Un cortijo para multinacionales
El Comit¨¦ Internacional de Comunicaci¨®n, Conocimiento y Cultura que agrup¨® a casi un centenar de investigadores de m¨¢s de 30 pa¨ªses y que me cumpli¨® dirigir en los a?os 70 y 80, se propuso desmontar el mito-coartada de la objetividad, reivindicar la opini¨®n p¨²blica frente a la opini¨®n de los p¨²blicos, individuos y organizaciones y oponerse a la conversi¨®n de la informaci¨®n sobre la realidad en producci¨®n de esa realidad. Organizamos numerosos actos, publicamos folletos y libros, entre otros EL PA?S o la referencia dominante que fue el primer estudio sobre este diario, y creo que hicimos obra ¨²til. Hoy m¨¢s que nunca hay que perseguir esos prop¨®sitos y acabar con la dominaci¨®n de la realidad medi¨¢tica cuyo destino es la sustituci¨®n de la realidad real por una realidad en consonancia con los intereses de los poderes dominantes.
Acabamos de vivir esta semana la entronizaci¨®n del nuevo marco institucional de la UE que ha supuesto, no s¨®lo el entierro, vergonzante pero final de la Europa pol¨ªtica, sino el lanzamiento institucional de una Europa sin Europa, la promoci¨®n de un espacio econ¨®mico euroamericano, privilegiada tierra de elecci¨®n de las grandes multinacionales del mundo de las que Lucent, Mittal, etc., han sido la avanzadilla. Se dir¨¢ que ese resultado era inevitable porque si no se puede hacer una tortilla sin huevos no es posible que hagamos Europa sin gente que crea y milite por ella, sin europe¨ªstas. Que no encontramos no ya en nuestros pa¨ªses, cada vez m¨¢s perdidos en sus nacionalismos hist¨®rico/hist¨¦ricos y en sus cratofilias nacionales, sino ni siquiera en sus ¨¢mbitos pol¨ªticos espec¨ªficos: el Parlamento Europeo y la Comisi¨®n. El primero no ha conseguido en cuarenta a?os ni comenzar a crear unos m¨ªnimos partidos pol¨ªticos europeos ni menos a¨²n una clase pol¨ªtica espec¨ªficamente europea. La Comisi¨®n imprescindible en su funci¨®n y admirable en muchos de sus funcionarios est¨¢ hoy ¨¢tona, ac¨¦fala, perdida en la letra peque?a y en el desencanto. Pero sobre todo, los parteros de este ¨²ltimo alumbramiento son todos euroatl¨¢nticos confesos, de cuya incondicionalidad norteamericana han hecho siempre gala. No ya los permanentes antieuropeos brit¨¢nicos ni los forofos bushianos de los antiguos pa¨ªses sovi¨¦ticos, sino los l¨ªderes de la Francia actual, Sarkozy el tejano como se le llama aqu¨ª por su ideolog¨ªa y por sus modos y Kouchner el incansable defensor de la guerra de Irak en los medios franceses. Los euroesc¨¦pticos han conseguido, por fin, desnudarnos de s¨ªmbolos.
Fuera la bandera, el himno, el nombre de Constituci¨®n, el Ministerio de Asuntos Exteriores que tanto se ha merecido Javier Solana, enterrados quedan con todos los otros signos portadores de nuestra gran identidad colectiva. No sea que a su calor vuelvan a renacer los viejos valores y las ambiciones europeas de siempre. Lo ¨²nico que han dejado en pie han sido los dispositivos t¨¦cnicos y las garant¨ªas jur¨ªdicas susceptibles de asegurar la eficacia, sobre todo financiera, del nuevo territorio econ¨®mico. Este dram¨¢tico naufragio de las esperanzas de Europa las ha travestido la realidad medi¨¢tica en un triunfo que todos han querido atribuirse. Merkel y Sarkozy, pero tambi¨¦n Prodi, Zapatero y hasta Blair. Travestimiento que ha tenido el soporte de los medios de comunicaci¨®n que han pregonado que despu¨¦s del no franco / holand¨¦s Europa estaba parada pero que el nuevo Tratado iba a volver a poner en marcha. Es evidente que los europe¨ªstas irreductibles, que dijimos no a una Constituci¨®n que como mostr¨¦ en Por una Europa pol¨ªtica, social y ecol¨®gica, Foca, 2005, amenazaba con enclaustrarnos en un per¨ªmetro insolidario hacia dentro y hacia afuera, y c¨®mplice del saqueo del planeta, no aceptaremos la condici¨®n atlantista y cortijera a que nos condena el nuevo Tratado. Frente a la codicia empresarial, a los desbordamientos nacionalistas, la Europa pol¨ªtica ha de servir como garant¨ªa de la paz del mundo, como defensora del medio natural, como palanca del bienestar de los pa¨ªses y de las personas. Ese es el verdadero horizonte europeo.
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