"La buena arquitectura lleva impl¨ªcito el ser sostenible"
Eduardo Souto de Moura (Oporto, 1952) fuma sin tregua y habla con tanto humor como l¨®gica. Se muestra m¨¢s descre¨ªdo que entusiasta. Pero es el entusiasmo lo que le hace aceptar los proyectos para nuevas viviendas unifamiliares aunque no le salgan las cuentas. Explica que, desaparecida la coherencia o la reivindicaci¨®n de lo aut¨®ctono, vivimos en una ¨¦poca en la que se le puede pedir poco sentido a la arquitectura m¨¢s all¨¢ del buen gusto. Y se declara en contra del tuneado que adorna tanta arquitectura actual.
PREGUNTA. ?En qu¨¦ beneficia y en qu¨¦ perjudica a la arquitectura el retraso tecnol¨®gico que sufre su pa¨ªs, Portugal?
RESPUESTA. Le perjudica la palabra misma: ir retrasado no es una buena presentaci¨®n. La ventaja es que al llegar tarde, se puede tratar de evitar los errores que otros han cometido. Hace unos d¨ªas vi las fotograf¨ªas a¨¦reas de M¨¢laga que publicaba EL PA?S. Impresionaban. Hace poco me pidieron que hiciera all¨ª una torre. Y uno puede pensar que un rascacielos es m¨¢s especulativo que una casa. Sin embargo, cuando vi las fotos pens¨¦ ?al menos un rascacielos deja libre el suelo!
"Para poder resistir, para que los edificios permanezcan, es importante que las cosas se vivan como naturales"
P. ?El low tech tiene tambi¨¦n un lado bueno y otro malo?
R. Antes hab¨ªa buena mano de obra en Portugal. Y eso permit¨ªa una arquitectura artesanal y conectada con la tradici¨®n que T¨¢vora y Siza desarrollaron mucho. Ahora los buenos artesanos se han ido a Suiza, donde les pagan como a artistas. Sin embargo, la prefabricaci¨®n sigue siendo m¨¢s cara en Portugal que la construcci¨®n tradicional. Eso hace que ante un nuevo proyecto uno se plantee como posible cualquier material. En Portugal no se da hoy un material l¨®gico ni perfecto.
P. Y eso ?qu¨¦ resultado da?
R. Ahora mismo he empezado a construir el centro cultural de un poeta, Miguel Torga, cerca del Duero. Quer¨ªa trabajar con la piedra del lugar, pizarra. Pero resultaba caro. Consider¨¦ un prefabricado negro, como la pizarra, hormig¨®n negro o incluso una cer¨¢mica gris plateada. Al final, lo que decide entre todas las opciones posibles es el precio. La tradici¨®n que consideraba l¨®gico trabajar con el material local ha desaparecido. Hoy la piedra local puede costar el doble que un material similar importado de China. Y la atm¨®sfera local se puede lograr igualmente con materiales similares que no sean aut¨®ctonos. La cuesti¨®n de los materiales locales ha quedado desmitificada.
P. Que los materiales hablan el idioma del lugar ?es una patra?a?
R. No hay nada m¨¢s caro que la ecolog¨ªa. S¨®lo los suizos pueden ser ecol¨®gicos. Uno que construye all¨ª un edificio est¨¢ obligado a instalar un sistema que trate y recicle las aguas grises del ba?o. Pero preparar un edificio para acumular las aguas grises, bombearlas, depurarlas y reciclarlas es muy poco sostenible, consume una cantidad de energ¨ªa brutal. No tiene sentido. Esta preocupaci¨®n s¨®lo la puede tener Suiza.
P. ?Piensa que la sostenibilidad es un problema de ricos?
R. Es un problema de malos arquitectos. Los malos arquitectos se organizan siempre con temas secundarios. Dicen cosas del tipo: la arquitectura es sociolog¨ªa, es lenguaje, sem¨¢ntica, semi¨®tica. Inventan la arquitectura inteligente -como si el Parten¨®n fuese est¨²pido- y ahora, lo ¨²ltimo es la arquitectura sostenible. Todo eso son complejos de la mala arquitectura. La arquitectura no tiene que ser sostenible. La arquitectura, para ser buena, lleva impl¨ªcito el ser sostenible. Nunca puede haber una buena arquitectura est¨²pida. Un edificio en cuyo interior la gente muere de calor, por m¨¢s elegante que sea ser¨¢ un fracaso. La preocupaci¨®n por la sostenibilidad delata mediocridad. No se puede aplaudir un edificio porque sea sostenible. Ser¨ªa como aplaudirlo porque se aguanta.
P. ?Desmitifica tambi¨¦n la arquitectura vern¨¢cula?
R. Hoy es como comprar un su¨¦ter de cachemir. No estoy en contra, me gusta. Como prenda aislada est¨¢ bien. Pero no es una operaci¨®n generalizable. Lo mismo sucede con la arquitectura vern¨¢cula. Hoy una casa en piedra es un lujo. Y hacer un pastiche forrando con piedra es pretencioso. Simular las cosas no es vern¨¢culo.
P. A pesar de que han construido fuera de Portugal, a usted y a Siza cuesta verlos lejos de su contexto. ?C¨®mo se siente cuando trabaja fuera?
R. Siza nunca ha salido de Portugal. Ha viajado mucho, pero no ha dejado de ser nunca un portugu¨¦s de viaje. Sus proyectos son de all¨ª. Es como los astronautas, que viajan por el espacio y se preparan durante a?os para hacerlo. Pero al final, lo que les gusta a los astronautas es volver a casa. Siza viaja mucho, pero siempre es un portugu¨¦s. Y a m¨ª me pasa algo parecido. Eso quiere decir que para nosotros estar fuera es una excepci¨®n.
P. Empez¨® siendo muy miesiano, cartesiano. Y en sus ¨²ltimas viviendas parece haberse soltado. ?Qu¨¦ le ha hecho cambiar?
R. Hay dos cambios. Uno es el de una nueva escala. Yo ten¨ªa una caligraf¨ªa miesiana que pod¨ªa servir bien para las casas de un piso. Pero si uno llega a una escala urbana, esa caligraf¨ªa deja de servir. Hay que adaptarse al nuevo medio y buscar otro tipo. Eso me ha sucedido haciendo el metro de Oporto o cuando trabaj¨¦ en el Estadio de Braga. Es imposible abordar esos proyectos con una arquitectura rectil¨ªnea. Ese cambio de escala me abri¨® la mente. Me hizo pensar de otra manera.
P. ?La escala cambia a los arquitectos?
R. Y la edad. Cuando era m¨¢s joven estaba preocupado por el estilo, por la elegancia. Y hoy valoro m¨¢s la naturalidad. Para poder resistir, para que los edificios permanezcan, es importante que las cosas se vivan como naturales. Un poco como ocurre con los animales, que cuando nadan mucho pierden las manos que se transforman en aletas. La naturaleza responde siempre de la manera m¨¢s natural, con l¨®gica. Y creo que antes yo hac¨ªa una arquitectura muy preocupada por ser coherente y que, sin embargo, respond¨ªa a un campo muy limitado de la realidad. Hoy he ido perdiendo el miedo a hacer cosas feas. No es que nadie quiera hacer algo feo de entrada. Es que para hacer cosas bonitas hay que perder el miedo a hacerlas feas.
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