F¨¢bulas para redimir la vida
Hasta hoy, Tom¨¢s S¨¢nchez Santiago (Zamora, 1957) pasaba por ser un poeta importante de su generaci¨®n, con libros tan estimables como En familia y El que desordena. Otros t¨ªtulos suyos han pagado con la inadvertencia p¨²blica su determinaci¨®n de no amoldarse, enti¨¦ndase en un sentido amplio, a los estantes de g¨¦nero que la taxonom¨ªa literaria tiene convenientemente rotulados; valga de ejemplo Para qu¨¦ sirven los charcos, cuyas reflexiones, a redropelo de la inercia, se sostienen en una estambre narrativa que anunciaba al poderoso novelista que ahora se nos descubre.
Calle Feria es un bastidor de m¨²ltiples relatos arrebatadores, trufados de realidad o puramente fant¨¢sticos, desopilantes o l¨ªricos, con final feliz o desgraciado (y algunos sin final), que intercambian personajes, avanzan o retroceden en el tiempo, se rizan en bucles narrativos, generan brotes de los que nacen nuevas fabulaciones. Todo lo cual se desmadrar¨ªa si no estuviera acotado en un peque?o espacio tan realista y mesocr¨¢tico como mitol¨®gico: la calle de una ciudad modorrienta, epicentro de una Espa?a de claudicaciones que respira aire de cripta, muy de posguerra todav¨ªa, apenas pasado el cabo del medio siglo. Act¨²an tambi¨¦n como fuerzas centr¨ªpetas contra la dispersi¨®n dos personajes que son, adem¨¢s, autores de varias historias: Mu?oz y el narrador por excelencia, una especie de narrador de narradores igual que una mu?eca rusa que contuviese a las restantes. Adolescentes en el cuerpo del volumen, ambos reaparecen a?os despu¨¦s y en las ¨²ltimas p¨¢ginas recogiendo el sedal de las aventuras diseminadas a lo largo del mismo. Un ej¨¦rcito de minoristas y dependientes de comercio, fruteras, componedores de relojes, taberneros, palomeros, curas heterodoxos o reparadores de cachivaches el¨¦ctricos doblados de cr¨ªticos cinematogr¨¢ficos, conforma el magma abigarrado de una calle donde las palabras que se echan a volar son lo ¨²nico que no est¨¢ tasado por la autoridad gubernativa o eclesi¨¢stica.
CALLE FERIA
Tom¨¢s S¨¢nchez Santiago
Algaida. Sevilla, 2007
536 p¨¢ginas. 19 euros
Algunos rasgos remiten a es
critores ya asentados en la historia literaria. Los viajantes de comercio, esos Hermes cuyas alas alivian el lastre de sus muestrarios repletos de gloriosas mercader¨ªas, recuerdan a Luis Landero (Juegos de la edad tard¨ªa); el espacio provincial de las ciudades mesetarias del franquismo lo ha recreado soberanamente Luis Mateo D¨ªez en Las estaciones provinciales o La fuente de la edad; la contextura de ciertos tipos humanos como Valentina (espl¨¦ndida en su sumisi¨®n, tan cercana a la Encarna-Ricarda de Tiempo de silencio) conecta con Mart¨ªn-Santos, con quien tambi¨¦n se vincula el autor en el uso de mon¨®logos interiores transferidos, cuando el personaje de la f¨¢bula carece de la facultad de pensar por su cuenta; y los juegos ling¨¹¨ªsticos a que se dedican Mu?oz y el narrador, los criptogramas, los acertijos, los pal¨ªndromos y otros ejercicios de funambulismo experimental, no van a la zaga de los m¨¢s audaces de Juli¨¢n R¨ªos. Pero S¨¢nchez Santiago convierte los materiales de acarreo en un producto original, donde el casticismo de tipos y escenas queda trascendido por la intenci¨®n parab¨®lica, la pluralidad de los modelos narrativos y el tino de una escritura tan espesa de aciertos expresivos que nos impide, v¨¢lgame la paradoja, acostumbrarnos a la sorpresa.
Calle Feria no es una novela circular, donde cada pieza engrana con las restantes, reproduciendo los paradigmas estables de la novela como micromundo claustral. Tengo para m¨ª, sin embargo, que la inextricabilidad de esta selva de relatos yuxtapuestos o cruzados, en que las historias no se rematan siempre y donde algunos personajes desaparecen en el margen de una p¨¢gina, es otra de sus virtudes, pues supone una gozosa incitaci¨®n a extraviarse en un laberinto multiplicado, sin hilo de Ariadna que conduzca a la salida. Claro que fuera se est¨¢ peor. He aqu¨ª, en fin, una novela absolutamente recomendable: l¨¦anla, aunque se queden encerrados en ella.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.