El calvario de la conciencia
FENOMENOLOG?A DEL esp¨ªritu, una de las obras m¨¢s originales, ca¨®ticas, dif¨ªciles, importantes de la historia de la filosof¨ªa, describe, a su modo, el proceso de experiencia de la conciencia, es decir, el proceso normal de conocimiento, s¨®lo que de normalidad acostumbrada, dij¨¦ramos, no hay nada: estamos en el idealismo absoluto, hijo excelso de otros tiempos, muy lejanos ya, precisamente en la conciencia. La conciencia m¨¢s normal, diaria, se limita a designar un objeto, que es en el que se piensa, el que se conoce, el que se nombra en cada caso. Bien, pues por un "calvario", en ocho estaciones, de fen¨®menos, manifestaciones, formas, metamorfosis de la conciencia, ¨¦sta accede, ya como "esp¨ªritu", al G¨®lgota del "saber absoluto", que consiste en que, al final, la conciencia y el objeto de conciencia, el sujeto y el objeto de conocimiento, lo racional y lo real, no son dos sino uno. Se describen los pasos de una experiencia interior que no funciona respecto a su objeto de experiencia como en Kant: determinando previamente las condiciones de posibilidad de conocerlo; ni como en Schelling: por un conocimiento inmediato e intuitivo; ni como en la ciencia: deduci¨¦ndolo matem¨¢tica o formalmente de la empiria, sino asimil¨¢ndolo a s¨ª misma en un proceso dial¨¦ctico dentro de sus propias contradicciones y mediaciones, escindida entre el concepto abstracto de un objeto y la experiencia concreta que de ¨¦l hace, pero asumi¨¦ndolo todo en s¨ªntesis progresivas, que llevar¨¢n a la "reconciliaci¨®n", identificaci¨®n final entre concepto y experiencia, sujeto y objeto, que definen el "saber absoluto". Generalizando este v¨ªa crucis, la conciencia, la raz¨®n, el esp¨ªritu est¨¢ entonces seguro de ser toda la realidad, de que lo dado s¨®lo est¨¢ presente, s¨®lo es real, en el m¨¦dium del pensar. La l¨®gica de esta experiencia interior, que es hist¨®rica, procesual, ella misma, es la misma que la de la raz¨®n del proceso hist¨®rico de la humanidad, que por una serie de contradicciones entre sus diversos estadios (Grecia, Roma, Edad Media, Renacimiento, Revoluci¨®n Francesa) llegar¨¢ a una reconciliaci¨®n final. Adem¨¢s, todo ello se juega en un interior individual y universal absoluto, cerrado, a imagen de la vida y el conocimiento de Dios, "un juego de amor consigo mismo".
Naturalmente, este modo de pensar dial¨¦ctico (superaci¨®n y s¨ªntesis de contradicciones) e hist¨®rico (el pensar no tiene una historia, es historia ¨¦l mismo), iniciado por Hegel hace justamente doscientos a?os, tuvo enormes repercusiones: en la dial¨¦ctica marxista, como es de sobra conocido, en el existencialismo, porque la historicidad hace del ser humano un simple proyecto de s¨ª mismo (en el absurdo y al absurdo, en este caso), en el humanismo cristiano, porque la dial¨¦ctica engloba la asunci¨®n del otro en s¨ª mismo, en la hermen¨¦utica, porque la conciencia (hist¨®rica) condiciona la propia interpretaci¨®n del objeto de conciencia, en ciertas ex¨¦gesis del psicoan¨¢lisis, porque estas interioridades concienciales, complicidades autoer¨®ticas, digamos, son muy evocadoras descriptivamente, etc¨¦tera.
Este proceso de sublimaci¨®n especulativa, de supremo recogimiento de todo en todo en un punto y momento absolutos en que mundo y ser humano, Dios mismo (y cualquier intuici¨®n y concepto), se diluyen en ¨¦l como simples fen¨®menos del esp¨ªritu, como momentos del despliegue especulativo hist¨®rico de la metaf¨ªsica que la desarrolla, modos propios de la conciencia superada en lo supraintuitivo, supraconceptual, en lo absoluto como tal, que ya s¨®lo se conservan como meros cad¨¢veres numinosos, pneum¨¢ticos del arrasador "Viernes Santo especulativo", este nudo gordiano perfectamente urdido, que ya no dejaba pr¨¢cticamente posibilidades de pensar m¨¢s all¨¢, Nietzsche lo tajar¨ªa alegremente consider¨¢ndolo como "la historia de un error", sin m¨¢s, de la hipoteca de lo real en vapores abstractos, iniciando con ello un nuevo modo de pensar, digamos posmoderno, poshegeliano, en el que estamos y vivimos, que no hemos superado y que no admite reconciliaci¨®n alguna.
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