traspi¨¦ han sido subsanados de diversas formas: en el Partido de la Justicia y el Desarrollo se han llevado a cabo las oportunas purgas de los elementos m¨¢s radicales. La convocatoria anticipada de elecciones legislativas se hizo ¨¢gilmente y con las m¨ªnimas tensiones. Y la batalla para enmendar la Constituci¨®n e introducir la posibilidad de que el presidente sea escogido por sufragio universal parece ir por buen camino, a pesar de la oposici¨®n del presidente en funciones, Ahmet Necdet Sezer, que en estos a?os ha hecho lo que ha podido por obstaculizar no s¨®lo esta iniciativa, sino otras reformas que pudieran no parecerle suficientemente "laicas".
Pero donde m¨¢s se puede percibir que Erdogan es un pol¨ªtico de altura es en la forma que est¨¢ llevando, hasta ahora, las relaciones con el Ej¨¦rcito. Tras el error de abril -seguramente propiciado por la creencia de que Bruselas y Washington le iban a ser de m¨¢s ayuda en este asunto- ha sabido trastear con el ej¨¦rcito como un verdadero De Gaulle: jugando en su terreno, manteniendo la autoridad e intentando desactivar las iniciativas m¨¢s peligrosas. Por otra parte, unos y otros saben que las fuerzas armadas no tendr¨ªan apoyo internacional en caso de una intervenci¨®n de fuerza en el Norte de Irak. Que adem¨¢s no ser¨ªa de gran utilidad militar real, dado que en la actual situaci¨®n pol¨ªtica de esa zona, los guerrilleros del PKK podr¨ªan retirarse desde los montes de Qandil hacia el interior. De momento, Erdogan ha invitado al primer ministro iraqu¨ª Nuri al Maliki a viajar a Turqu¨ªa para neutralizar la crisis, lo que podr¨ªa tener efectos ciertamente positivos, porque adem¨¢s demuestra que Ankara sabe jugar sus cartas en la zona. Eso s¨ª: los turcos est¨¢n deviniendo m¨¢s y m¨¢s filorrusos (algo hasta cierto punto tradicional en situaciones de emergencia nacional) y eso po
dr¨ªa tener efectos nefastos para la pol¨ªtica americana en Irak, sobre todo si la simpat¨ªa se extiende conjuntamente a Ir¨¢n, lo que adem¨¢s podr¨ªa formar una peligrosa tenaza sobre el Kurdist¨¢n iraqu¨ª.
De todas formas, la situaci¨®n turca es delicada. Por decirlo de alguna forma, el candidato a la UE se meti¨® un gol en propia puerta con los sucesos de esta primavera. La imagen de inestabilidad pol¨ªtica fue alarmante, y cobr¨® tintes m¨¢s oscuros a ojos de Bruselas ante la catastr¨®fica entrada de Rumania en el club europeo debido a la crisis entre el presidente Basescu, el Gobierno y los partidos que integran la coalici¨®n y pueblan el Parlamento. La certidumbre de que Rumania entr¨® antes de tiempo en la UE, los problemas que est¨¢ creando Polonia, la llegada de Sarkozy a la presidencia francesa y el precario equilibrio de Oriente Pr¨®ximo, propician la tendencia a ver y esperar c¨®mo evoluciona la situaci¨®n en Turqu¨ªa. Pero ya se puede decir que 2007 ha sido un a?o pr¨¢cticamente tirado por la borda en los esfuerzos del candidato turco.
Sin embargo, hay tambi¨¦n elementos de optimismo. Ingrese Turqu¨ªa o no en la UE, la legislatura del Partido de la Justicia y el Desarrollo ha creado un punto de inflexi¨®n muy positivo en la historia turca: es el final de una evoluci¨®n que comenz¨® en 1950. Ha quedado demostrado que un Gobierno islamista moderado puede ser tan occidental o m¨¢s que los que hasta ahora se postulaban como adalides de la modernidad en Turqu¨ªa, esto es, la clase media laica que detenta todav¨ªa importantes cuotas de poder. Y eso es muy interesante, porque demuestra que se puede operar una evoluci¨®n positiva en el sentido de una modernizaci¨®n total de Turqu¨ªa.
Entend¨¢monos: no hay "dos Turqu¨ªas", no hay dos pa¨ªses. Hay dos clases medias, lo que es algo muy diferente y menos dram¨¢tico. Una de ellas, m¨¢s funcionarial y estatalista, la que denominados "laica"; la otra, de estilo m¨¢s neoliberal y musulm¨¢n (no necesariamente "islamista"). Y no pueden autoexcluirse o eliminarse la una a la otra, eso s¨®lo llevar¨ªa a la destrucci¨®n de Turqu¨ªa, sin resultado alguno. Lo ideal ser¨ªa que ambas clases medias tendieran a una cierta fusi¨®n para alcanzar ese estadio de modernidad propio de las potencias emergentes. En realidad est¨¢n obligadas a entenderse y dirigir conjuntamente al pa¨ªs, es el inevitable camino hacia la modernidad y m¨¢s en un pa¨ªs que est¨¢ creciendo econ¨®micamente como lo hace Turqu¨ªa. ?Una armonizaci¨®n imposible? Ni mucho menos: recordemos, por ejemplo, que el presidente de la India, desde 2002, es el doctor Abdul Kalan, musulm¨¢n y padre cient¨ªfico del programa nuclear indio. El pa¨ªs que preside, de amplia mayor¨ªa hinduista, comparte un genocidio con el vecino Pakist¨¢n, pa¨ªs musulm¨¢n, y tres guerras. India, esa enorme democracia donde nunca ha habido un golpe de Estado militar, en cuyo Estado de Uttar la primer ministro es una mujer de la casta de los intocables, y que ya disputa con Jap¨®n el podio de la primac¨ªa econ¨®mica.
?No es ¨¦sta una referencia muy europea? Quiz¨¢ no. Pero deber¨ªa servir para recordar que tampoco lo es la actitud de mostrarse m¨¢s laicistas que Bruselas: la UE ha estado apoyando al Gobierno de Erdogan y eso es un referente importante para recordar que nuestra evolucionada Europa actual reconoce la existencia de una moderna Turqu¨ªa musulmana que existe y no va a esfumarse, por muchos conjuros sobre "agendas ocultas" que lancen los demagogos dentro y fuera del pa¨ªs.
Francisco Veiga es profesor de Historia Contempor¨¢nea de Europa Oriental y Turqu¨ªa en la UAB y autor de El turco (2006).
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